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#TribunaEstudiantil: «Indiferencia como destino fijado»

El 15 de enero de 1929 nació en Atlanta, Georgia (Estados Unidos) el heredero de una tradición de pastores baptistas fundada por su abuelo y su padre, unos años más tarde continuada por él; Martin Luther King. 

Desde pequeño vivió de cerca los conflictos y la injusticia de la marginación racial, sin embargo nadie pensó que, años más tarde, se convertiría en un rayo de esperanza para el sector de una nación al que, de manera consecuente, le irrespetaban e incluso invalidaban sus derechos humanos.

Asistió a escuelas segregadas en Atlanta y culminó la preparatoria a los 15 años. Después de acudir a la universidad decidió instruirse en un seminario de teología en Pensilvania. Por último, terminó su doctorado en la Universidad de Boston, donde conoció a quien sería su esposa, Coretta Scott.

Las ideas justicieras de Martin Luther King tuvieron trascendencia en la sociedad a mediados de los años cincuenta, cuando se convirtió en pastor de la iglesia, ya que esto generó en él una imagen de autoridad que le dio la capacidad de generar motivación en la sociedad afroamericana que se mantenía en sosiego ante la represión. 

En diciembre de 1955, se responsabilizó de organizar la manifestación no violenta más grande a nivel mundial para luchar a favor de los derechos raciales; se trató de un boicot a las normas de discriminación en los autobuses que tuvo una duración de 382 días; siendo este el momento en el que las personas comenzaron a asumir luchar de manera casi discreta por lo que querían: Libertad.

Sin embargo las consecuencias fueron inevitables; desde este momento Luther King fue encarcelado y sufrió varios ataques personales. A pesar de ello, tuvo la consistencia física y espiritual para continuar con su lucha; para seguir siendo la inspiración de muchos oprimidos, dándole esto la capacidad de ser reconocido como el líder que el pueblo negro necesitaba.

Su lucha cada vez estaba conformada por masas más grandes, porque los resultados eran reconocidos por el Estado estadounidense. Fue desde ese momento cuando en congresos comenzó a alzar su voz y darle frente a su lucha sustentada en palabras. Fue así como en uno de sus muchos discursos legó aquella frase hoy inolvidable:

 “Lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos”.

 

 

 

Esta máxima se ha convertido al día de hoy en una de las más  significativas y reconocidas por la humanidad, ya que expone cómo los seres humanos en espíritu y alma deben tener la capacidad de reaccionar de manera justa ante lo que les afecta de manera injusta, porque la desobediencia civil debe ser válida y necesaria, siempre y cuando sea sostenida por la dignidad y la disciplina.

Esta y muchas frases de Luther King están llenas de valores éticos que niegan la violencia como respuesta a la brutalidad policial que se enfrentaba en la época, ya que solo buscaba concebir esa emocionalidad del ser humano que es capaz de alzar su voz, a pesar del miedo.

Porque sí; el miedo es libre, pero también se suele olvidar que es capaz de generar consecuencias imposibles de cuantificar en el ser humano, porque la costumbre de vivir con miedo nos quita la capacidad de enfrentar los problemas de forma temprana.

Sin embargo, el punto de quiebre existe y está en cada uno de nosotros, líderes o no líderes, opresores u oprimidos. Incluso estuvo en cada negro que decidió unirse a la lucha de Luther King, para tomarla como propia y vencer los desafíos que trae consigo la injusticia.

Claramente el contexto de vida, tanto social como político, en el que se desarrolla cada individuo influye en su pensamiento y sus luchas pueden incluso costarle la vida, como fue el caso de Martin Luther King, asesinado en 1968 por un segregacionista blanco solo por ser la cabeza de un bien común: la búsqueda de la libertad.

Es un hecho que el miedo y la indiferencia tienen una relación estrecha. Así como también es un hecho que el silencio, mejor conocido como una de las manifestaciones de la indiferencia  de los buenos, alimenta más la perversidad de los malvados.

Por esta razón, las palabras de Luther King se mantienen en vigencia y más aún en un país como Venezuela, esa nación de la que estamos seguros que es la mejor del mundo por sus paisajes naturales y suelos fértiles (porque a nadie toma por sorpresa que lo es) aunque también se nos olvida que la convertimos en un terreno baldío de valores y ánimos de lucha.

Inutilizamos la capacidad de reacción ante la injusticia y activamos la indolencia, no solo en lo que afecta al entorno sino también en lo que nos destruye a nosotros; siempre nos preguntamos ese tedioso “¿Hasta cuando?”, pero ninguno de nosotros es capaz de darle respuesta o enfrentarlo mediante una acción.

Cierto es que las malas decisiones tomadas por el Ejecutivo han generado infinidad de daños en el país, pero ¿El gobierno también nos fijó el destino de la indiferencia?

Ese mismo destino nos ha intercambiado los papeles y las preguntas deberían ser otras. Preguntas cargadas con más responsabilidad y sentido de acción, porque  las consecuencias de nuestras decisiones, tal vez,  también nos han convertido en victimarios, dejando atrás el papel de víctimas.

Esto se los leo a ustedes, pero también me lo leo a mí. En lo escrito no está la verdad absoluta ni la acción contundente para el cambio que necesitamos,  pero sí sé que si pueblo y patria somos todos, culpables somos todos también.

Entonces, ¿Nos vamos a seguir alimentando de nuestro supuesto destino fijado?

♦Anaís Duarte/Estudiante de Comunicación Social

*Este escrito fue elaborado para la cátedra de Metodología del profesor Pedro González Caro. El Ucabista invita a los alumnos de cualquier escuela de la universidad que deseen compartir sus opiniones sobre algún tema de actualidad a enviar sus artículos al email efcastil@ucab.edu.ve. La coordinación editorial evaluará su publicación como parte de esta tribuna.

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