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Linda Loaiza no se rinde ante la impunidad

En el año 2001, Linda Loaiza, una joven merideña de 18 años de edad, decidió mudarse a Caracas para inscribirse en la Universidad Central de Venezuela. Al poco tiempo de llegar a la capital, conoció a Luis Carrera Almoina, el hombre que marcaría su vida  luego de secuestrarla y mantenerla raptada en un apartamento del este de Caracas por casi tres meses, tiempo en el que la violó, golpeó y torturó en repetidas ocasiones.

Luego de pedir ayuda a transeúntes, Linda fue encontrada por la policía amarrada a una silla, con poca lucidez y desfigurada.  Tras estar hospitalizada durante más de un año y ser sometida a 15 cirugías reconstructivas, Loaiza logró recuperarse físicamente y denunciar formalmente a su agresor, un proceso que resultó tan difícil como el que vivió durante su cautiverio.

El caso pasó por las manos de 76 jueces, además de magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, sin contar con que las audiencias fueron diferidas en 38 oportunidades. ¿La razón? el acusado era un hombre de recursos económicos e influencia, hijo de quien era para entonces rector de la Universidad Nacional Abierta.

Pese a los delitos cometidos, su victimario cumplió dos años de casa por cárcel y una condena de reclusión de seis años y un mes en el centro penitenciario de El Rodeo, por privación ilegítima de libertad y lesiones gravísimas. Los cargos de violencia sexual y homicidio en grado de frustración  nunca fueron incluidos.

Ante estos hechos, en el año 2015 Linda Loaiza introdujo ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) una denuncia contra el Estado venezolano por no atender a las vícitmas de violencia de género y sexual. El pasado 5 de febrero de 2018, el organismo de la OEA celebró una audiencia en la que Loaiza expuso los  argumentos de su acusación.

 Éste es el primer caso de violencia contra la mujer ocurrido en Venezuela que llega a la CIDH y demuestra que, pese a la tragedia sufrida,  Linda no conoce lo que significa rendirse ante la impunidad.

La hoy abogada de 35 años estuvo en la sede la UCAB con motivo de las  II Jornadas contra la violencia de Género organizadas por el  Centro de Clínica Jurídica Luis María Olaso de esta casa de estudios.  En el evento,  relató su experiencia y el camino que ha emprendido para tratar de conseguir justicia: algo que, asegura, todavía no ha alcanzado.

Elucabista.com tuvo la oportunidad de hablar con ella.

Han pasado 17 años desde la amarga experiencia de tu secuestro, violación y tortura. ¿Qué ha ocurrido desde entonces?

«Esos eventos me han robado mi paz, mi tranquilidad, mis proyectos de vida anteriores. Tuve que, de alguna manera, redireccionar mi vida y ver cómo esto ha afectado a mi familia. Ese ha sido uno de los cambios que ha ocurrido».

Después de sobrevivir a la tragedia ¿Cómo te empoderaste como persona para hacer frente a lo ocurrido?

«No tengo esa cultura o no comparto esa percepción de que los seres humanos deben ser maltratados. Verme y sentirme mortalmente agredida, torturada… eso fue parte o me ayudó, de alguna manera, a no desmayar durante un proceso judicial lleno de vicios, inhibiciones, de retardos procesales que fueron, de alguna forma, las estrategias de la contraparte para querer retardar el proceso y lograr que la víctima se canse».

Decidiste acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos ¿qué tan importante es que tu caso haya llegado a esta instancia?

«Ha sido importante llevarlo hasta ahí.  Realmente, se esperan jurisprudencias positivas a favor de los derechos de las mujeres, en beneficio de las generaciones de relevo y las futuras generaciones. Eso es lo importante, reflejar la impunidad institucionalizada que de alguna manera ha estado en la sociedad venezolana y, además, buscar que sean visibilizadas esas víctimas que no habían sido reconocidas, porque, por lo menos, el mío es el primer caso de violencia de género que demanda al Estado Venezolano».

¿Qué les dices a las mujeres que, como tú, han sido o son víctimas de violencia de género?

«Invito a las mujeres a denunciar y que sepan que rendirse no es una opción. El deber que tenemos como ciudadanos, la responsabilidad nuestra es exigir la garantía del derecho. Es allí donde radica todo. No ser permisivo. El hecho de no denunciar, de silenciar delitos de este tipo es convertirse en cómplice».

¿Y qué mensaje envías a las autoridades que de cierta forma frenaron tu caso y no hicieron justicia?

«Simplemente les haría esta pregunta: ¿y si fuera su hija?»

♦Texto: María José Rodríguez/Foto: Homero Rodríguez (Centro Cultural UCAB)

(Ver también: Violencia de género: Un tema pendiente en Venezuela)

 

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