A propósito del Día de la Juventud, el futuro economista ofreció testimonio sobre las inquietudes de su generación, increpada por la incertidumbre de no saber si emigrar o quedarse en Venezuela y la dificultad que supone solucionar la crisis socioeconómica del país.

El 12 de febrero está marcado en el calendario de feriados nacionales como un recordatorio de la gesta heroica de los jóvenes seminaristas y universitarios que, en 1814, dieron sus vidas en pro de la Independencia de Venezuela, en la llamada Batalla de La Victoria.

La efeméride también se ha convertido en oportunidad para que las nuevas generaciones alcen su voz, concienticen sobre las batallas que combaten día a día, alerten sobre los problemas que padecen e impulsen propuestas para la articulación de iniciativas transformadoras en el ámbito político, económico y social.

En Julen Azpiritxaga, estudiante del séptimo semestre de Economía de la UCAB, es posible encontrar ese profundo sentido de responsabilidad. Además de su formación académica, Azpiritxaga ha encontrado en la UCAB un espacio para desarrollar actividades que enaltezcan su deseo de servir a los demás. Ha sido un habitual participante del programa PAZando, iniciativa que promueve la inserción social y convivencia de estudiantes en comunidades vulnerables de distintos estados del país, proyecto en el cual actualmente es coordinador. Aunado a esto, trabajó en la Dirección General de Desarrollo Estudiantil de la institución y formó parte del Movimiento Estudiantil en el año 2017.

Para él, la construcción de la sociedad que anhela depende de la capacidad que tengan lo jóvenes, como él, de adoptar este deseo como vocación de vida, pese a las dificultades y riesgos que esto pueda suponer.

«A veces es difícil asumir este compromiso como una vocación de vida por todo lo que esto puede implicar. Sin embargo, la realidad nos demanda ponernos en frente y empezar a construir espacios de encuentro, reconciliación y democracia», confesó.

Azpiritxaga reconoce que la generación que representa está afectada por el desánimo, ante la incertidumbre de no vislumbrar oportunidades para condiciones de vida dignas para el ciudadano.

Sin embargo, está convencido de que cada quien debe asumir un rol protagónico para definir el futuro que desee, para sí y para los otros.

«Creo que asumiendo nuestro rol de constructores, innovando en los campos en los que nos desenvolvemos, aportando soluciones inteligentes al contexto y poniendo nuestra labor al servicio de la sociedad esa incertidumbre empieza a tener una claridad y nos da la oportunidad de soñarnos siendo grandes profesionales», comentó.

 

El futuro economista no es indiferente ante al fenómeno migratorio, protagonizado por miles de jóvenes. Rechazó cualquier juicio de valor referente a una decisión «válida de cualquier manera» y puso como ejemplo su propia experiencia como emigrante que decidió volver a Venezuela, la cual le ha permitido entender tanto la postura del que se va como la del que se queda.

«Tengo muchos familiares y amigos afuera y tengo otros que siguen aquí. Soy nieto de inmigrantes que se establecieron en esta tierra, así que no puedo juzgar sus decisiones. Lo que creo es que los efectos de esta migración masiva los veremos en unos años, cuando tengamos una brecha generacional importante en el país. Creo que todo joven ha pensado en irse de Venezuela, yo tuve la oportunidad de hacerlo y lo hice en su momento; sin embargo, aquí estoy, formándome en un país que necesita cada día más de profesionales humanos que estén dispuestos a servir a la sociedad venezolana», afirmó Azpiritxaga.

Cree que el éxodo masivo solo podrá detenerse, y quizás revertirse en cierta medida, si ocurre un cambio político en Venezuela que derive en la instauración de un gobierno conformado por mandatarios que «puedan ser francos con ellos mismos y con todo el país».

 

«Quizás soñando empecemos a construir lo que hoy parecen utopías»

El joven sostiene que Venezuela es aún tierra de oportunidades, pese a que existe un «retroceso en todos los campos de la vida al que nos hemos visto sometidos en los últimos años», del cual acusa, en parte, a la mentalidad rentista que dominó Venezuela en los tiempos de mayor bonanza petrolera.

Como la formación para el cambio comienza en casa, celebra la oportunidad que tienen los ucabistas de involucrarse en la política universitaria a través de la representación estudiantil, la cual comprende como una práctica útil para el planteamiento de soluciones reales que aludan a la vida universitaria y sirvan de ejemplo para la promoción de futuros procesos democráticos en la nación.

«Valoro positivamente cualquier espacio democrático al cual estemos llamados a participar, la política universitaria es un espacio para debatir ideas con argumentos y plantear soluciones reales a los problemas de los estudiantes. Pero también considero que es importante que los representantes estudiantiles sean conscientes del rol que tienen que ocupar al ser electos por los estudiantes y las responsabilidades que esto amerita», apuntó el estudiante.

Sobre los efectos de la pandemia en la vida cotidiana, lamentó que el distanciamiento y la cuarentena hayan afectado la vida universitaria «tal como la concebíamos», pues considera su dinámica de presencialidad y contacto cercano es fundamental para articular los esfuerzos que se requieren para el progreso del país.

«La universidad es un lugar que ayuda a incubar ideas y sueños, pero para eso hace falta el contacto humano, el disertar cara a cara tomándose un café y estar con compañeros y amigos. Muchos de nosotros pasamos de estar horas en la universidad a estar horas pegados a una pantalla y eso, evidentemente, ha tenido un impacto negativo en nosotros», dijo Azpiritxaga.

Finalmente, quiso brindarle un mensaje de aliento a otros jóvenes en su día.

«Es complicado darle un mensaje de ánimo a una generación completa. Sin embargo sí puedo hacer un llamado a que todos se sientan constructores, que sepan que nos toca empezar de cero a construir, pero que nos estamos preparando para eso. Que cualquiera que sea su decisión con respecto a irse o quedarse, asuman ese llamado al servicio a los demás como una vocación profesional. Y que sobre todo sueñen, sueñen con un país distinto, con una vida digna, que se sueñen como grandes profesionales cualquiera que sea su campo. Porque quizás soñando empecemos a construir lo que hoy parecen utopías», finalizó.

♦Texto: Diego Salgado/Fotos: Cortesía de Julen Azpiritxaga