El sacerdote jesuita comparte extractos de una carta enviada por un grupo de católicos cubanos, quienes claman por apoyo para superar la crisis política, social y de autoritarismo que viven los habitantes de la isla caribeña. «Necesitamos leerla y leernos en ella», apunta Ugalde.
Extraordinario. No es una denuncia airada, ni un grito de rebelión, es algo más profundo esta carta de católicos cubanos que se sienten llamados a romper el silencio con una confesión pública dolorosa y esperanzada de una realidad inocultable. La sanación requiere el reconocimiento de la realidad enferma. Sabemos que la situación de Cuba no es nueva, pero sí su agravamiento y el coraje liberador de esta proclama en un país que prohíbe hablar. Los venezolanos necesitamos leerla y leernos en ella, pero faltan los medios para difundirla. Aun a riesgo de mutilarla por falta de espacio, recojo algunos párrafos (sin nada mío y con «…» para las omisiones), como una invitación a su lectura completa.
“Hermanos cubanos: Como creyentes en Dios, sacerdotes, consagrados, laicos, como hombres y mujeres de buena voluntad, como cubanos que amamos a nuestra patria y que soñamos un futuro luminoso para ella, enviamos este mensaje, nacido del amor. (…) “Nuestra conciencia no nos permite permanecer callados de frente a la construcción del presente y del futuro de nuestra nación”. (…)
“Queremos dar voz a nuestros pensamientos y sentimientos: alegrías y tristezas, frustraciones e ilusiones… sabiendo que no son solo nuestros sino de una gran parte de nuestro pueblo cubano en cada una de las orillas donde palpita el corazón de Cuba, porque somos una única nación en la Isla y en la diáspora. “El cubano sufre, vive y espera aquí y también sufre, vive y espera allá afuera”
“He escuchado el lamento de mi pueblo (Éxodo 3,9). La Palabra de Dios es luz para lo que vive nuestra patria hoy. En el libro del Éxodo, la Biblia nos relata la historia de Moisés, el hombre al cual Dios se manifiesta con la intención de liberar a su pueblo de la esclavitud de Egipto, y al cual le dice: “He visto la aflicción de mi pueblo (…). He oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo (…). Ponte en camino que yo te envío”. “Dios ve, escucha y siente con su corazón de Padre lo que vive su pueblo, no le pasan desapercibidos sus tristezas, sus angustias y su clamor”.
Sin embargo, la liberación no es obra solo de Dios, o de Moisés; es obra también de un pueblo que se une en torno a la fe y al ansia de libertad.
“Soñar a Cuba y continuar construyendo nuestra sociedad es posible, solamente, si partimos de su realidad. La contemplamos con inmenso amor, como lo hace un hijo con su madre; y también con mirada crítica, como lo hace un hijo adulto que ha renunciado a permanecer como un eterno inmaduro”.
“La sociedad cubana es diversa y heterogénea. No existe ya aquella pretendida y a la vez artificial uniformidad social. En Cuba coexisten diversos estratos sociales y económicos. La presencia de clases sociales y el progresivo ahondamiento de sus diferencias es una realidad palpable y especialmente dolorosa cuando los más pobres sufren los embates de medidas económicas que los dejan desamparados”.
“Cuba también es diversa desde el punto de vista político e ideológico. Hay un sector afín a la ideología oficial que sustenta el Estado, y también hay numerosos sectores en la sociedad civil con otras orientaciones ideológicas que, aunque no son reconocidas oficialmente, están presentes, algunas de ellas con organización, y ejercen un influjo real en la sociedad”. (…)
“Estamos viviendo el colapso de un modelo económico, político y social. Aunque previsible por fundamentarse en una filosofía que ignora la verdad sobre lo que da sentido pleno al ser humano, el sistema económico, político y social que define los destinos de Cuba desde 1959, ha sido incapaz de evolucionar. Han sido muchas las propuestas para reactivarlo, una especie de cadena interminable de promesas incumplidas de “ahora sí”.
“La continua promesa incumplida ha llevado a un cansancio y a un escepticismo que cae como una densa nube sobre el cubano de a pie. Este, a menudo, siente que se hunde en el desaliento por vivir en un país cuyo futuro feliz se aleja, como el horizonte, con cada paso. Asistimos en este momento a medidas extremas. Las tiendas en MLC y el llamado ordenamiento económico amargan aún más la cotidianidad de este pueblo. Su trabajo no le permite el acceso a comprar dignamente lo que necesita. Vive acosado por un grave desabastecimiento, por precios prácticamente inalcanzables, y por tener que pagar en una moneda extranjera que con su esfuerzo no puede ganar. Esta situación lacera el valor del trabajo y con él, la mismísima dignidad humana. Depender de lo que otros manden del fruto de su trabajo, nos coloca inevitablemente en una situación de mendicidad”.
“No se puede desligar lo económico de lo político. (…) Cuba necesita cambios políticos. Con esta intuición de los obispos cubanos, hoy son muchos los que se comprometen por un cambio pacífico y, lamentablemente, reciben la represión por respuesta. La política necesita escuchar a la realidad y partir de ella, de lo contrario se convierte en ideología. Es un absurdo con terribles consecuencias sacrificar la realidad en el altar de una ideología.
“La generalización de la corrupción. La doble moral y la mentira se han convertido en elementos cada vez más habituales de nuestra cotidianidad. La falta de libertad de pensamiento y la censura estimulan la incoherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace. Por otra parte, la casi imposibilidad de vivir sin incurrir en ilegalidades, hace del “mercado negro” un aliado indispensable de la subsistencia y un ámbito dominado por el robo, el soborno y hasta el chantaje. El ambiente de “sálvese quien pueda”, donde todo vale, muestra una corrupción que permea prácticamente todos los estratos sociales.
A esto se suma la sensación de que continuamente estamos siendo espiados, de que podemos “caer en desgracia”. Esta sensación, confirmada por la delación de la que, como víctimas o testigos, todos tenemos experiencia”. (…)
“La crisis de la familia: una herida en el alma de Cuba. El ambiente que vivimos incide directamente en la familia cubana. Muchos hogares se desestructuran por la separación que implican la emigración y las misiones”. (…)
“Crisis del sistema educativo (…). La subordinación de los intereses educativos al sistema político-ideológico provoca que el nivel académico haya bajado drásticamente en los últimos decenios. Este sometimiento de la educación a la política explica la mutilación del pensamiento crítico, la imposición de un esquema único de reflexión en el que pocos creen”. (…)
“El clamor de mi pueblo. Vivimos un momento crítico de nuestra historia nacional (…). Los ensayos oficiales de respuesta revelan que la crisis implica a la estructura misma del sistema, lo cual se ha manifestado de un modo evidente en la negativa a sostener un diálogo abierto y transparente, promoviendo la violencia verbal, psicológica y física, en lugar de buscar un debate realista e inclusivo que exponga las diversas propuestas y conduzca a soluciones evaluables”.
“Necesitamos superar el autoritarismo, de manera que se evite “la tentación de apelar al derecho de la fuerza más que a la fuerza del derecho [8] y todos los hijos de esta tierra podamos sentarnos, en igualdad de condiciones, en la mesa de un diálogo nacional, pues Cuba es de todos y para todos los cubanos. No es ético adjetivar la Patria y conceder carta de ciudadanía a unos pocos privilegiados miembros de un partido”. (…)
“Ponte en camino que te envío (…) importante que lleguemos a sentirnos más fuertes, que nos convenzamos de que podemos actuar y vivir sin dejarnos paralizar por el miedo, de modo que logremos expresarnos libremente, buscar el bien y la justicia conservando la paz, y ser críticos de nuestra realidad, porque, de hecho, es un deber de todos aportar a la construcción de una Cuba nueva”.
“Para los creyentes existe un compromiso político-económico-social que brota de la fe, esta nos lanza al mundo a transformarlo, a humanizarlo según la imagen del hombre pleno que hemos contemplado en Cristo”. (…)
“Con el papa Francisco estamos convencidos de la necesidad de conversar desde la verdad clara y desnuda (…). Ya no hay lugar para diplomacias vacías, para disimulos, para dobles discursos, para ocultamientos, para buenos modales que esconden la realidad”. En Cuba la democracia no será una realidad mientras la pluralidad y la diversidad de pensamientos no sean aceptadas y respetadas en el proyecto de Nación”. (…)
“Necesitamos con urgencia:
Mejores marcos legales. (…) El reconocimiento de la plena ciudadanía de los cubanos residentes en el exterior. Significa que estos puedan participar también activamente en la toma de decisiones de la sociedad cubana. Como acontece a todos los ciudadanos de cualquier país democrático, todo cubano debe poder, desde su residencia en el exterior, participar cívicamente en los destinos de su nación”.
“Entender lo que significa la reconciliación nacional. Como pueblo, tenemos heridas y conflictos no resueltos. Queremos reconciliarnos para vivir bien y en paz, y esto solo será posible reconociendo la existencia de los conflictos y buscando la solución en medio de ellos.(…) [9] Pero la verdadera reconciliación no escapa del conflicto sino que se logra en el conflicto, superándolo a través del diálogo y de la negociación transparente, sincera y paciente” [18].
“Entender la relación entre amor y verdad. Un error común es pensar que la predicación del amor excluye el decir la verdad en su realismo dramático (…) En la carta encíclica “Fratelli Tutti” el papa Francisco nos advierte que: “No se trata de proponer un perdón renunciando a los propios derechos ante un poderoso corrupto, ante un criminal o ante alguien que degrada nuestra dignidad. Estamos llamados a amar a todos, sin excepción, pero amar a un opresor no es consentir que siga siendo así; tampoco es hacerle pensar que lo que él hace es aceptable. Al contrario, amarlo bien es buscar de distintas maneras que deje de oprimir, es quitarle ese poder que no sabe utilizar y que lo desfigura como ser humano”.
“Optar por la verdad. Necesitamos vivir la verdad en cada decisión de la vida cotidiana. No colaborar con lo que no creo, no participar de la violencia, los actos de repudio, la delación del hermano. ¿Por qué desfilar cuando no comparto las razones del desfile? ¿Por qué asentir en una reunión cuando no estoy de acuerdo? ¿Por qué callar cuando dentro de mí sé que no están diciendo la verdad? ¿Por qué aplaudir si estoy en desacuerdo? ¿Por qué escuchar a mis miedos y no a mi razón?”. (…) “Esta opción fundamental por vivir en la verdad y en la libertad nos descubre nuestro real poder como ciudadanos. Somos un gigante dormido que puede hacer que Cuba cambie. (…)Algunos esperan el cambio desde arriba, otros aspiran que llegue una especie de líder mesiánico que arregle todo; sin embargo ―ya lo hemos dicho― el cambio empieza por nosotros, por nuestro interior”.
“Vacíos de odio, renunciamos absolutamente a la violencia, a la agresión incluso verbal, a la calumnia, a los métodos de los que hoy son víctimas los que proponen un camino nuevo para Cuba. Son métodos caducos e indignos de esa nueva Cuba que empezamos a construir. Una nueva Cuba debe ser humana y humanizadora de sus ciudadanos. Nuestro camino no tiene nada que ver con el odio y la violencia; y sí con una unidad que no excluye. El cambio bueno y necesario no es posible si permanecemos divididos. Urge deponer intereses particulares y pensar proyectos y destinos comunes”.
“Rompamos las cadenas, las peores son las que llevamos en la mente y el corazón. Optemos por la verdad, y actuemos como hombres y mujeres que ya son libres. Escuchemos nuestra conciencia y empujemos con cada palabra y con cada acción en la dirección correcta de la historia, en la dirección de la libertad de esa Cuba nueva y feliz que ha comenzado a ser realidad en nosotros”. (…)
“Epílogo. Hemos compartido esta reflexión en el respeto y la valoración de aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que en el ejercicio de su libertad han decidido no profesar la fe y que también comparten nuestros deseos de renovación”. (…)
“Sí, es momento, como pueblo, de volver el rostro a Dios, y de volver a escuchar en la zarza ardiente sus esperanzadoras palabras: “He visto la aflicción de mi pueblo… He oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias. Voy a bajar para librarlo… Ponte en camino que yo te envío”.
*Foto: Elpolitico.com