La doctora en Lingüística y profesora de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB resaltó que el idioma castellano ofrece herramientas que cubren las necesidades de integración. Rechazó, por incorrecto, el uso de la «x» o el «@» para hacer visibles a colectivos o minorías
La lucha por el lenguaje inclusivo (uso del idioma sin implicaciones sexistas) se remonta a la década de los 70 del siglo XX, cuando el movimiento feminista estadounidense manifestó la poca relevancia y la representación despectiva que tenía el género femenino en el uso formal e informal de la lengua.
Durante los últimos años, este movimiento se ha venido expandiendo y, además de las mujeres, también ha ganado apoyo entre la comunidad LGBTIQ, sobre todo entre quienes no se sienten identificados con ninguno de los dos géneros, es decir, las «personas no binarias».
El pasado 5 de julio, durante la conmemoración de los 210 años de la firma del Acta de Independencia, Nicolás Maduro se montó en la ola de esta tendencia con un discurso en el habló de “todos, todas y todes”.
Un día después, el 6 de julio, la Asamblea Nacional comunicó la aprobación, en primera discusión, del proyecto de «Ley sobre la Promoción y uso del Lenguaje con Conciencia de Género«, instrumento que consta de 10 artículos y que -según señaló su promotora, la diputada Niloha Delgado- busca hacer obligatorio en las comunicaciones oficiales del Estado el lenguaje no sexista, para «visibilizar en la comunicación escrita la igualdad y paridad entre hombres y mujeres, ya que emplear el género femenino en los cargos públicos y profesionales lo convierte en un instrumento inclusivo y no sexista, sin cabida a ciertos estereotipos de géneros”.
Ya la Escuela de Comunicación Social de la UCAB organizó un foro titulado Lenguaje ¿inclusivo?, ¿exclusivo?, ¿excluyente?, ¿obstruyente?, en el que los profesores Luis Barrera Linares e Yraida Sánchez (ambos individuos de número de la Academia Venezolana de la Lengua) disertaron sobre la pertinencia de este tema.
A propósito de esto, El Ucabista conversó con Sánchez, quien es profesora de Castellano, Literatura y Latín, egresada de la UPEL, y doctora en Lingüística por la Catholic University of America, de Estados Unidos.
Integración válida, pero sin golpear el idioma
“Sobre el lenguaje no hay legislación posible” es lo primero que comenta la profesora Sánchez acerca del impacto que la aprobación de un instrumento jurídico como el que se discute en el parlamento y otros tipos de acciones «reivindicativas» relacionadas podrían tener en la vida diaria, desde la manera de presentar a alguien en un congreso hasta la forma de dar clases en los centros educativos.
Aclaró que una institución como la UCAB, por ejemplo, podría recomendar el uso del lenguaje inclusivo mediante la proposición de un manual de estilo o a través de las comunicaciones oficiales.
“La legislación sobre el uso del lenguaje inclusivo es inútil, pero sí puedo entender que se recomiende el uso de este lenguaje (…) Pero promover una ley para que todo el mundo comience a hablar o escribir de manera diferente, es el tipo de ley que no sé qué efecto pueda tener”.
La experta apuntó que la propia lengua ofrece herramientas para hacer viable la integración, entre ellas el “desdoblamiento”, el cual implica mencionar los dos géneros, por ejemplo: los niños y las niñas, los profesores y las profesoras. Afirmó que esta forma no es económica pero sí eficiente y correcta.
También recordó que se puede echar mano de los sustantivos epicenos, es decir, los que designan de manera indistinta a cualquier género («persona», «policía», «bebé») o los colectivos («profesorado», «equipo»). “La combinación de todos estos recursos que ya ofrece el idioma podría cubrir todas las necesidades sin caer en la ‘e’ o la ‘x’”.
Sobre esto último, la doctora en Lingüística entiende que el uso de la letra “e” se esté extendiendo entre aquellas personas que no se identifican con los géneros masculino y femenino, pero rechaza recurrir a consonantes o grafismos para hacer visible esta tendencia.
“Con la ‘e’ todavía las palabras son pronunciables pero, al colocar una ‘x’, un asterisco, un ‘@’, un guion, ya dejan de serlo y es con esto con lo que gran parte de los expertos y las Academias están en desacuerdo, porque el lenguaje es, fundamentalmente, un instrumento de comunicación oral. Si tú no puedes oralizar una cosa, no tiene sentido. La ‘e’ no es necesaria” .
Reconoció que el lenguaje inclusivo «forma parte de los mecanismos naturales de cambio y evolución» y que, muy probablemente, la próxima próxima generación termine asumiéndolo de manera generalizada y natural. Aun así, ratificó que eso no implica hablar incorrectamente.
«Sí al uso de sustantivos epiceno, sí al uso de los sustantivos colectivos, sí al uso del desdoblamiento (aunque no resulte económico), pero no me parece que se pueda inducir a alguien a usar cosas que no están contempladas dentro del lenguaje y que, en muchos casos, son solamente aplicables al lenguaje escrito y no al oral”.
♦ Texto: Ángela Solá/ Fotos: Freepik.es (apertura) y archivo (retrato)