La realidad venezolana es terrible, mientras que la utopía no existe pero es. En medio de una realidad tan negativa soñamos con la utopía donde nuestra sociedad se hermana, millones de desterrados regresan cantando, las empresas se reactivan y el trabajo florece. La democracia reverdece con elecciones presidenciales libres y con registro limpio, con nuevo árbitro justo y con observación internacional que garantiza el respeto a la voluntad de millones de votantes dentro y fuera del país. Me dirán que eso es una utopía, una ilusión fuera de todo realismo.
El régimen, ante su estrepitoso fracaso, nos quiere convencer, con la mentira convertida en verdad oficial, de que no hay más realidad que esta. Pero el malestar y la oscuridad son tan profundos que la gente en su interior se aferra a la esperanza del amanecer como el preso al sueño de su futura libertad.
La utopía y la realidad son opuestas y se contradicen. La plenitud de una rechaza la miseria de la otra, que a su vez ridiculiza a la utopía como ilusa haciéndonos ver que esta moribunda realidad es lo único que tenemos y es preferible a la hermosa utopía inexistente e imposible. Es el argumento de los dictadores: con todas las limitaciones de esta realidad, es mejor que ustedes habitantes, empresarios, vecinos, trabajadores la acepten y pacten conmigo, que soñar en pajaritos preñados. Millones sucumben a este realismo resignado. Plegarse para sobrevivir.
Un gran peligro para este 2020 es esta resignación, pues presenta la renuncia a la verdad, a la libertad, a la dignidad, a la democracia y a la vida como el “sensato” realismo para salvar lo posible. Este realismo niega, ridiculiza y persigue a la utopía y acusa como inadaptados a sus defensores.
Por el contrario, la utopía con sus ideales y aspiraciones de plenitud humana, critica ferozmente a la miserable realidad e ilumina con severa clarividencia lo inhumano de esta. La gran mayoría en su interior aspira a la utopía que afirma su realización, pero al mismo tiempo cae en el pesimismo, pues considera imposible tanta hermosura.
Este debe ser el año en que la utopía y la realidadse den el beso más fecundo, pues de él nacerá la nueva e irrenunciable Venezuela. La utopía sin realidad es pura ilusión y la realidad sin utopía es la perpetuación de la miseria social, pero su abrazo produce el cambio indetenible.
Los grandes logros humanos se tejen con dos hilos, utopía y realidad, y los verdaderos líderes triunfan cuando tejen la historia con los dos hilos: con los pies bien plantados en el barro de la realidad y con la mirada bien alta puesta en la utopía. Líderes que con su ejemplo contagian a millones de seguidores y les enseñan a tejer demostrando cómo la realidad se va utopizando y la utopía realizando… La plenitud soñada no existe en este mundo, pero gracias a ella caminamos y nos humanizamos con logros increíbles: los esclavos, tras miles de años de sometimiento y objeto de compra-venta, conquistaron la libertad, a pesar de sabios filósofos justificando como “natural” su privación de libertad y de dignidad. Las utopías (Revolución Francesa, Revolución Rusa, Independencia de América…) no realizan la plenitud de su promesa, pero sin ellas en el horizonte y el corazón, los pueblos no se movilizan para eliminar el viejo régimen inhumano y dar pasos gigantescos hacia una sociedad con mayor justicia y libertad.
El beso de la utopía y de la realidad significa que no se sustituyen ni excluyen sino que, del rechazo mutuo, pasan a quererse y complementarse en relación dialéctica y transforman la realidad hacia un estadio superior. Es lo que hoy reclama Venezuela: el desastre de la salud transformado por miles de médicos y enfermeras decididos y articulados que ponen en marcha a toda la sociedad frente a un estado hoy secuestrado por una minoría (oligarquía) “revolucionaria”. Utopía y realidad enfrentando y cambiando el envilecido sistema educativo o dando vida a las empresas agropecuarias y a todas las demás.
Los utópicos “Incontaminados” que solo rechazan la realidad se convierten en anti-políticos, cuando más falta hacen los políticos para hacer posible lo necesario. Sí, políticos que saben tejer con los dos hilos, utopía-realidad, para ir «utopizando» la realidad y realizando la utopía. Como en Sudáfrica Mandela y De Klerk se encontraron y eliminaron desde el gobierno el súper-racista apartheid, necesitamos que utopía y realidad se encuentren en políticos venezolanos, se abracen, interactúen para que renazca la libertad, se abran las cárceles, regresen los exiliados, se abracen los enemigos y renazcamos los ciudadanos hermanados.
Realidad es que millones de venezolanos votaron por el Comandante porque en su palabra encontraban su esperanza y que hoy están en la miseria, frustrados y sin futuro y es necesario que encuentren el puerto verdadero de su esperanza en la democracia social renacida. Es el reto venezolano de este año y no queda más alternativa que ponernos de pie y triunfar. ¿Es utopía? Sí, pero a la vez es nuestra realidad más necesaria. Se hará posible si los verdaderos líderes políticos, empresariales, sociales, culturales y religiosos, tejemos juntos con los dos hilos y enseñamos a tejer a millones. Con nuestro esfuerzo transformaremos la realidad de muerte en vida.