Luis Ugalde
Es conmovedor ver a altos funcionarios marxistas-leninistas preocupados por la división entre el Papa y los rebeldes obispos venezolanos. El Defensor del Pueblo (de los derechos humanos) censura al cardenal Urosa y lo acusa de llevar la contraria al Papa porque “no está facultado ni legitimado” para hablar del diálogo político en Venezuela, pues eso le correspondería al Nuncio. Para que el Defensor libre de su angustia pueda dedicarse a su responsabilidad de liberar a los perseguidos políticos, le informo lo siguiente: la denuncia de este falso “diálogo” vino del Vaticano por carta del Secretario de Estado (01-12-16) en la que la Santa Sede, bien informada de lo que pasa en Venezuela y del sentir de nuestra Iglesia, afirma que no habrá diálogo verdadero ni cesarán las violaciones de la Constitución y de los Derechos Humanos mientras 1) el Ejecutivo-Judicial continúe anulando a la Asamblea Nacional electa, 2) el gobierno impida la ayuda internacional de emergencia de alimentos y medicinas, 3) no se fijen las debidas fechas electorales y 4) no se libere al centenar de presos políticos. Nuestra Conferencia Episcopal en su documento (13-1-17) hace suya esta posición vaticana. Por otra parte, los obispos venezolanos – como el Papa- defienden un verdadero diálogo y negociación con resultados para restablecer los derechos humanos y la Constitución violada y promueven una economía de vida, frente a la actual economía de muerte. Como bien dice el cardenal Urosa, el Gobierno con este falso “diálogo” se ha burlado del Vaticano y de la Iglesia y continúa empeñado en engañar con palabras de diálogo y paz, mientras en los hechos sigue apretando sus políticas dictatoriales.
La responsabilidad de la Iglesia local
La Iglesia no es una supraestructura organizativa, ni una burocracia central, sino que vive en el mundo en millones de comunidades de fe en Jesucristo, animadas por el Espíritu de amor. Es la Iglesia en Venezuela la que sufre la dura realidad con el conjunto del país. Los nuncios tienen restricciones impuestas por la naturaleza de su servicio eclesial y cargo diplomático. No fueron ellos los que en dictaduras latinoamericanas denunciaron y dieron la vida, sino miles de laicos, sacerdotes, religiosas y obispos – como el Beato Romero en El Salvador-, perseguidos y asesinados por regímenes de opresión. Es la Iglesia local la que, en fidelidad al Evangelio, vive y sufre con todos los ciudadanos en regímenes de miseria y la que denuncia, analiza e inspira la construcción humanizadora de soluciones concretas para problemas específicos. Lo enfatiza el papa Francisco: “ni el Papa ni la Iglesia tienen el monopolio de la interpretación de la realidad social o en la propuesta de soluciones para los problemas contemporáneos” (La Alegría del Evangelio n. 184). Y agrega Francisco una importantísima cita de Pablo VI en su Carta Octogesima Adveniens de 1971: “Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. No es éste nuestro propósito ni tampoco nuestra misión. Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país”. Los obispos venezolanos escuchan el clamor nacional, consultan a sus comunidades, preguntan a los expertos – sean católicos o no- para aportar un poco de luz y esperanza en esta calamitosa oscuridad. El Papa les anima a hacerlo, aunque sabe que ello molesta a las dictaduras. Las respuestas serán diversas según países y circunstancias: no hay una “palabra única” “frente a situaciones tan diversas”. En unos casos la culpa es del afán de lucro como supremo dios y en otros de la falta de empresa privada y economía de mercado. Sería un disparate decir, por ejemplo, que la culpa del desastre cubano es de la inexistente libre empresa y economía de mercado; la causa está en su estado dictatorial con partido único, educación única y economía estatal. En otros países y crisis aparecerá entre sus causas la economía especulativa con grandes consorcios capitalistas y corporaciones financieras actuando sin ética. En cambio entre las amenazas ecológicas de la humanidad, está la desenfrenada búsqueda de lucro, sin leyes ni control.
El Papa no impone, sino que exhorta a debatir y buscar soluciones guiados por unos principios humano-cristianos trascendentales. Es un hecho que hasta ahora no hay economía próspera sin libre empresa y que tampoco existe economía capitalista con éxito humanitario y bien común, si no es equilibrada por el Estado que orienta la dinámica de producción e interés individual al logro solidario del bienestar para todos. Mercado y Estado se contraponen y se necesitan, se complementan y corrigen mutuamente. No hace falta ser “comunista” para defender esto que hoy en Venezuela es de vida o muerte.
Publicado en el diario El Nacional el 2 de marzo de 2017