La elección de una carrera universitaria supone un gran reto para los adolescentes, pues la consideran una elección permanente. Sin embargo, el caso de Oriana Gabriela Pinto Salcedo, estudiante de cuarto semestre de Educación, mención Ciencias Pedagógicas, demuestra que las segundas oportunidades existen y que nunca es tarde para hacer lo que realmente te apasiona.

Al graduarse de bachiller, en 2012, Pinto decidió estudiar Ingeniería en la Universidad Simón Bolívar. Dos años más tarde, en un intento por obtener un primer contacto con el ámbito laboral, comenzó a dar clases en el Instituto Andes de Caracas, centro educativo del cual es egresada. Su desempeño en este lugar la ayudó a encontrar su verdadera pasión y, en 2018, la impulsó a cursar la carrera de Educación en la UCAB.

Aunque al principio no lo notó, su relación con la formación había estado presente durante toda su vida. Fue coordinadora de campamentos e instructora de apostolados. Además, ejerció el cargo de suplente durante 2 años y, actualmente, trabaja como profesora titular de su antiguo colegio.

Becaria del programa Educa 20/20  (iniciativa de la Escuela de Educación que subsidia a los estudiantes de la carrera con el fin de promover la vocación docente) recientemente obtuvo el Premio a la Excelencia, otorgado por la Facultad de Humanidades y Educación, por su desempeño académico.

Pese a la crisis que afecta al sector educativo venezolano y la deserción docente, Oriana está convencida de que escogió la mejor carrera, porque cree en su profesión como un apostolado. Por eso, a sus 24 años de edad y a la par de sus estudios en la universidad, se dedica a formar a más de 170 niñas en las cátedras de Formación Católica, Matemática y Física; todo esto lo hace, además, sin dejar de lado su fe, la cual considera un pilar fundamental a la hora de tomar decisiones.

¿Por qué decidiste estudiar en la UCAB?

 “Inicialmente estudiaba Ingeniería de Producción en la Simón Bolívar desde que me gradué en 2012, pero en 2014 comenzaron los paros por las protestas y decidí comenzar a trabajar porque me habían cancelado las clases y no sabía qué hacer. Una amiga me recomendó para dar clases en mi antiguo colegio y empecé a hacer suplencias en primaria. Me gustó tanto dar clases que estuve 2 años pensando si realmente la docencia era lo mío porque, a lo largo de mi vida, había participado en otras actividades que tenían que ver con docencia, en apostolados y campamentos en los que debía formar a las chicas que iban a misionar. En el 2016, conversando con varios de mis amigos me mencionaron la beca Educa 20/20, apliqué y entré en marzo de 2018”.

¿Cómo entendiste que la educación era tu verdadera vocación?

“Cuando me propusieron estudiar Educación pensé, en un principio, que no tenía nada que ver conmigo, pero siendo suplente me di cuenta de que disfrutaba el ambiente del aula. Comprendí que lo que realmente me encantaba era conectar con las personas y eso no lo tenía en Ingeniería, porque la carrera era rígida. Yo pensaba que lo que me encantaba de Ingeniería eran las materias pero, al final, que te gusten las matemáticas o la física no significa que vas a ser buen ingeniero. Me di cuenta de que el aula era mi oasis. Actualmente doy las materias de Formación Católica (1er año), Matemática (2do año) y Física (3er año) y quiero vivir el proceso de acompañar a los alumnos desde que inician hasta que terminan sus estudios”.

¿Contaste con el apoyo de tus padres y de tu círculo de amistades al decidir cambiarte de carrera?

Fue complicado. En un inicio mi mamá no estaba tan segura de que cambiarme de carrera fuera la mejor decisión. Sin embargo, se dio cuenta de que realmente era lo que me apasionaba y logró aceptar mi elección. Cuando se lo comenté a mi papá me apoyó completamente, al igual que mi novio. Además, lo conversé también con una guía espiritual que también me ayudó en el proceso de tomar la decisión. Realmente, más allá de los demás, el mayor conflicto que tuve fue conmigo misma, porque soy una persona demasiado exigente y algunas veces para mí era un no lo logré. Lo que más me costó fue convencerme a mí misma de que estaba haciendo lo correcto y de que solo debía dar el paso”.

Muchas personas dejan a un lado la opción de la docencia por la remuneración que actualmente se les brinda en muchos centros educativos. ¿Era ese aspecto importante para ti?

“Participé en distintos programas con el profesor Richard Tovar y uno de los temas que conversamos en ese espacio es que, al final, cualquiera puede morirse de hambre si hace lo que no le gusta o si realmente no busca un espacio en el que se pueda desenvolver bien y que logre encontrar un equilibrio entre lo económico, lo profesional y lo emocional. Como veía que al profesor le iba bien, dije que era cuestión de hacer lo que me gustaba y buscar los medios. Es cierto que en todos los lugares no pagan bien, pero hay lugares en los que sí. Creo que voy a ser más infeliz estudiando algo que no me gusta, porque no voy a disfrutar la carrera ni en el ámbito laboral que haciendo lo que me gusta y el dinero vendrá”.

Hablas de una guía espiritual. ¿Es la fe un punto de vista importante en tu vida?

“Sí. Yo ya era católica, pero al ingresar a mi colegio, que también es católico y cuenta con figuras a las que puedes recurrir a la hora de tomar cualquier decisión, la religión se volvió un aspecto fundamental de mi vida y me apropié de mi fe. Llegar a la UCAB también fue increíble, porque el espacio se presta para que pueda desenvolverme en esa área”.

¿Qué te llevó a querer ejercer la docencia mientras cursas la carrera?

“No me lo había propuesto porque, cuando comencé a trabajar como personal fijo en el colegio, estábamos en el período enero – marzo, pero mi idea era dejarlo en marzo porque, en ese mes, comenzaría en la UCAB. Sin embargo, la Escuela anunció que nuestras clases serían en las tardes y decidí intentar intentarlo. Algo muy importante de haber tomado la decisión de trabajar y estudiar fue el hecho de que me parece demasiado enriquecedor tener la teoría y la práctica juntas. Es decir, cuando me gradúe voy a tener 5 años de experiencia y puedo intervenir más en clases porque tengo la práctica”.

¿Cómo te sentiste al recibir el Reconocimiento general a la excelencia académica 2019?

“Es la primera vez que lo recibo. Me sentí satisfecha porque realmente ha sido mucho cansancio acumulado entre trabajar y estudiar. El nivel de los profesores y de la Escuela es muy exigente pero sentir que di la talla para mi fue un honor por dos razones. En primer lugar es una universidad excelente y quedarme trabajando en el colegio fue un sacrificio; pero ver que sí pude fue realmente una alegría que no cabía en mí. Fue la confirmación de que había tomado la decisión correcta, la universidad correcta y la vocación correcta, porque más allá de una profesión, la Educación es una vocación”.

¿Cuáles son tus planes a futuro?

“Realmente no sé qué voy a hacer a largo plazo, pero en el corto y mediano plazo me veo todavía trabajando en el colegio. Siento que no he aprendido ni la mitad de lo que debería aprender no solo en la universidad, sino en la práctica. Tengo como meta graduar a las niñas a las que les doy clase y estar al menos unos 10 años empapándome de lo que es el aula, porque mi mención se enfoca en gestionar la educación, pero es necesario saber qué se hace en el núcleo del ámbito educativo, que es el aula. Creo que nadie puede ser un buen director ni administrador de la educación si no sabe realmente qué sucede en el aula”.

♦Texto: Albany Díaz/Fotos: Diego Salgado