Marcelino Bisbal
Historia breve
Corría el año de 1988, hace ya 30 años de esto. La Universidad Católica Andrés Bello le daba vida a sus publicaciones, a sus libros como objetos de transmisión de ideas, de razón, de intercambio de experiencias y como traducción de crecimiento y progreso humano. No se puede entender una universidad, un centro para el conocimiento y la investigación, sin la presencia real de una unidad de publicaciones que lleve hacia delante una política editorial, que la defina como espacio del y para el saber y para la cultura. En definitiva, es lo mismo, siguiendo el orden de significados, de aquella definición que nos da Clifford Geertz en su célebre en ensayo sobre la Interpretación de las culturas (1988 en la edición en castellano) cuando nos dice antropológicamente que
“el concepto de cultura que sostengo (…) denota un patrón históricamente transmitido de significados expresados en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medio de las cuales los hombres se comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento sobre la vida y sus actividades hacia esta”
Pudiéramos entonces considerar la presencia de una dirección de publicaciones dentro de un reciento universitario, en el caso que nos ocupa en la Universidad Católica Andrés Bello, como la prolongación de la reflexión y de los saberes que, dentro de ella se imparte. El decreto rectoral, que le da vida pública a los libros y a las publicaciones periódicas dentro de la UCAB, establecía en aquel momento que la misión de la Dirección de Publicaciones es: “Difundir el saber y la investigación generados en la UCAB, así como la identidad ucabista por medio de la edición de textos universitarios, publicaciones periódicas de carácter divulgativo y otros documentos ucabistas importantes”. Así, se le daba existencia a la producción y edición de libros dentro de la UCAB.
A lo largo de todo el tiempo que configura la historia de las publicaciones en la UCAB, nos encontramos con textos diversos en contenido y forma. Sin embargo, buena parte de los libros que se publicaron se fueron especializando en áreas y géneros literarios que contribuyeron a divulgar lo que se estaba haciendo en la UCAB. Los volúmenes publicados a lo largo de toda esta historia rescatan, fundamentalmente, los trabajos de cátedra que se traduce en obras de enseñanza universitaria, pero también los asuntos planteados en la diversidad de seminarios y jornadas que se fueron dando a lo largo de todo ese tiempo.
El tiempo y su lectura
Debemos de entender la paradoja de las mutaciones que trae consigo, o que impone, la historia, es decir, el tiempo transcurrido. Han sido 29 años y un poco más para la actividad editorial ucabista. A lo largo de esa historia, ha habido, como dice Roger Chartier refiriéndose a la lectura del tiempo, ruptura, invención e inercia a la vez. Sin embargo, esas tres variantes tienen que ser vistas con sentido de evolución y transformación necesarias. Pues nada permanece estático e inmutable.
Desde las primeras ediciones ucabistas hasta las actuales, se han producido cambios que no solo tienen que ver con la tecnología, que en cada momento impone la edición y producción del libro, sino también con el hecho de que la inserción de la UCAB en Venezuela se ha ido delineando con mayor especificidad, fuerza y confianza en lo que ella ofrece e inspira para el país y sus ciudadanos.
Reconozcamos que la Universidad Católica Andrés Bello se ha venido convirtiendo en un espacio para pensar la Venezuela del presente que requiere de profundas transformaciones, que comprenden lo económico, lo social, lo político, lo educativo y lo cultural. La UCAB se ha querido convertir en referencia obligada a la hora de pensar nuestra comarca y esta vocación debe ser traducida y expuesta en sus publicaciones.
III. La nueva realidad
El país cambió y el panorama que hoy nos ofrece es desolador. Quizás el término resulte muy grave, pero no hay más que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de cuál es la realidad hoy. Volvamos a repetirla: hay excesos del Gobierno hacia los ciudadanos; las libertades democráticas más elementales han sido limitadas o simplemente censuradas; la seguridad de la sociedad está en constante peligro y el Estado poco ofrece para mejorarla; el derecho a decidir a través del voto ha sido secuestrado; la economía y el sistema productivo están paralizados o arruinados por un modelo más que fracasado; se han puesto en práctica decisiones indebidas… Este es el retrato que hoy nos ofrece Venezuela.
Ante ese panorama, la universidad venezolana debe dar respuestas, aunque el Estado no quiera escuchar o reaccionar. Pero es deber del intelectual, de la universidad como asiento privilegiado de la inteligencia, hablarle claro al poder. Lo expresaba estupendamente Edward W. Said cuando nos dice que
“…a mi me gustaría insistir en la idea de que el intelectual es un individuo con un papel público específico en la sociedad que no puede limitarse a ser un simple profesional sin rostro, un miembro competente de una clase que únicamente se preocupa de su negocio. Para mí, el hecho decisivo es que el intelectual es un individuo dotado de la facultad de representar, encarnar y articular un mensaje, una actitud, una filosofía o una opinión para y a favor de un público (…)Su misión es la de plantear públicamente cuestiones embarazosas, contrastar ortodoxia y dogma (más bien que producirlos), actuar como alguien a quien ni los gobiernos ni otras instituciones pueden domesticar fácilmente…”
¡El pensamiento ante la barbarie! Ese podría ser el lema de la universidad venezolana. Pero surge una interrogante: ¿De dónde partimos para orientar la reflexión actual? Los libros, como se ha dicho tantas veces, se hacen pensamiento, pero para ello requerimos de las imprentas, del papel y de quienes los escriban, aun a pesar del desafío que entraña la digitalización de los escritos. Irrumpen los editores y las editoriales para darle forma a los libros.
abediciones