El pasado 09 de mayo, la Universidad Pontificia Comillas de España sirvió como anfitriona del evento «Entre ucabistas Madrid»,  actividad que reunió a egresados y amigos de la UCAB, con el fin de recaudar fondos a favor de los programas de becas y extensión social que desarrolla La Católica en Venezuela.

El acto estuvo encabezado por el rector, Francisco José Virtuoso; el canciller de la universidad, cardenal Baltazar Porras; el vicerrector administrativo, Gustavo García; además del presidente de Abanca, Juan Carlos Escotet. 

El rector de la Universidad Comillas, el sacerdote jesuita Julio Martínez, ofreció un discurso de bienvenida a los asistentes, en el que resaltó la labor que viene desempeñando la UCAB en defensa de la educación, la inclusión social y la democracia.  Además, manifestó la solidaridad de la institución que representa y de todas las homólogas jesuitas de España con la causa ucabista e hizo votos para que se mantenga en pie como enclave de vida y esperanza.

A continuación el texto íntegro del discurso:

 

PALABRAS DE JULIO L. MARTÍNEZ S.J., RECTOR DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA COMILLAS

Madrid, 09 de mayo de 2019

Eminencia Reverendísima Cardenal Baltazar Porraz, gran Canciller de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Rector magnífico de la UCAB, querido P. Francisco José Virtuoso. Presidente de Abanca, D. Juan Carlos Escotet, egresado de la UCAB. Presidente de UNIJES, P. Jaime Oraá.  Vicerrector de la UCAB y vicerrectores y demás autoridades de Comillas. Queridos y antiguos alumnos y amigos de la UCAB.  Ucabistas todos:

Lo primero que les quiero decir es que deseo de todo corazón que se sientan en su casa. Para mí como rector de la Universidad jesuita de Madrid es muy importante que ustedes, egresados y amigos de la Universidad jesuita de Caracas, sientan nuestra hospitalidad y sepan que cuentan aquí con una institución llena de personas amigas que no les van a dejar.

Supongo que, como todos los presentes, yo albergaba la esperanza de que, en la celebración de este encuentro entre ucabistas, Venezuela estuviera ya en plena recuperación, recostruyendo la libertad y asegurando a todos los venezolanos sus necesidades básicas.

Desgraciadamente aún no estamos ahí, pero ese momento tendrá que llegar. No puede haber futuro para un régimen que no respeta las libertades fundamentales y destruye las condiciones de una vida digna. Parapetarse en la falacia de acusar al enemigo del Norte no puede durar mucho.

El trípode que forman libertades-relaciones-necesidades sostiene la dignidad humana y juzga inexorablemente a aquellos que han conducido a su pueblo a la miseria, en uno de los países más rico del mundo, situado sobre un inmenso lago de petróleo, donde hoy hay gente muriendo de hambre y faltan medicinas y tratamientos médicos decentes; donde varios millones de hijos e hijas han huido a los países circunvecinos y cientos de miles han puesto el océano por medio.

El pasado 10 de ener,o al adentrarse en un nuevo período presidencial carente de sustento democrático (en la justicia y el Derecho) se ahondaba la crisis de legitimidad constitucional del Gobierno y el aislamiento internacional del Estado venezolano. Así se agravaba la dramática tragedia humanitaria, económica y social del país y la conflictividad que nace de ella.

Solo a través del pleno restablecimiento, lo más pronto posible, de la democracia, la libertad y el respeto de los derechos humanos, se podrán atacar las causas del desastre. Evidentemente, en una crisis humanitaria primero se atienden las necesidades básicas, pero inmediatamente entre ellas aparece la urgencia de restablecer las libertades fundamentales, pues no se protegen unos derechos conculcando otros.

Estos datos de realidad nos llegan a través de los medios de comunicación, pero también a través de muchos amigos venezolanos que lo relatan con gran dignidad, a veces sin poder contener las lágrimas. Son datos negados sistemáticamente por quienes no quieren perder el poder usurpado.

Pero hay que decir en voz bien alta -con el papa Francisco- que «la realidad es más importante que la idea». Las ideologías tienen la asombrosa potencia de tergiversar la realidad y ofrecer materiales con que construir reductos donde se falsea la verdad y se apalanca el poder. La ideología desconectada de la vida traiciona el principio fundamental cristiano de la Encarnación.

Por eso importa mucho que la idea esté en función de la captación, comprensión y conducción de la realidad, y no a la inversa. Claro que la realidad es tan compleja que una sola mirada no la capta, pero hay que intentar mirar de la manera más amplia y más verdadera. Porque, si renunciamos a la verdad, perdemos la libertad y la justicia, y solo queda la coacción y la fuerza. ¡Cuando a un gobernante no le queda más poder que el de encabezar pelotones de soldados que corren tras él se torna patético!

Esforzarse por buscar la verdad da sentido y orientación al trabajo universitario. Y esa tensión hace de las universidades sedes de avance/transmisión del conocimiento y de cultivo de la inteligencia; pero también fuerzas sociales para iluminar y transformar la realidad de la sociedad a la que deben servir. Cuando el rector de la UCAB subraya que en Venezuela es la «hora de la sociedad civil», lo dice consciente de que su universidad es una de las instituciones sociales más importantes y necesarias del país.

La universidad debe encarnarse desde sus funciones docentes e investigadoras en la realidad histórica a la que pertenece, siendo comunidad intelectual que analiza las causas, usa la creatividad para descubrir soluciones a problemas concretos y forma a los estudiantes como personas de conciencia moral, competencia profesional y compromiso social. Ha de distinguirse como institución educativa excelente académicamente y orientada éticamente, ya esté ubicada en Caracas, en Managua o en Madrid. Así se entiende y actúa la UCAB.

Ser fuerzas sociales y reclamar libertad entre la diversidad de actores, no es para alcanzar privilegios o hacer proselitismo partidista. Es para defender universitariamente la causa de la justicia social y los derechos humanos. Pues nuestras universidades solo adquieren sentido en la medida en la que contribuyan al bien común, que esta ligado al desarrollo de la dignidad de cada persona, tal como nos pide la Iglesia a la que pertenecemos y de cuya misión somos parte.

El conjunto de condiciones para una convivencia de todos en libertad es lo que constituye el bien común. Empieza por no sucumbir a la tentación de apropiarse de bienes o dinero que son de todos, pero sigue en la búsqueda de las relaciones, alianzas y colaboraciones que más beneficien al «común», y también por «cuidar entre todos lo que es de todos».

Libertades fundamentales, relaciones constitutivas de las personas y necesidades básicas de la salud, energía, agua, alimentos, espacios urbanos o naturales, educación, cultura, o información… conforman la urdimbre del respeto a la dignidad humana y, por consiguiente, los elementos que integran el bien común que las comunidades necesitan tener garantizados. Para ello hacen falta el conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social; y hace falta que funcionen recta y cabalmente para bien de las personas y del conjunto de la sociedad. No el Estado absorbiendo a la sociedad sino poniendo las condiciones para la máxima libertad de la sociedad.

El Concilio Vaticano II, dentro del bien común, establece una parcela que sí corresponde al Estado cuidar y proteger; a esa parte del bien común la denomina «orden público». Si la responsabilidad del bien común es del conjunto de la sociedad con toda la riqueza y diversidad de comunidades e instituciones, la responsabilidad por el orden público corresponde fundamentalmente al Estado.

Así, el aprecio por lo público no significa que todo sea de titularidad pública o que las condiciones del bien común hayan de ser cuidadas y favorecidas solamente por la administraciones públicas. En la vida pública desembocan también las organizaciones de la sociedad civil que no contribuyen menos al bien general que las de titularidad estatal. La socialización humana no se agota en el Estado, sino que se realiza en diversos grupos intermedios, comenzando por la familia y siguendo por los grupos econímicos, sociales, políticos y culturales, los cuales, como provienen de la misma naturaleza humana, tienen su propia autonomía, sin salirse del ámbito del bien común.

Es a esto lo que llamó Juan Pablo II  «subjetividad de la sociedad», la cual, junto con la subjetividad del individuo, deciá él, ha sido anulada por el socialismo real. En el caso de Venezuela, por el así pomposamente llamado «socialismo del siglo XXI».

Si el bien común se había concebido como circunscrito a las fronteras de los Estados nacionales, de la interdependiencia cada vez más estrecha y extendida paulatinamente a todo el mundo, hoy el bien común es cada vez más universal y por ello implica derechos y deberes que se refieren a todo el género humano. Más aún, debe tener en cuenta el bien común de toda la familia humana, con sentido de ciudadanía humana y global.

Queremos formar un ser humano capaz de sentirse miembro de la humanidad porque se ha hecho consciente críticamente de su propia cultura, y capaz de reconocer gozosamente la de otros seres humanos y relacionarse con otros, enriqueciéndose de la variedad de la cual su propia cultura forma. En el horizonte de nuestro mundo, necesitamos elaborar una argumentación consistente a favor de la ciudadanía humana, que conceda a la pertenencia a la comunidad humana incluso un valor más alto que a la ciudadanía de una nación particular, al menos en las situaciones extremas donde la humanidad misma está amenazada.

Al ser nuestras universidades de la Iglesia, importa saber que la trascendencia de ésta y de sus instituciones está vinculada tanto a la universalidad de su misión como a la libertad para llevarla a cabo, pero de ningún modo a la falta de comopromiso socio-político. Nuestro compromiso por la libertad y la justicia en el campo socio-político es constitutivo del anuncio del Evangelio. Bien es cierto que de modo»indirecto», o sea, afrontando el significado religioso y moral de las cuestiones políticas, según los medios que la Iglesia puede implementar al efecto.

Y como señaló el Concilio en Gaudium et Spes: 1) El ministerio de la Iglesia es religioso en origen y propósito: la Iglesia no tiene específicamente carisma político, sino de servicio al Reino de Dios; 2) la misión de la Iglesia en el orden temporal se define por cuatro objetivos: a) realización de la dignidad humana; b) promición de los derechos humanos; c) avances de la familia humana hacia la unidad, y d) la santificación de las actividades seculares

En esa dirección va el esfuerzo institucional de la UCAB, ofreciendo sus aportes a través de la investigación y la difusión pública de sus conocimientos, contribuyendo a la organización social y promoviendo la unidad de las fuerzas políticas comprometidas con el cambio. Al tiempo, alienta el compromiso cívico-político de sus estudiantes y de toda la comunidad universitaria.

Uno de sus egresados, Juam Guaidó, está dando pruebas fehacientes de ello. En medio de la penuria, la UCAB se mantiene firme en su propósito de trabajar por el orden democrático, la convivencia y el bienestar de los sufridos venezolanos. A lo largo de sus 65 años ha jugado un papel clave para su sociedad denunciando desde sus aulas y centros de investigación las amenazas al régimen de libertades y las violaciones de los derechos humanos. Siempre haciendo propuestas realistas para salir de la crisis, entre ellas están también las becas que hoy da a un tercio de sus estudiantes, es decir, a varios miles.

En uno de sus inspiradores dircursos el P. Ugalde señaló: «El cambio vendrá, no porque la dictadura lo facilite, sino porque la movilización de Venezuela entera que quiere renacer y recuperar la vida se hará indetenible, con una unidad en la diversidad, y la libertad reverdecerá con pluralidad democrática productiva y creadora». Esta llamada al compromiso radical cargado de esperanza en alumbrar una sociedad que viva en libertad y justicia, la conectaba Ugalde con la respuesta que Jesús dio a Nicodemo: tenemos que «nacer de nuevo» en Espíritu y Verdad. Y él lo aplicaba a un renacer de la política, la economía, la sociedad y el «alma» de Venezuela.

Pero, ¿cómo va a ser posible ese renacer? Y para responder a esta pregunta utilizó una bella metáfora: la de los Samanes, esos árboles emblemáticos de Venezuela que resisten a la aridez extrema del verano y, bajo sus benéficas sombras, sostienen ecosistemas de vida: «¿Cuál es el secreto de los samanes para vencer al verano? ¿Cómo se mantienen verdes y majestuosos abriendo sus brazos con sombra y comida? Por sus raíces profundas hasta conectar con el agua subterránea y así mantenerse vivo».

Así es la mística de la encarnación que invita a participar en procesos y no en controlar espacios. Se corresponde con el principio que propone el papa Francisco de «el tiempo es superior al espacio» llama a que valoremos la «siembra», la activación de procesos de transformación, de renovación de personas y comunidades, que toman su tiempo, sobre el control de espacios. Dios va por delante, toma la iniciativa comparte con nosotros su misión. Nuestro compromiso es caminar en la presencia de Dios, discerniendo los signos de los tiempos. La misión es la que nos hace caminar en presencia del Señor hacia el horizonte, sin perder la esperanza, confiando en sembrar el bien, aunque parezca inútil, aunque no veamos sus frutos, aunque nos cueste penalidades…La misión de mirar un horizonte siempre más grande.

Se trata de organizarnos bien y buscar los medios para responder a las dificultades, pero sobre todo se trata de mantener viva el espíritu. Estamos en el tiempo de Pascua, donde cada día leemos en el libro de los Hechos de los Apóstoles cómo hombres y mujeres abrumados por las dificultades y las persecuciones reciben la energía del Espíritu que les da fuerza, valentía y lucidez.

Caminamos juntos, querido P. Virtuoso, y quiero repetirte esta tarde que la Universidad Pontificia Comillas y todas las instituciones universitarias de la Compañía de Jesús en España, representadas aquí por el P. Oraá, presidente de UNIJES, y por mí, estamos con la UCAB. Desde las universidades hermanas de España queremos contribuir eficazmente a que la UCAB siga desempeñando su indispensable misión. Cuenta con nosotros. Es fundamental que las instituciones sanas del doliente país caribeño como la UCAB se mantengan en forma, poque son enclaves de vida y esperanza.

Hermanados en el aguante, solidarios dándonos apoyo y en comunión de misión. No tengo duda que así nos quiere Dios y a Él es a quien primero hay que obedecer (Act 5,29).