El sacerdote jesuita señala que es imprescindible contar con un sector privado «robusto, renovado, audaz y casado con el bien común», para empujar la recuperación del país y el progreso de toda la sociedad. «Al pobre le irá bien en su salida de la pobreza si al empresario le va bien y viceversa», dice
No basta que los empresarios quieran libertad para su emprendimiento, es necesario que el florecimiento y expansión de la empresa privada sea un fuerte deseo de los trabajadores y de los pobres en general, por la experiencia y pruebas evidentes de que su vecino gana en la empresa privada 20 veces más que él como empleado público.
Son distintos el capitalismo de la Europa de 1850 y el de 1950. En el primero, los trabajadores
Europa en el siglo XX, luego de dos guerras mundiales con 100 millones de muertos, espantosa destrucción, derrumbe de ilusiones estatistas (
En 1946 hubo que superar el deseo lógico de los Aliados vencedores (sobre todo de Francia y de la URSS) de desmantelar, desmilitarizar, desindustrializar y atar de pies y manos a la derrotada Alemania. Hasta que las potencias vencedoras occidentales se convencieron de que su mejor aliada y garante de futuro era una Alemania próspera y un «nos-otros” europeo: para que a Francia y a Inglaterra les fuera bien tenía que irle bien a la derrotada Alemania y viceversa. La visión y poder efectivo de EE.UU. con su Plan Marshall fueron decisivos para el renacer de una Europa más unida y de bienestar compartido con “economía social de mercado”. Al otro lado Stalin imponía su bota, convencido de que los explotados trabajadores occidentales se rendirían como fruta madura a las promesas comunistas de felicidad. Luego de cuarenta años de tiranía comunista, los desengañados derrumbaron sin un tiro el Muro de Berlín, el Telón de Acero y hasta la misma Unión Soviética.
América Latina también ha tenido sueños de paraíso comunista y los ha probado. El resultado es la miseria y represión de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Con todo el poder en sus manos, durante décadas han convertido la promesa de paraíso en realidades de infierno.
No queremos la inmensa pobreza actual de
Chile, con más de 30 años de bonanza capitalista e innegables éxitos económicos, ha demostrado que el neoliberalismo tiene demasiada ideología y que no es bueno el capitalismo que fortalece barreras sociales, en lugar de derribarlas, y que frena la revolución de las aspiraciones de la “clase media”. Con la sostenida
Venezuela está en ruinas, sin libertad, con dictadura de partido único que persigue con violencia. No basta la sobrevivencia de algunas
Al mismo tiempo tiene que haber (y hay) una gran mayoría de la población que -habiendo celebrado ayer la estatización de SIDOR y otros muchos “exprópiese” irresponsables y prepotentes- hoy llora su desempleo improductivo y el salario de hambre vaciado por la hiperinflación.
Hace falta una reeducación, no menor que la que necesitó Alemania y empezando por los políticos y los empresarios, para poner por encima de todo el pacto para alcanzar el bien común con “Estado de bienestar”, al que solo se llega con el “bien-hacer”. Cada pobre debe saber que no tiene salida sin convertirse en productor y aumentar su productividad; eso requiere una transformación
Hitler abusó del poder durante 12 años y fue necesario crear una nueva democracia y nuevo capitalismo con un nuevo espíritu solidario en Alemania y Europa: no la revancha, sino la transformación productiva en colaboración de Estados y empresas con “Economía social de mercado”. La “revolución” venezolana lleva 22 años de destrucción. Ahora hay que tener a la vista el inmenso desastre de Cuba, Venezuela, Nicaragua… La respuesta no es el Mercado solo, sino Estado y Sociedad Civil con múltiples organizaciones promotoras de producción y libertades ciudadanas, sabiendo que al pobre le irá bien en su salida de la pobreza si al empresario le va bien y viceversa. Una gran alianza (con decidido apoyo internacional) para potenciar el talento creativo y las oportunidades productivas para millones de trabajadores venezolanos.
*Foto: Reuters