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El laberinto de las cifras

Marcelino Bisbal

I

Desde las estadísticas, la gente y la realidad acechan parafraseando al mexicano Carlos Monsiváis: los números retan a las palabras, en definitiva a la retórica. No hay nada más contundente que las cifras que, desde diversos frentes, se arrojan intentando explicar la realidad. “Los números así se les disminuya, hacen palidecer a los vaticinios”, nos sigue diciendo Monsiváis.

Es que el lenguaje escrito hablado se puede adornar con artificios lingüísticos y la realidad, por contundente que sea, aparecerá también decorada con esos mismos artificios. Por eso las estadísticas resultan siempre un lenguaje duro y contundente que intenta, a veces de manera dramática, explicar los hechos que se suceden en la sociedad, en la propia vida.  

Sin embargo los números, en cuanto lenguaje, requieren de las palabras para hacerlos hablar, para que se expliquen. Un lenguaje –las estadísticas y las cifras- no puede estar sin el otro –las palabras- , forman un matrimonio perfecto, casi indisoluble.

En los tiempos que corren, ante la retórica engañosa y la desinformación gubernamental -la “posverdad” la llaman ahora-, el ciudadano cree cada vez menos en las palabras y se siente más confiado, incluso diríamos que más a gusto, con  las cifras. Los datos, arrojados por las encuestas, quieren reflejar la  situación social y económica, y  hoy se han convertido en las nuevas metáforas.

Nuevamente Carlos Monsiváis acude en nuestro auxilio cuando nos dice que «los números no son poéticos pero su retórica se impone al ser objetos de la religiosidad contemporánea”. Antes nos había expresado que la retórica política, o la retórica social, hoy se considera irrelevante si no va acompañada de cifras, de datos, de porcentajes…en definitiva de los resultados que nos arrojan las encuestas.

“Ahora, y no solo entre políticos, las frases que dan relieve a discursos o conversaciones ya no provienen de la intención metafórica sino de las encuestas o las estadísticas”

 II

Viendo la realidad de Venezuela hoy, podemos apreciar el desplome de la vida social en general. El señor Nicolás Maduro y su gobierno viven a punta de posverdades, lo que no es más que sembrar falsas ideas del país y de cuanto sucede en él.

En la era de las estadísticas y de los llamados nuevos medios podemos contrastar, contextualizar, filtrar y  visualizar las convulsiones en la que todos los venezolanos estamos envueltos y que son el resultado de estos casi ya diecinueve años.

Se nos ha dicho que el poder del lenguaje es el acto de imaginar y el de nombrar. Pero siento que en estos momentos el lenguaje resulta insuficiente para nombrar y entender lo que estamos viendo y viviendo. Necesitamos del auxilio de otros signos para imaginar y nombrar.

Diríamos, entonces, que el poder de las cifras y los resultados de las encuestas pueden ser el vehículo-puente para hacernos conscientes de lo dramática que resulta la vida en sociedad en la Venezuela del presente. 

Esas cifras nos dejan ver cómo el país se nos manifiesta trágicamente, como el país se derrumba ante la mirada impasible de los políticos del gobierno y de muchos ciudadanos. Estamos asistiendo al espectáculo de cómo la Nación se está desvaneciendo ante nuestros ojos y todavía hay ciudadanos que creen que este modelo político, que se ha ido instalando poco a poco, nos va a solucionar el des-orden y la irracionalidad gubernamental.

Viendo todo lo que estamos presenciando y padeciendo, recuerdo aquellas palabras que alguna vez leí del alguien que citaba al novelista británico de origen polaco Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas: “Estaba escrito que yo debería serle leal a la pesadilla de mi elección”.

III

Hagamos el ejercicio de ver algunas cifras, algunos datos producto de las encuestas,  para retratar una vez más la vida del presente.

…y un largo y dramático etcétera.

IV

Cuando se instaló la inconstitucional Asamblea Nacional Constituyente (ANC) dijeron que “La Constituyente debe ampliar y perfeccionar el sistema económico venezolano para dejar dibujado e instalado un nuevo sistema económico postpetrolero”. Nicolás Maduro remató expresando que “El reto más grande que tenemos es lograr la prosperidad económica”. ¿Cómo? ¿Construyendo una nueva economía como nos han repetido en distintas ocasiones y actos?

La fórmula que nos plantean: “Concentrarnos tanto en las políticas de control de precios como en generar alternativas de distribución para la producción nacional” . El plan –nos siguen repitiendo-  es levantar la producción para acabar con el desabastecimiento y en consecuencia con la inflación y el alto costo de la vida”.

Llevan un poco más de dieciocho años fuera de la realidad. Mi padre solía decir que “no saben por donde les da el aire” ¡Es cierto!  Con  ellos, como dice la estrofa de una canción, “no hay salida fácil”.  La improvisación, la corrupción, la incapacidad, el despilfarro, el populismo llevado a extremos, el desfase y el trasnocho ideológico, la economía de la ilusión, el desperdicio… son las desdichas con las cuales estos señores gobiernan, mejor, desgobiernan.

El país puede cambiar y debe de cambiar. Este domingo 15 de octubre puede ser el inicio del cambio. La salida no será inmediata, pero será el comienzo si usted que me lee y yo votamos. El des-orden, que hasta ahora se ha instalado en la realidad del presente, puede tener los días contados. 

De no votar, y dejar que ellos sigan acaparando al país entero,  la resignación será la única alternativa posible. Al final, ojalá no tengamos que repetir aquello que nos escribía Monsiváis: “El tiempo se deja atrapar por el reloj para huir del fastidio de la eternidad”.

Y entonces, salgamos el 15 a votar y hagamos del voto, nuestra única arma, el inicio de la fiesta democrática. ¡Es posible!

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