Es muy emocionante cuando uno canta el himno de Loyola en la verbena. Todo el colegio cantando a todo dar y eso te llena de orgullo, te hace sentir parte de algo más grande. Pero hasta la noche del miércoles 10 de mayo, nunca ese himno me había conmovido tanto. Vi por Instagram un video de Cesar Muñoz interpretando en piano ese tema y los ojos se me llenaron de lágrimas porque a partir de ese momento había uno menos en nuestro equipo. Faltaría una voz gritando: ¡Viva Loyola!
Nunca conocí a Miguel Castillo, pero estoy seguro de que más de una vez nos cruzamos en la verbena del Colegio San Ignacio. Él, al igual que yo, pasamos por los mismos salones de clases, comimos en las mismas cantinas y cantamos los mismos himnos. Además, ambos estudiamos Comunicación Social. Teníamos mucho en común, incluyendo amigos, aunque nos llevábamos más de 10 años de diferencia.
¡Viva Loyola! no es solo un lema y el colegio no es solo un espacio físico con historia. Lo que hace especial al Colegio San Ignacio es su gente. Esos mismos que sin conocer a Miguel hoy lo quisieron como un compañero más, lo adoptaron como un hijo y lo homenajearon como ese que fue “adelante, adelante a combatir” porque compartimos los mismos valores.
Este jueves hubo un acto patriótico que se transformó en una marcha hasta el lugar donde Miguel se convirtió en otra víctima de esta pobre dictadura. Fue una marcha importante donde llevamos los colores del colegio con rabia, dolor e impotencia pero con orgullo y esperanza porque sabemos lo que es ser ignacianos, sabemos que “si adversa nos viene la fortuna, nuestra ley es seguir con nuevos bríos, defendiendo la enseña del equipo, sin cesar en el ánimo y ardor.”
También escuché como nunca nuestros himnos, fuera del colegio, en la calle, en el pavimento donde se luchan las batallas por la libertad. Entonados por varias generaciones de alumnos y exalumnos, por la familia ignaciana, por los Padres del colegio, todos juntos. Estoy convencido de que muchos no conocieron a Miguel pero saben que él somos todos, porque hemos podido haber estado ahí “luchando por la patria hasta morir.”
Nos queda ser incansables, ser ignacianos y honrar la memoria de Miguel y de todos los caídos en estos 18 años de dictadura para que su muerte no sea en vano. La verdadera lucha debe seguir. Todos seamos capitanes cuando nos llegue el momento y gritemos con orgullo: ¡Viva Loyola! Con más fuerza que nunca porque esta vez es por nuestra libertad.
Miguel siempre será de nuestro equipo. Un ignaciano luchando nunca muere.
♦Isaac Bencid (Licenciado en comunicación social egresado de la Universidad Católica Andrés Bello. Fue profesor de la Escuela de Comunicación de la UCAB y estudió en el colegio San Ignacio de Loyola)
**Las fotografías son del profesor Carlos Eduardo Ramírez.