Los venezolanos clamamos salir de esta agoníay reconstruir la vida. Las elecciones libres y la democracia son un componente necesario de ese cambio nacional.
Por el contrario, el régimen se aferra al poder y propone elecciones para no cambiar: El Ejecutivo ordena y su Tribunal Supremo cumple, nombrando un CNE dócil que expropia los partidos AD, Primero Justicia y COPEI y los entrega a amigos. Voluntad Popular, Un Nuevo Tiempo y cualquier otro que sea necesario, están en lista de espera para la intervención. Con esto se logra dividir a la oposición y empujar a la mayoría a la abstención. Lo importante es ir a elecciones parlamentarias sin riesgo de perderlas.
Esto luego de que al régimen le fallaron este año todas las otras maniobras para asaltar a la Asamblea Nacional, única instancia democrática legítima y fuera de su control. Tomar la AN electa y anular a su presidente Guaidó, respaldado por la unidad de la mayoría opositora, era y sigue siendo el objetivo.
En dictadura sin salida.
En la población hay cansancio político y la muchedumbre, atrapada por graves y vitales urgencias socioeconómicas, no ve salida. Hace un par de meses muchos opositores se iban convenciendo de la conveniencia de ir a elecciones parlamentarias, aunque las condiciones no fueran las deseables. Fuera del Gobierno y de la oposición frontal había políticos -curtidos en batallas pasadas, aunque ahora con poco apoyo-, dispuestos a tejer con el régimen un camino electoral, rechazado por los partidos opositores más significativos. Unos, colaboradores de buena fe, y otros dispuestos a dejarse convencer por los argumentos típicos de regímenes dictatoriales sin escrúpulos.
Pero el régimen ha impuesto su trocha electoral con extremo y tiránico descaro, dejando en mal lugar a sus colaboradores nacionales e internacionales. Maniobra tan desvergonzada que ni en Europa ni en América ha habido un solo Gobierno amigo del régimen que se haya atrevido a apoyar el nuevo CNE, ni a la expropiación de los partidos políticos decretada por el Ejecutivo y ejecutada por el Judicial. De la decena de simpatizantes del régimen en la OEA ni uno solo tuvo el cinismo de votar a favor de esta maniobra: unos se abstuvieron y otros se ausentaron.
El régimen, cercado y a la desesperada, juega sus cartas dictatoriales a la cubana. Su actual descaro dictatorial nos parece coherente pues para ciertos “revolucionarios” las votaciones no son soberanas, sino simulacros para mantenerse en el poder; y un “revolucionario” no comete la estupidez de debilitarse con la división de poderes, ni entrega el poder por unas elecciones burguesas.
A finales de 2015, la oposición unida logró un triunfo rotundo y la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional. Se prendió la luz roja y el régimen de inmediato se dedicó a anular los efectos de esa derrota, que no puede volver a ocurrir. El Ejecutivo atornilló su Poder Judicial (TSJ) y para mayor seguridad creó ilegalmente la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) 100% del régimen; no para hacer una nueva constitución sino para tener un garrote “supraconstitucional” capaz de anular todo poder constituido indeseable. El Ejecutivo, con sus dos brazos TSJ y ANC, ha ido dando bastonazos para anular todo, mientras con su brazo policial y armado ha aumentado la persecución política. Pero hasta ahora, no han podido eliminar la AN y a su presidente Juan Guaidó, aunque sí los han frenado. Pero ahora, in extremis dejan el pudor político y están haciendo las cosas para controlar la próxima elección parlamentaria.
Qué hacer para cambiar y reconstruir el país
Toda la lógica anterior parece empujar a la abstención de los demócratas. Algunos pensarán que no es tan grave, pues en dictadura estamos desde hace dos décadas. Otros piensan que hay que votar, pues sin AN y sin Guaidó como legítima referencia nacional e internacional, los demócratas quedarán descabezados, ignorados y sin asidero institucional.
El simulacro electoral bajo inteligencia y mandato cubano es para no cambiar sino atornillar el actual infierno, donde 60% de los venezolanos no tiene con qué comprar comida, el bolívar se empequeñece con la superinflación, agonizan las empresas al 30% de su producción y no hay inversión pública ni privada; los centros de educación están cerrados y los servicios públicos en estado catastrófico… Como dicen los obispos, esta inhumanidad de país “no es moralmente aceptable”.
Los venezolanos estamos sometidos a un estado de guerra y no podemos pensar ingenuamente que se debe al COVID-19. Mientras la dictadura se va endureciendo y la oposición es perseguida como nunca antes, los países democráticos del mundo no la van a complacer con el cese de las sanciones internacionales, ni colaborar con abundante lluvia de ayudas e inversiones que son imprescindibles para la reconstrucción,.
La elección libre y democrática no es una oferta de la dictadura, sino una exigencia de la democracia y una condición indispensable de un nuevo Gobierno de cambio y unión nacional para la reconstrucción con otro modelo y con el necesario apoyo internacional. Por ahora sigamos presionando y exigiendo elecciones verdaderamente libres en condiciones suficientes, aunque no sean las ideales. Unión, movilización y clamor nacional para el cambio y la reconstrucción inclusiva. Dentro de unos meses veremos cómo evoluciona este infierno y qué salidas se abren.