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En el siglo XIX las estadísticas sobre la peste y el cólera fueron tema para la diatriba política

Durante la época de la Conquista, la tarea de levantar algunos datos demográficos le correspondió a la Iglesia católica. De eso, los primeros registros se hallan en el siglo XVI. Luego, en la naciente época republicana, esos cómputos fueron asumidos también por la prensa independiente que, más avanzado el siglo XIX, debió hacer frente a los gobernantes cuando estos pretendieron subestimar las cifras de enfermos y muertos correspondientes a la epidemia de cólera, censurar a los periódicos y criminalizar a los médicos que proporcionaban las cifras.

Entre los años 1854 y 1856 los costos de los entierros y la falta de camposantos agravaron una situación, de por sí dramática, que llevó a que los cadáveres se amontonaran y fueran abandonados en los caminos, producto de las consecutivas epidemias de viruela y cólera, comentó la profesora María Soledad Hernández, durante su charla “Pandemias, estadísticas e historia”, parte del ciclo de conferencias, iniciado el 4 de junio, “Pandemias y epidemias: su historia y su presente”, que continuará cada jueves hasta el 23 de julio. La videoconferencia fue moderada por el historiador Tomás Straka.

Hernández, directora encargada del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UCAB, se ha especializado en el estudio de la prensa venezolana del siglo XIX, línea de trabajo en la que basa su cátedra en la Escuela de Comunicación Social de la UCAB.

En el pasado, como en el presente, los datos sobre las epidemias fueron objeto de debate político y el número de víctimas fue usado para responsabilizar a la causa republicana por la cantidad de fallecidos, lo que se hizo en 1815 desde las páginas de la Gazeta de Caracas, cuando estaba bajo dirección de José Domingo Díaz, comentó la Doctora en Historia.

Desde este medio, cuando era vocero de la monarquía española, se acusó a los promotores de la Independencia de causar más daño que la enfermedad –“la peste son ellos” – y concretamente se responsabilizó a Simón Bolívar y su Decreto de Guerra Muerte, señalando que el mismo tornó la lucha armada más violenta y sangrienta, al provocar 221.847 fallecimientos, más que la propia enfermedad. José Domingo Díaz agradeció en esas páginas a Fernando VII por haber salvado a muchos otros de morir.

Recordó la directora del IIH que hubo una diatriba pública entre Díaz y Bolívar, a través de la Gazeta de Caracas y El Correo del Orinoco, por esta situación. En el medio de comunicación de los patriotas, a partir del número 87, se incluyó una sección de estadísticas que abarcó nacimientos, bautizados y defunciones, con datos como edad y nombre de los padres. No obstante, precisó la profesora, los decesos y enfermos no formaron parte de estos reportes.

(Ver también: #EsHistoria. Situación médico-sanitaria en la Venezuela colonial)

Los primeros datos

Entre los primeros levantamientos de datos que se hicieron en el territorio, antes de ser Capitanía General de Venezuela, Hernández explicó que en el siglo XVI los registros eclesiásticos se ocupaban de los nacimientos, bautizos, matrimonios y defunciones, pero con el transcurrir del tiempo se incorporó a esa data los daños ocasionados por “numerosas enfermedades que van mermando la escasa población existente”.

Gracias a esa labor tan detallada se conoce, por ejemplo, sobre los efectos de la viruela y el vómito negro durante el siglo XVII. Luego, en el siglo XVIII, los obispos Diego Díez Madroñero y Mariano Martí, inician el registro del número de habitantes por cada casa, sexos, edades, condiciones de vida, nacionalidades, confesiones y comuniones, entre otros datos.

“Este censo tiene un inestimable valor que va más allá de los datos demográficos y religiosos. Refiere las numerosas epidemias que azotaron al país y las condiciones de insalubridad en la que se encontraba buena parte del territorio”.

Recuerda María Soledad Hernández que, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, hubo viajeros, como Alexander Von Humboldt y Aimé Bonpland, que se abocaron a levantar datos, no solo geográficos y de la flora y fauna, sino información de interés sobre la gente, los conflictos políticos, las enfermedades y las condiciones de vida de quienes habitaban el territorio de Venezuela.

Es en el siglo XIX es cuando aparecen unas “protoestadísticas”, que todavía distaban de ser como los registros modernos, comentó.

El primer periódico independiente, el dominical Semanario de Caracas, nace en 1810 y cierra en 1812 “por razones políticas”. Estuvo dirigido por Miguel José Sanz y fue el primero en publicar estadísticas, sección a cargo de José Domingo Díaz, antes de que este se ocupara de la Gazeta de Caracas, su competidor. Esos datos abarcaban comercio, agricultura, producción, precios, división político territorial, ciudades, villas y pueblos, la división eclesiástica y datos de la población civil.

“Llama la atención que Díaz, siendo médico, incluye escasa información sobre enfermedades, esa información es casi inexistente. Menciona la viruela, pero no da cifras de contagiados ni fallecidos. Habla de los efectos de fenómenos naturales y epidemias que se presentan luego de los terremotos”.

La información epidemiológica en la era republicana

Cuando empieza la segunda mitad del siglo XIX, llegan a Venezuela, consecutivamente, las epidemias de viruela y cólera, cuyos efectos son minimizados por los gobernantes.

A la terrible epidemia de viruela que atacaba el país le va a seguir en septiembre de 1854 el tan temido cólera morbus, originario de India y que va a tocar tierra venezolana procedente de Trinidad”. Al año siguiente, la epidemia ya domina el territorio y, en total, habrán fallecido alrededor de 20 mil personas cuando la enfermedad entre en remisión en 1856.

“A la situación crítica, no solo por la enfermedad y la terrible situación política, económica y social, se suma las postura incoherente y poco asertiva de los gobernantes de turno, José Gregorio y José Tadeo Monagas, quienes en un primer momento niegan la existencia de la enfermedad en el país, invisibilizan la información a través de la censura de la prensa y detienen a algunos médicos por denunciar esta situación”.

En esta ocasión, fue el periódico llamado Diario de Avisos y Semanario de las Provincias, dirigido por Mariano de Briceño, el que burla la censura.

“Su redactor jefe señala en 1854 que solo en la isla de Margarita han fallecido entre septiembre y octubre de ese año 1.549 personas a causa del cólera. Mientras que la cifra oficial era de 1.725 en todo el país”.

Relató la especialista que Briceño “recogía la información directamente de hospitales, juntas de beneficencia y algunos médicos”.

En 1856, el informe del secretario de Interior y Justicia habla de la desaparición progresiva del mal y estima en alrededor de 5.000 los muertos durante dos años, “pero le sale el paso el obispo de Trícala y Vicario Apostólico de Guayana, Mariano de Talavera y Garcés, quien habla de que tan terrible enfermedad se ha llevado más de 20 mil almas”.

 

(Ver también: #EsHistoria. Epidemias, Gobierno e Iglesia)

Talavera, en plena epidemia de cólera, fundó en Caracas, el 14 de marzo de 1855, el primer periódico eclesiástico del país, que se ocupa también de las estadísticas, entre ellas el detalle de los muertos entre la población infantil y adulta, siendo mayor el número de niños fallecidos. También fue elevado –recalcó Hernández– el número de religiosos y religiosas que murieron contagiados mientras atendían a los enfermos.

“Desde el semanario se hace una intensa campaña de prevención del cólera, se publica un folleto preparado por el doctor José María Vargas en los años 1840. En las mismas páginas del semanario se cuestiona al Gobierno central y regional por la falta de políticas cónsonas con la tragedia”.

Al cerrar su charla, recordó la historiadora que, tal como ocurrió en el pasado, ahora en el presente es también gracias a la labor de la prensa, las ONG y las universidades –la USB, la UCV y la UCAB entre ellas– que la realidad de las estadísticas de lo que sucede en Venezuela se puede conocer.

♦Texto: Elvia Gómez/Foto: Plaza Bolívar. 1870. Acuarela de Ramón Bolet-Peraza

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