La Venezuela que inició su vida republicana en 1830 heredó un desastre en todos los órdenes, producto de la larga y sangrienta guerra de Independencia y el terremoto de 1812. El país inició su recuperación, pero en el renglón salud la documentación existente revela que la atención médico-sanitaria de la población no fue objeto de especial atención por parte de los gobiernos que se sucedieron hasta prácticamente finales de la centuria.
Fueron frecuentes las quejas de las Diputaciones Provinciales por la gravísima situación de los hospitales y por el descuido e indolencia de los ediles por los enfermos. Los Consejos Municipales respondían que la escasez de fondos para atender el ramo salud obedecía a que los presupuestos eran mal calculados por el Congreso. La carencia de médicos agravaba la situación para atender epidemias, al punto de que en 1849 la Diputación de Caracas ordenó, a fin de combatir la propagación del cólera, que se habilitaran algunos lugares como hospitales y se acudiera a médicos y a “curanderos”.
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Los mandatarios y la sociedad venezolana generaron un contexto sanitario vulnerable incapaz de enfrentar con éxito las epidemias de viruela, fiebre amarilla, cólera, malaria o paludismo, buba y fiebre tifoidea, entre otras. Una sociedad siempre desprevenida ante cualquier catástrofe. En el centro de esta realidad se hallaba el venezolano común en el más completo estado de indefensión. No obstante, la Universidad Central de Venezuela, a pesar de sus etapas de esplendor y decadencia, de libertad académica y de intervencionismo oficial, graduó 531 médicos entre 1827-1890.
Para finales de la centuria se produjo un acontecimiento destinado a convertirse en referencia obligada de la historia médica en Venezuela: el 16 de agosto de 1888 el presidente de la República, doctor Juan Pablo Rojas Paúl, aprovechando una situación económica favorable, decretó la construcción del Hospital Nacional de Caracas, el futuro hospital José María Vargas. Contaría con 1000 camas para los pacientes y ofrecería docencia y formación para el personal de salud, de acuerdo con los tiempos de cambio que vivía el mundo en esta área. Allí laborarían los mejores profesionales de la época, entre tantos otros, el doctor Luis Razetti.
El “Vargas” se inauguró en 1891 y sus servicios y cátedras fueron adscritos a la UCV. Poco después, en 1895, se fundó la primera institución científica privada de Venezuela: el Instituto Pasteur de Caracas. Allí se produjeron las vacunas contra la difteria, la rabia y la viruela, se entrenó a jóvenes en el arte de la microscopía clínica y se realizaron investigaciones sobre parasitosis y otras enfermedades. Al declararse en 1898 la epidemia de viruela más feroz que ha vivido el país, el Instituto contaba con 45.000 vacunas, que se distribuyeron de manera gratuita.
♦Texto: Manuel Donís Ríos. Docente investigador del Instituto de Investigaciones Históricas UCAB/Foto: blogbanesco.com.
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