Luis Ugalde
Deng Xiaoping -el líder comunista decisivo en la transformación de la economía china- al llegar al poder en 1978 practicó lo que había dicho 16 años antes y fue acusado de contrarrevolucionario y derechista en la maoísta “revolución cultural”: no importa el color del gato, lo importante es que cace ratones. Llegado al gobierno demostró cómo se podía afianzar el poder político dictatorial comunista por medio de una exitosa economía capitalista.
El gato caza ratones pone por encima de dogmatismos ideológicos el pragmatismo de los resultados. Nada más necesario en la actual encrucijada venezolana que la efectividad de las respuestas a la ruina económica, social y política del país: efectiva reactivación económica, con drástico freno a la inflación, estímulo a la inversión, productividad, empleo e ingresos; con paz, rescate de las libertades democráticas y respeto a la Constitución.
Hoy se habla del “milagro portugués” luego de apenas tres años de gobierno “socialista” con economía liberal. Sus éxitos se atribuyen a un sano pragmatismo y heterodoxia. Hace ocho años Portugal estaba en la ruina y pidió un rescate de 78.000 millones de euros. En los últimos años tiene un crecimiento cercano al 3% (alto para Europa), el desempleo cayó del 16 al 9,4 %, se incrementaron la inversión y el flujo de capitales, aumentaron mucho las exportaciones, creció el turismo y mejoró llamativamente la educación. Obra del heterodoxo gobierno minoritario del socialista Antonio Costa (con apoyo parlamentario de la izquierda, incluso del partido comunista) que ha recibido la felicitación del FMI. Socialistas aplicando medidas liberales para salvarse; ya vimos en la última crisis norteamericana liberales pidiendo intervención estatal para salvar a sus empresas privadas y superar la crisis.
En la actual dramática crisis venezolana hay que buscar la reactivación con resultados en la inversión y en la elevación del consumo de la población al borde de la hambruna. Economía de mercado y recreación del tejido social y de las instituciones solidarias: activación de mecanismos económicos liberales con decididas políticas estatales. Ambas se necesitan para que el gato cace ratones; si no, el hambre se comerá al fracasado e inútil gato.
En Nicaragua, el sandinismo en crisis fue derrotado electoralmente por Violeta Chamorro, que encarnó el descontento mayoritario con la “revolución” de altas palabras y lamentables resultados. Pero luego de dos gobiernos poco exitosos, el pueblo votó por el regreso al sandinismo; ahí está atornillado y convertido en represor dictador. Muchos esperaron salvar a Argentina con el antikirchnerista Macri y que su política liberal cazaría ratones. Pero la realidad, con inflación creciente y otras limitaciones, no acaba de convencer y resurge el populismo que ofrece sustituir a un gato ineficaz por una promesa populista engañosa.
En Venezuela el chavomadurismo ha demostrado su tiránica ineptitud. Necesitamos que la alternativa democrática no sea una reacción pendular cargada de ideología, sino producción de resultados con verdadero alivio para la población desesperada. Además de establecer reglas económicas claras con estímulos a la inversión y a la productividad, el próximo gobierno necesita políticas decididas que la población valore y asuma como oportunidades de oro para transformarse en ciudadanos responsables y productores, con capacidad de producir y oportunidades para hacerlo. No basta probar que el libre mercado y la economía capitalista sean salvación para los “ricos”, sino que debe probarse su bondad para los “pobres”. Como demostró la Alemania de “economía social de mercado” y libertades, su inmensa superioridad sobre la economía estatista de la Alemania Oriental y su sociedad policial tras el Muro de Berlín.
Sería fatal que por fanatismo ideológico se piense que el liberalismo de mercado libre sin más, traerá soluciones mágicas para 70% de los venezolanos que no están en condiciones de participar exitosamente en el mercado de trabajo, ni en el de consumo. Hay que invertir para que puedan ser exitosos con una educación que transforme las personas hoy recostadas en el Estado, en personas productivas, económica y con ciudadanía. Ya nuestra educación no puede ser para obtener un cartón-diploma “para acceder al reparto de la riqueza existente” (como se ha practicado), sino una educación con nueva actitud, capacitación y oportunidades para producir la riqueza que no existe. Aprender a cazar ratones en democracia, no importa el color del gato mientras sea democrático.