Para tratar de hacer más sencilla la explicación de circunstancias políticas nacionales plagadas de complejidades, Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno (CEPyG) de la Universidad Católica Andrés Bello, apela a la metáfora de una partida de ajedrez, un juego de mesa basado en la estrategia.
“Si antes de empezar el juego me piden que renuncie a mis torres, mis alfiles y mi reina, ya voy al juego en desventaja. Yo quiero jugar con mis piezas completas, entonces, ¿por qué renunciar a la vía electoral? En la historia de las transiciones en el mundo ha quedado demostrado que las elecciones son la reina del juego, no un peón. El 70% de las transiciones políticas se han producido por un jaque con la reina”.
El CEPyG y el equipo que dirige Alarcón han venido estudiando los procesos de transiciones políticas en el mundo. En noviembre de 2018 recopilaron en el libro Consolidación de una transición democrática, once propuestas para sacar adelante un nuevo gobierno democrático. En este contexto, en noviembre pasado y por tercer año consecutivo, el Centro de Estudios Políticos presentó los escenarios con las Perspectivas para Venezuela 2020, evaluación que se basa, entre otros estudios, en las mediciones periódicas que hace la encuestadora Delphos en exclusiva para esta institución.
Esa encuesta, recalca el profesor Benigno Alarcón, evidencia que los venezolanos siguen teniendo un alto interés por participar en elecciones, pero “el mantra” impulsado por Juan Guaidó el 23 de enero de 2019 “se ha convertido en un bumerán” que atenta contra la necesaria reformulación del discurso político, que debe dirigirse ahora a un llamado a la lucha electoral como primer paso, aunque Nicolás Maduro siga en Miraflores.
“Si los chilenos hubieran insistido en que para ir a elecciones, primero Augusto Pinochet tenía que irse, a lo mejor todavía estaría gobernando. Ellos plantearon al inicio la salida de Pinochet, constituyente y elecciones libres; pero las cosas no pasaron en ese orden. Primero hubo un referendo, después elecciones y después modificaron la constitución. Pinochet salió como resultado de la elección, no antes”.
Por la experiencia chilena y la realidad nacional, Benigno Alarcón invita a “ser menos dogmáticos y más prácticos”, aunque apostilla que sabe que la dirigencia de oposición entiende también que deben modificar la estrategia.
“Juan Guaidó sigue teniendo la confianza de la gente, lo que ha caído son la esperanza y las expectativas, que eran muy altas. Él está en un buen momento para reformular el discurso, para explicar que el momento del jaque mate ya pasó, que las piezas que necesitábamos ya no las tenemos y que ahora vamos a jugar de otra manera. La gente estará dispuesta a aceptar eso y no lo va a atacar. Hay que entender que el tablero es dinámico y que lo electoral no se construye de la noche a la mañana. Es necesario hablar desde ya de lo electoral, porque hace falta tener organización y estructura. Las condiciones electorales tenemos que construirlas y concurrir a las elecciones de la Asamblea Nacional debe fortalecernos para ir a elecciones presidenciales, porque el dominio de una institución nunca va a ser una desventaja. Es mejor tener la Asamblea Nacional y la calle, en lugar de tener solamente la calle”.
Mantener la ofensiva
El intento fallido por parte de la fracción del PSUV de hacerse por la fuerza con el control de la Asamblea Nacional al inicio de 2020, ha ganado un mayor reconocimiento internacional para el sector que lidera Guaidó. De allí que Alarcón respalda que esa mayoría parlamentaria debe proceder a nombrar, de inmediato, el Comité de Postulaciones para iniciar el proceso para elegir un nuevo CNE.
Opina que “Guaidó tiene una segunda oportunidad infrecuente” y que le conviene recoger el aprendizaje de lo que salió mal en 2019 y corregir el rumbo en 2020. Por eso, aconseja que la ofensiva política demostrada en enero se mantenga en el terreno electoral.
“A los nuevos rectores que designe la AN, seguramente el gobierno de Maduro los va a desconocer, pero los va a reconocer el resto del mundo, y si tratan de nombrar otro CNE, usando al TSJ, estarán fuera de la Constitución y nadie se los va a reconocer. Entonces, lo que le toca a la Asamblea Nacional es avanzar en el proceso y que esos rectores le pongan fecha a las elecciones parlamentarias que la Constitución dice que deben realizarse este año. Para eso se requieren unos seis meses de preparación. Esas ya no serían unas elecciones que controla el gobierno sino las nuevas autoridades designadas por la AN”.
Según los estudios demoscópicos del CEPyG, las razones que los votantes alegan para justificar una posible abstención son de carácter político, como la desconfianza en los rectores del CNE, y no de naturaleza técnico-electoral.
“La estrategia que se anunció el año pasado –cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres– no se puede convertir en una camisa de fuerza. Ese mantra nos ha hecho mucho daño, porque ahora la gente pone como excusa para no ir a votar en las elecciones parlamentarias que no ha cesado la usurpación. Una de las funciones de un líder es ser pedagógico y debe explicarle a la gente que la estrategia debe ser dinámica. El paso 1 ya no puede ser el primero, porque las cosas cambiaron y hay que jugar distinto. Si la AN toma la iniciativa y designa rectores que gocen de la confianza de la gente, por lo menos quita uno de los obstáculos para ir la elección, porque, quizás, el obstáculo que representa Maduro en el poder no lo van a poder quitar”.
Lecciones aprendidas
Entre los aprendizajes que el 2019 dejó sobre Venezuela, Benigno Alarcón menciona seis como particularmente importantes:
“Un posible proceso de transición no puede dejarse en manos de terceros, sean Marines o la comunidad internacional”.
“Es muy difícil que el sector militar se divida como corporación”.
“Desde 1974 la mayoría de los procesos de transición son sociales, de abajo hacia arriba, no impuestos por una cúpula”.
“no hay que ‘quemar’ la protesta de calle como forma de lucha”.
“El corto plazo no funciona y el inmediatismo fracasó”.
“Las sanciones y el aislamiento no ayudan a la democratización”.
Ante esto, cree fundamental que los venezolanos se apoderen y empoderen del proceso de cambio político, porque “los terceros harán solo lo que a ellos les resulte rentable, somos nosotros los que tenemos que resolver este problema”.
“Nuestra última encuesta indica que la gente sigue estando dispuesta a la protesta en niveles tan altos como 2017, pero se ha vuelto más selectiva. La gente asiste a las protestas que tienen objetivos claros, que sirven para algo. Un 30% de la gente dice que está dispuesta a manifestar y para producir los procesos de transición lo que se necesita es un 3% de población movilizada”.
Su evaluación de la actitud de la comunidad internacional hacia Venezuela en 2020 apunta a que también hará ajustes según los aprendizajes.
“La comunidad internacional va a mantener la exigencia de realizar elecciones parlamentarias y presidenciales. Ni Europa, ni América Latina ni EEUU van a soltar esa bandera. Ellos también han aprendido que poner a la gente en situación de sobrevivencia, producto de las sanciones y el aislamiento, no ayuda a la democratización. Cuando la gente tiene que sobrevivir no lucha políticamente, al contrario, se encierra en resolver su vida. Como consecuencia de ese aprendizaje, lo humanitario se va a separar de lo político y ya no se van a imponer los mismos condicionamientos, salvo que la ayuda no la maneje el gobierno de Maduro ni se use con propósitos de control político”.
Construir identidad política
Consultado sobre la exacerbación del tranfuguismo en la política nacional y el aprovechamiento que el gobierno y el PSUV hacen del debilitamiento del compromiso dentro de la alianza de oposición, Benigno Alarcón menciona un análisis hecho por Francis Fukuyama en su libro State-Building, en el que aborda la corrupción y la construcción de identidad política.
“Me da tranquilidad ver que fueron tan pocos los diputados que pactaron con el PSUV. Creo que por la reacción internacional, el gobierno va a tratar de desdibujar ese asunto como una pelea entre opositores. Me parece que todos los que se prestaron a esta maniobra van a terminar como chivos expiatorios y se van a quedar solos. Pero el tema de la identidad política no es menor. Creo que uno de los problemas que estamos teniendo en la política es que si no se entiende cómo funcionan esas identidades va a haber problemas para construirla hacia dentro del partido y para poder desmontar otras identidades que son las que tienen que ver con un Estado impersonal del que habla Fukuyama”.
Alarcón recuerda que la conclusión del capítulo dedicado a los partidos políticos venezolanos –contenido en el libro Consolidación de una transición democrática– es precisamente que no existen.
“Esa conclusión es demoledora, pero cierta: en Venezuela no hay partidos políticos. Eso hay que tomárselo muy en serio y los partidos tienen que empezar a revisarse, buscar mecanismos para superar sus debilidades y construir verdaderos partidos que tengan una causa que los una, que tengan sus cuadros formados, que busquen tocar las bases sociales y no ser solo una franquicia que busca ganar elecciones. Nosotros estamos pensando en que hay que hacer una transición, pero quiénes van a dirigir esa transición. Para dirigirla necesitamos políticos formados. Yo no dudo de que si hubiera una transición en Venezuela vamos a contar con lo mejor de la burocracia, porque aquí hay técnicos muy buenos para lo que haga falta –agua, electricidad, petróleo– pero al proceso hay que darle gobernabilidad. Podemos tener a los mejores tecnócratas y el gobierno se puede caer, como ya nos ha pasado, porque no hay individuos que sepan darle viabilidad política a todo aquello. Entonces, es fundamental entender que nosotros necesitamos fortalecer nuestro sistema de partidos políticos y que ellos se tienen que tomar muy en serio eso. También creo que hay un espacio abierto para gente que quiera montar en serio partidos políticos que reúnan condiciones de partidos, no solamente ser un logotipo”.