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Profesores que inspiran: Isaías Medina Felizola

Isaías Medina Felizola

Su nombre y su apellido son su inevitable carta de presentación.  Es hijo del general Isaías Medina Angarita, presidente de Venezuela entre 1941 y 1945 y considerado como uno de los primeros artífices del proceso de democratización  de la República, luego del fin de la dictadura de Juan Vicente Gómez. 

Sin embargo, para este abogado ucabista  llevar el nombre de su padre constituye un legado complejo que lo obliga a repetir una dinámica con los interlocutores que se cruza en la universidad. 

«Cuando se les ocurre decir lo de siempre, inmediatamente los detengo y les digo: no me presentes como el hijo del expresidente, preséntame como Isaías Medina Felizola, un profesor con trayectoria dentro de la universidad».

Firme pero de buen humor,  tiene más de 40 años en su Alma Mater formando a quienes serán sus colegas e intentando dejar huellas en la Escuela de Derecho.

Se graduó Summa Cum Laude en la primera promoción de abogados que egresó del campus de Montalbán, en una época en la que, recalca, era imperdonable para los estudiantes asistir a clases sin corbata.

Además del mundo de las leyes, para Isaías Medina Felizola la docencia siempre fue su pasión, pues desde los 18 años comenzó a dar clases de  Formación Social, Moral y Cívica en el Colegio Fe y Alegría de Petare, algo que revela su talante civilista.

Años después de obtener su primer título y ya siendo parte de los profesores de la UCAB, viajó a España para realizar un postgrado en Derecho Administrativo en la Escuela de Prácticas Jurídicas de la Universidad Complutense de Madrid.

A su regreso, se dedicó a dictar la materia Sociología del Derecho, la cual ha impartido  durante cuatro décadas. Aunque se trata de una cátedra complementaria dentro del pensum, Medina no subestima su poder frente a los estudiantes, que siempre recuerdan sus clases con gran cariño.

En la UCAB comenzó a dar clases a los 22 años y admite que en sus inicios tuvo que enfrentar el miedo de ver que muchos de sus alumnos eran mayores que él. Sin embargo, afirma que siempre buscó la manera de retener su atención, incluso con técnicas no convencionales.

«Cuando yo empecé a dar clases se usaban las tizas para escribir en el pizarrón. Para mantener la atención de mis alumnos yo me preguntaba: ‘Dios. mío ¿cómo hago?’. Entonces resolví armar una especie de artillería. Agarraba las tizas y las dividía en pedacitos, cuando veía un grupito desordenado o echando broma les mandaba unos taquitos para reprenderlos, aunque les decía que no tenían derecho a devolverlos (risas). Años después, cuando desapareció la tiza y se sustituyeron por el marcador y el borrador, apelé por lanzar el borrador… Por supuesto que esto siempre lo hago en un tono jocoso que permite generar un ambiente simpático y de empatía».

Otra de sus anécdotas curiosas en la escuela de Derecho está relacionada con la primera vez que asistió a clases en jeans, a pesar de que estaba mal visto entre abogados usar esa prenda frente a los estudiantes.

«Fui de los primeros profesores que dio clases en jeans en la escuela de Derecho. En Ingeniería no importaba ¿pero en Derecho? Hace 40 años eso era imperdonable. Recuerdo que la primera vez que entré, la cara del padre (Luis María )Olaso era de espanto».

Medina afirma que, a pesar de su pasión por la educación, una de las críticas más fuertes la obtuvo de su madre, Irma Felizola -viuda del expresidente Medina Angarita- quien mantuvo siempre sus pies sobre la tierra y a quien, hasta el sol de hoy, admira de corazón.

«Mi mamá era una mujer con un sentido muy pragmático de la vida, muy aguerrida, valiente, con valores muy claros. Recuerdo que una vez me preguntó: ‘¿Tú vas a ir a dar clases a la Católica?’. Yo le contesté que sí y me dijo:  ‘¿Con lo que te pagan en la UCAB vas a poder llenar una cesta de comida?’. Yo le respondí que esto es lo que me satisface  y ella me contestó: ‘acuérdate que con apellido no se va al mercado’. Ella en el fondo creo que estaba muy contenta de que yo fuera profesor. Creo que quería que me forjara mi propio nombre y me esforzara».

Aunque no recuerda con claridad a su padre, comenta entre risas que aquello del nombre ha sido como un «karma».

«Eso siempre ha sido un fastidio (risas). Yo hubiese preferido que me pusiera Ramón o Juan porque así no me presentan: ‘mira, él es Isaías Medina, como el presidente’. En una oportunidad tuve un incidente con un ministro de exteriores que me dijo: ‘estoy seguro que el general Medina hubiese reaccionado de manera distinta a usted’. A lo que le respondí: ‘Si bien es cierto que de raza le viene al galgo ser rabilargo e hijo de gato caza ratón, respetémosle a Pedro Pérez su derecho a ser persona antes que hijo de Pedro Pérez’«.

A sus 70 años, Medina afirma que en ocasiones la confusión ha sido tanta que sus alumnos hasta le piden su cédula de identidad.

«Muchos llegan diciendo: ‘profesor, usted dizque tiene la cédula número 1’. Yo les contesto ‘seré viejo pero no tanto’ (risas). Mi papá es el titular de esa cédula’. Hace una semana les traje una copia, eso fue todo un acontecimiento para ellos».

Más allá de las anécdotas y curiosidades, el profesor se siente orgulloso de sus estudiantes. Dice que las nuevas generaciones de abogados han venido a sorprenderlo.

«Veo una diferencia no solamente respecto a los estudiantes que tuve hace muchos años, que eran prácticamente de mi edad, sino en relación con mis propios compañeros. Éramos una generación diferente, mucho más cómoda y apática. No estoy diciendo que eso sea malo o bueno, pero sí nos movíamos de manera distinta. A mis estudiantes de ahora, aunque hay de todo como en la viña del Señor, la circunstancia los ha hecho mucho más inquietos, perceptivos, emprendedores, críticos».

Durante su larga trayectoria, trabajó en el Escritorio Jurídico Vallenilla, Blanco y Punceles, formó parte  del Instituto de Derecho Comparado del Ministerio de Justicia y fue consultor jurídico del Grupo Proyecta, del cual actualmente es accionista.

Sin embargo, se ha dedicado casi a tiempo completo a la docencia e investigación, labores que le permitieron escribir las publicaciones El Hacedor de Derecho y El Derecho soy yo.

Precisamente por esto, explica que siempre ha luchado contra el estereotipo de los abogados en tribunales y que trata de transmitirles a sus muchachos la importancia de desarrollar el Derecho en Venezuela desde todas sus aristas.

«El otro día los muchachos que hacen campaña en la universidad entraron al salón de primer año y les ofrecieron a los estudiantes llevarlos a los escritorios jurídicos y las embajadas. Yo no pude quedarme callado, levanté mi mano y les dije que está muy bien que propongan como plan de acción de su tolda llevar a los muchachos a esos sitios, pero que también es importante que los lleven a conocer a los miembros de los institutos de investigación jurídica o a los profesores a tiempo completo, porque ellos también son dignos representantes de esta profesión. Hasta que eso no se internalice como una disciplina, la visión sobre el abogado no evolucionará».

Medina afirma que la UCAB ha representado para él la cima de sus logros profesionales y donde ha desarrollado la pasión por su carrera.

«En mi caso, con la cantidad de años que llevo aquí, no quiero contestar con lugares comunes o diciendo la expresión ridícula de que la UCAB es  mi segunda casa. No. Más que eso, yo siento La Católica como mi sitio de realización, de plenitud, donde siento una gran alegría cada vez que entro en contacto con estudiantes ansiosos de aprender y receptivos. Eso no tiene precio».

♦Texto: Lesslie Mendoza/Fotos: Andrea Alas

 

 

 

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