Marielba Núñez

El Palacio de las Academias está localizado en el corazón de Caracas y podríamos decir que efectivamente es su corazón. Por estar allí, en pleno centro, donde suelen prevalecer el bullicio, el desorden y el caos, muchos pueden pensar que está fuera de lugar, que no tiene que ver con su entorno ni la identidad de la ciudad. Pero ocurre exactamente lo contrario: esa edificación se levanta sobre cimientos a los que podemos volver la mirada cuando buscamos responder preguntas fundamentales sobre nosotros mismos y cuando queremos encontrar fortalezas para afrontar tiempos difìciles.

Si repasamos brevemente su historia, encontramos que el edificio comenzó a erigirse en la colonia para que fuera sede del Convento de San Francisco, papel que desempeñó hasta 1821, como recuerda Leopoldo Briceño Iragorry hijo, en un texto publicado en la Gaceta Médica de Caracas. Después de unas décadas turbulentas en las que fue cuartel, hospital y sede del congreso, pasó a albergar, en 1856, la Universidad de Caracas, hoy Universidad Central de Venezuela, que permaneció allí hasta que abrió sus puertas, a principios de los años cincuenta, la Ciudad Universitaria que había sido encargada a Villanueva.

Desde entonces se convirtió en morada de las academias nacionales de la Lengua, de la Historia, de la Medicina y de las Ciencias Económicas, Políticas, Sociales, Físicas, Matemáticas y Naturales. Declarado Monumento Histórico Nacional en 1956, en su interior austero y silencioso se concentra una buena parte de la memoria que nos habla de una tradición que solemos ignorar: la de búsqueda y producción de conocimientos.

Por eso debería indignarnos sobremanera el robo masivo del que fue objeto el Palacio de las Academias el pasado 13 de enero. El hecho de que se trate de un edificio que está a muy poca distancia, no sólo de la Asamblea Nacional sino también de otros organismos públicos como el Consejo Nacional Electoral y varios ministerios, no impidió que los ladrones actuaran a sus anchas y se llevaran cerca de 60 equipos informáticos, lo que se traduce en una importante pérdida material para las instituciones pero también en un ataque que “toca en lo más profundo al alma nacional  y a la venezolanidad”, como señaló el comunicado que dio a conocer la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, suscrito por sus directivos Gioconda Cunto de San Blas y Antonio Machado Allison. En esta época conflictiva que atraviesa el país y que ha hecho precaria la vida de tantos venezolanos, las academias han levantado su voz para cuestionar el poder, pero también para ofrecer guía y orientación. Es esa misma solidaridad la que hoy debe ser expresada por los ciudadanos para rechazar una acción que de varias maneras vulnera nuestras raíces.