“No vayáis a ir contando por ahí que esto está sucio y que estoy muy flaco”, advierte Txorrote riendo, a media dentadura, al recibirnos en su casa.
4:00 am
Se levanta de la cama un par de horas antes de que la llanura empiece a despertar. No tiene nada que hacer, pero anoche se acostó temprano y tantas horas de cama le estorban. No hay compañeros a los cuales molestar en la casa. Camina a oscuras, toma la tableta y se pone a leer. El agua del tanque se está rebozando. Él escucha y sale a cerrar la llave de paso: “que no digan que no ayudo”, dice entre el humor y la sinceridad. Su labor en el internado no es un trabajo físico ni administrativo, es el sustento espiritual del complejo.
Amanece y afuera la vida del colegio San Ignacio del Masparro (escuela granja que fundó el propio padre José María Vélaz, creador de Fe y Alegría, en el estado Barinas) ya ha comenzado; los niños del internado se dirigen al comedor para desayunar. Un grupo ya está ordeñando en las vaqueras. Él no tiene hambre, como el día anterior. Buscará en la guía de la TV algún partido durante la mañana. Jugará la Real contra el Éibar. Se confiesa apátrida porque “me da la gana”; “apátrida, pero de la Real”. Entonces guardará la tarde para ver a su equipo.
Hoy cumple 65 años de su llegada a Venezuela. Lo celebraría con un palito de ron o una cerveza pero, en estos tiempos, con su pensión del seguro ya no llega para eso. Por suerte tiene cigarros, toma uno de la caja, busca el encendedor y disfruta de la primera calada. No tenía mucha idea de dónde quedaba Venezuela, pero en Loyola pidieron voluntarios para venir y levantó la mano.
Entra la tarde y él pasa el tiempo entre libros digitales; prefiere el papel, pero el glaucoma le impide leer con letras tan pequeñas. “Es una de las formas mejores de escaparse de la realidad. Entonces como no puedes escaparte de muchas cosas, lees y ya está”. Tras ese escape de la realidad -de la boca para afuera- a la tarde verá religiosamente el noticiero de la Televisión Alemana (DW), se enterará del acontecer del mundo: las protestas del Día de la Mujer o el crecimiento de la pandemia del coronavirus.
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El calor de la tarde empieza a hacer de las suyas y da una vuelta por la casa: una construcción sencilla, donde da igual si en un cuarto se meten herramientas que camas. Escucha a los chicos haciendo trabajos en la parte de atrás, un profesor les da indicaciones. “Yo nunca pensé dar clases de nada, luego he estado toda la vida dando clases”. Y en esa vida de profesor, hay quienes lo recuerdan como el que les enseñó a amar la literatura latinoamericana, en el Gonzaga, el IUJO y en el filosofado. “Yo creo que, de Joseíto para abajo, le he dado clases a ese grupo”, dice respecto a quienes han sido sus alumnos.
3:00 pm
Se inicia el partido. Suena el timbre y en el acto contesta: “voy”. Camina con las manos atrás de la espalda, espera que sea algún estudiante para preguntarle sobre el partido de la Champions. No tiene mucho trato con ellos, pero consigue acercarse por el fútbol. Minuto 16, Oyarzabal marca gol de penalti. Los chicos lo quieren y saben que la Real no es el Real. Minuto 90, final del partido, gana la Real, ya puede estar tranquilo.
(Ver también: Vivir Intensamente Hoy. La crónica PAZando sobre Pablo Montilva y su labor contra el VIH en El Nula)
La hermana Moraima toca la puerta. Ella es la que lleva la institución: fue alumna de Txorrote en Maracaibo y ahora suele ir en búsqueda de acompañamiento a su casa. Es su contacto con la realidad más cercana, la del colegio. Quien le ayuda cuando se extiende en las misas, porque parece que las homilías se extienden con la edad. Ella vigila que él coma algo durante el día y le habla con el cariño y la dureza de una amistad de años.
Cae la noche a las 7:00pm. José María Aguirre Epelde (Txorrote), el posible último jesuita del San Ignacio del Masparro, en el estado Barinas, se marcha a la cama. “Yo fui el último de los jesuitas que estábamos en La Guanota y por lo que me sospecho, seré el último aquí también”.
♦Texto: Julen Azpiritxaga. Estudiante del 6to. semestre de Economía y participante de PAZando 2020/Foto: Dirección de Identidad y Misión UCAB
PAZando es un programa de inserción social estudiantil, promovido por la Dirección de Identidad y Misión de la UCAB, a través del cual los participantes viajan a distintas comunidades rurales del país, con el fin de conocer la realidad que viven sus habitantes, intercambiar experiencias y ofrecer apoyo y atención desde su área de competencia, todo como parte de la misión de la universidad de formar profesionales solidarios y comprometidos con los sectores vulnerables.
Esta crónica forma parte de una serie que busca dejar testimonio de cómo la experiencia de PAZando cambia la vida de los estudiantes que se involucran en este proyecto.
Para más información sobre PAZando están disponibles sus cuentas en redes sociales. En Instagram pueden buscarlos como @pazando.ucab o @dimucabg; en Facebook como Dirección de Identidad y Misión UCAB y en Twitter como @ucabmagis.
¡Ah, Chorrote! ¡Te andaba buscando por el mundo! Me diste clases por tres años en el Gonzaga. Te llevo conmigo desde entonces, recordándote desde que salí del colegio en 1978. Ahora que sé dónde estás voy a tratar de contactarte si me lo permites.
Omar Gómez
(A lo mejor ni te acuerdas de mí )
Una nota que me alegra durante esta cuarentena: saber sobre la vida del único «Chorrote». Lo conocí cuando era un chamo, por allá en el año 1986, en las aulas del Jesús Obrero de Caracas y, como dice su artículo, me enamoró de la literatura. Tuve el privilegio de ser su alumno. Agradecido de por vida con el único «Chorrote»….