Yohana Rodríguez viste ropa casual todos los días, por lo que muchos de sus compañeros de la UCAB en Montalbán se sorprenden al saber que es religiosa. 

Nacida en el estado Lara, cuando tenía 19 años decidió ordenarse en la congregación Dominicas Misioneras de la Sagrada Familia, en donde conoció su vocación: servir a Dios y ayudar a jóvenes en contextos difíciles.

Tras haber obtenido el título de Técnico Superior Universitario (TSU) en Educación mención Integral en Caracas, realizó trabajos con adolescentes en un centro de ayuda ubicado en Las Mayas (al oeste de la capital), espacio en el que tuvo su primer contacto con la UCAB.

A los 28 años, la hermana Yohana se inscribió en esta casa de estudios y aunque al principio creyó que era una institución elitesca, con el tiempo descubrió que estaba equivocada. 

De hecho, ahora que cursa su último año de carrera  agradece todas las oportunidades y experiencias que la universidad le ha brindado.

Además, asegura que la psicología fue su mejor elección porque, según sus palabras, «se relaciona perfectamente con la vida religiosa’’.

«Como religiosa y educadora empecé a trabajar en un proyecto de jóvenes que pertenecían a bandas delictivas, dándoles alguna formación u oficio. Al ver que tenían una realidad tan ruda, eso fue lo que más me motivó más hacia la psicología. Los miembros del equipo éramos, mayormente, docentes, y yo sentí en un momento que no tenía todas las herramientas para responder adecuadamente. Empecé a buscar información hasta que se dio la oportunidad de empezar aquí y estudiar Psicología».

Su etapa universitaria no ha sido nada fácil, pues desde el inicio tuvo que combinar sus compromisos académicos con su labor como monja en Las Mayas. Intentar crear un horario por bloques  y cumplir con las exigencias de la carrera fueron tareas complicadas; tanto, que al segundo año en la UCAB Yohana pensó en retirarse.

«Consideré retirarme por las exigencias que esta universidad tenía, pero con el apoyo de algunos profesores y las hermanas de mi congregación decidí quedarme y seguir. No fue fácil poder cumplir con todo. Mi segundo año lo cursé picado. Al principio inscribí todas  mis materias pero terminé viendo segundo año dos veces con la mitad de la carga académica en cada año».

En el tercer año de carrera, la religiosa fue trasladada a un centro en El Rosal para atender a un grupo de niños en un colegio, sin dejar de lado su labor en Las Mayas. Paralelamente,  conoció al sacerdote Danny Socorro (para entonces director de Identidad y Misión de la UCAB), quien era su profesor en una materia.

Luego de varias conversaciones sobre el trabajo de ambos, Socorro la invitó a  formar parte de la parroquia María Trono de la Sabiduría. Desde ese momento se incorporó como coordinadora y empezó a ver a la UCAB con otros ojos.

«Fue en ese momento cuando empecé a tener otra visión de la universidad y empecé a sentirla parte de mi misma. Ya no era ‘vengo a estudiar acá’ sino que ‘Yo soy parte de esto’. Ahora yo puedo decir ‘Yo soy ucabista’»

Desde que comenzó en la UCAB se ha llevado bien con sus compañeros. Admite que a muchos les genera curiosidad saber que es religiosa, pero sostiene que entablar conversación y compartir nunca ha sido algo imposible, ni siquiera por la brecha generacional que la separa de la mayoría, porque ella tiene 33 años y la mayor parte de sus compañeros apenas está en los 20.

Aunque afirma que ha disfrutado toda su vida universitaria, realizar sus prácticas clínicas en la Unidad de Psicología Luis Azagra ubicada en el  Parque Social Manuel Aguirre ha sido la experiencia que define como «la apertura a otra parte de la universidad que no conocía’’.

De hecho, la vinculación de la UCAB con causas de acción social es lo que más la conecta con su alma mater. 

«Al principio tenía otra visión de la universidad, porque pensaba que en ella solo había estudiantes con dinero; pero al involucrarme en lo que aquí se hace me di cuenta de que no;  es cierto que la universidad es una burbuja como dicen, pero los proyectos sociales están presentes y eso es algo que realmente me atrapa. Cuando pasas la pasarela ya puedes sacar tu celular o cualquier aparato; estás aquí dentro y te sientes seguro, pero también tienes un pie en el barrio y no te alejas de la realidad».

Tan orgullosa se siente que una de las formas en que retribuye a la UCAB lo recibido es recomendando siempre esta institución. Por eso, impulsa a las religiosas y los estudiantes de bachillerato a formarse en estas aulas,  resaltando las bondades de las becas académicas con las que se da oportunidad a cientos muchachos con necesidades socioecómicas.

A quienes piensan que la psicología y la religión pueden tener choques a la hora de abordar las dificultades del ser humano, Rodríguez les expresa cómo fe y ciencia pueden convivir armoniosamente.

«La vinculación entre ambas áreas es muy fuerte. Como estás en contacto con mucha gente para conversar, puedes ofrecerle una guía espiritual a través de la fe y la confianza en Dios. La psicología, por su parte, te da la oportunidad de contar con herramientas para comprender la conducta de la gente y ayudarla a superar sus problemas, a comprenderse. Esa combinación a mí me parece maravillosa».

Ahora que se aproxima el fin de su pregrado, en sus planes  está  realizar estudios de cuarto nivel en el área de Psicología Clínica. Su meta es poder ayudar a la mayor cantidad de jóvenes,  predicando con su ejemplo de servicio religioso y  aportando como profesional.

«Yo creo que entre los jóvenes hay mucho potencial pero pienso que a veces no tienen la oportunidad de desarrollarlo. En la vida universitaria pasas de largo muchas cosas, ya sea por la edad u otros motivos, pero esa no es la esencia de un joven venezolano. Yo creo que tienen la capacidad para formar el país que queremos y eso es lo que quiero hacer, porque esa oportunidad que te da la universidad de mantener un pie en la realidad es la que hace que los jóvenes puedan echar pa’ lante».

♦Texto: María José Rodríguez/Foto: Jesús Fonseca