A simple vista, este abogado se ve como cualquier otro, «conservador y católico» (como él se define). Pero al escucharlo hablar, el paradigma cae y las risas se hacen presentes. Luego de 30 años en la UCAB, este profesor afirma que «cuando uno se está acercando a la tercera edad es que aparece en El Ucabista».
Pedro Planchart entró a La Católica en el año 1979 como estudiante de Economía, carrera que abandonó dos años después, luego de que Derecho «le hiciera ojitos» al igual que a su padre (Gustavo Planchart), quien fue uno de los fundadores de esta escuela en la universidad y uno de sus pilares fundamentales en la vida.
«La toga con la que gradué a mis últimos ahijados fue la misma con la que mi papá graduó a los suyos en 1966, cuando yo tenía cinco años. Pero no estudié Derecho por mi papá, más bien lo contrario: él quería que estudiara física, que a mí me encantaba también».
Luego de graduarse summa cum laude como abogado, en el año 1986 consigue una beca completa para estudiar un postgrado en Derecho Comparado en la Universidad de Nueva York, en los Estados Unidos.
A su regreso a Venezuela -y un año después de hacer unas pasantías- en 1989 Planchart comienza a dar clases en la escuela que lo formó, dictando específicamente la materia Contratos y garantías, en la cual se ha mantenido durante tres décadas como docente hasta llegar a ser jefe de cátedra, cargo que actualmente ostenta.
«Una vez la muchacha donde compro los zapatos me preguntó si mi materia era importante y yo le contesté: ‘¿Puede haber zapato sin suela? Mi materia forma parte de la suela del zapato’. Es de las fundamentales como abogado. Una de las cosas que yo amo de mi clase, más allá de lo práctico, es que los contratos son las personas que se relacionan voluntariamente. Yo amo la libertad, pero eso implica responsabilidad, por eso hay un lindo concepto que se llama la buena fe, y eso tiene que ver con que tenemos que aprender a respetar al otro. Eso forma parte de lo que explicó en mis clases».
Fue en la firma de su padre donde comenzó a ejercer su carrera y en la que trabajó durante 17 años de su vida. Luego decidió independizarse y ser socio, hasta el día de hoy, del escritorio jurídico AraqueReyna.
Además de amar el derecho y la docencia, este educador ucabista confiesa su pasión por la historia, la filosofía y la ópera, algo que puede sonar contradictorio respecto a su fanatismo por los Leones del Caracas, Carlos Vives, Shakira y las telenovelas.
Afirma que estos hobbies le han permitido acercarse más a sus alumnos, a tal punto, de haber sido padrino de ocho promociones de abogados.
«Creo que mi norte como profesor ha sido el respeto y con esto no quiero decir que estén hablando con la versión caribeña de San Pedro, pero si hay algo por lo que yo lucho es por eso. Cuando nos piden ser padrinos nos sentimos comprometidos, porque eso significa luchar por un mejor hombre y, por añadidura, un mejor profesional. De nada sirve la gente que se siente que, porque somos profesores, valemos más que los que no lo son. Para mí el acto de graduación es un acto de luz aunque exista oscuridad. Este último acto, aunque esté lleno de espinas, tiene rosas. En el himno de la universidad hay una frase que a mí me encanta que es ‘siempre hay un risco más allá’. Cuando tienen un logro como haberse graduado summa cum laude o hasta con 10, yo voy como padrino con el mismo orgullo».
La peculiaridad en sus clases y su manera de conectarse con los alumnos le han permitido dejar recuerdos significativos en todos aquellos que pasan por su aula, entre ellos las cartas de navidad que dedica todos los años a sus estudiantes y egresados.
«En mis cartas trato de transmitir la honestidad, que trabajen por lograr sus metas. Yo les digo a mis alumnos que no creo que exista oficio más grande e importante que aquel que, por más humilde que sea, se haga con cariño y con pasión. Una vez una estudiante me preguntó que si me parecía que ser modelo era un oficio serio. Yo le contesté con esta frase sencilla pero contundente: tan serio como ser abogado».
A pesar de sus años dentro de la universidad, Planchart afirma que todavía le queda una asignatura pendiente por realizar y es dar una clase en el pasillo del piso 3 del edificio de aulas.
«Yo tengo un sueño, dar una clase en la que vaya cartelera por cartelera explicando los temas de responsabilidad civil que se generan si a los muchachos les caen en la cabeza esas carteleras por sentarse justo debajo. Yo les he hablado de esto a varios muchachos y siempre termino con la frase: oye, no quiero que se lastimen porque no sabemos el estado de los tornillos (risas). Además me gustaría venirme formal, de corbata, yo normalmente no hago eso, pero sería una clase muy seria».
Después de cuatro décadas en la UCAB (primero como alumno y luego como profesor) este abogado asegura que la casa de estudios que lo formó es uno de sus más grandes amores y permanecerá junto a ella, como en el matrimonio, hasta que la muerte los separe.
«Amo a la UCAB como amo mi profesión, yo no podría vivir sin las dos. Esta es mi casa. Yo digo que si a mí me creman, si se puede, quiero regar mis cenizas en mi colegio Santo Tomás de Aquino y aquí en el jardín de La Católica, donde me han aguantado durante 40 años».
Otro gran amor para este docente es Venezuela, en la que sueña que pueda existir una relación tan sana como la de un caraquista y un magallanero.
«Durante el discurso que di en la última graduación, expliqué que mi padre era magallanero y que yo ese día estaba usurpando la toga de mi magallanero más querido. Ojalá otros se dieran cuenta del daño que hacen con su usurpación, porque al menos yo no hago daño. Entonces la Venezuela que yo quiero es una en la que los caraquistas sabemos que tenemos derecho a apoyar a nuestro equipo, pero amando y abrazando a los magallaneros. Por supuesto, siempre y cuando exista honestidad».
♦Texto: Lesslie Mendoza/Foto: Andrea Alas
*Los docentes de la UCAB que quieran formar parte de esta sección o deseen postular a alguien, pueden escribir a los correos electrónicos: dircom@ucab.edu.ve o efcastil@ucab.edu.ve