El sacerdote jesuita llama al ciudadano, víctima de atropellos y tragedias durante más de 20 años, a mantener la fe y expresar su descontento en los próximos comicios del mes de noviembre
La gran mayoría de los venezolanos quisiera tener esperanza de librarse de esta tragedia nacional, pero lamentablemente no ve salidas creíbles ni en el régimen ni en la oposición. Las promesas “revolucionarias” de hace 22 años pronto se volvieron cenizas, arrasadas por el saqueo y la corrupción inaudita: muchos años antes de las “sanciones” norteamericanas centenares de miles de millones de dólares fueron robados y malversados por la “revolución”, las empresas básicas despojadas y arruinadas, la producción nacional reducida a la cuarta parte, el bolívar convertido en papel despreciable, el trabajo con ingresos de miseria y la Constitución y los derechos humanos sistemáticamente violados.
Por eso, casi 6 millones de venezolanos han abandonado este barco con riesgo de ahogarse en las aguas procelosas de la migración. En todas partes se escucha el lamento por la desgracia y ruinas como en Ciudad Guayana que solo provocan lágrimas e indignación. Esta descomposición no puede ser ocultada por la cínica propaganda del régimen, ni por su represión armada, ni echándole la culpa al “imperio”. Con la sonora derrota electoral de diciembre de 2015 el régimen se asustó, decidió cerrarse a toda elección libre y justa, e impuso el “gendarme necesario” de una constituyente supraconstitucional para eliminar todo resultado electoral y toda decisión que no le conviniera.
Renacer de la sociedad civil. No basta criticar a los políticos y decir que no nos sentimos representados por ellos; es imprescindible una nueva conciencia republicana con responsabilidad pública de cada uno con sentido del pacto social para el bien común de todos. Grave sería pasar de los perseguidos, inhabilitados y presos de hoy a la misma receta mañana para los actuales perseguidores. Es necesario crear una sociedad única, plural y con iguales derechos para todos y con todas las capacidades productivas activadas para salir de la pobreza. Asimismo, hay que crear nuevas bases económicas con creciente productividad, pues la abundancia de la renta petrolera estatal, que brotó hace un siglo, está en ruinas.
Negociación, elección y esperanza creíble. No es cierto que nos falta conciencia de la tragedia nacional, sino una esperanza creíble como fuerza para cambiar. Debajo de las aparentemente apagadas cenizas, hay mucha energía y fuego que solo resurgirán con el soplo de una esperanza que los vuelva a encender; soplo de vida que ya no tiene el régimen y tampoco lo demuestran los líderes democráticos. ¿Cómo transformar en esperanza creíble lo que no parece sino cenizas, desengaño y resignación?
Tenemos dos retos delante: las elecciones regionales de noviembre, organizadas por la dictadura con todo tipo de ventajismos para fortalecerse y perpetuarse en el poder, y una muy dura y difícil negociación en México entre la dictadura y la Plataforma Unitaria con acompañamiento internacional. Obviamente la dictadura va a ellas para salir vencedora y lograr que le quiten las “sanciones” que la tienen ahogada. Es lo que hay y no basta repudiar esta realidad, hay que transformarla y para ello hay que asumirla y cambiarla.
Las elecciones presidenciales y parlamentarias libres y justas son un derecho violado y cuentan con el apoyo internacional de más de un centenar de democracias muy decisivas y significativas. El malestar nacional, incluso de millones que fueron chavistas de buena fe, lo invade todo. Por eso nos preguntamos, ¿qué podemos hacer para salir de la votación de noviembre con la esperanza creíble incrementada con el despertar de la ciudadanía en todos los niveles y los demócratas más movilizados, organizados, unidos y convencidos de que podemos librarnos de este régimen claramente enemigo de la sociedad venezolana y de sus esperanzas?
Desde ahora tenemos que empezar a prender la esperanza creíble con el soplo de la unidad con hechos y ejemplos visibles, como el que ha dado Roberto Patiño al declinar sus mejores posibilidades de ser buen candidato a favor de otro, acordado en unidad. Y también manifestar nuestra indignación frente a actitudes divisionistas escandalosas en algunos que se dicen demócratas. Es necesaria la Unión y Acuerdo de Salvación Nacional, incluso entre quienes difieren entre ir a votar o abstenerse.
El 21 de noviembre será una buena oportunidad para celebrar algunos triunfos, castigar al régimen, poner al descubierto sus atropellos dictatoriales y también a los partidos y figuras opositoras que bloquean y se oponen a la unidad necesaria; convertir esa votación en un paso para urgir el cambio con elecciones presidenciales (que se nos deben) y parlamentarias libres y justas e inmediato cambio de modelo económico y concreción de la imprescindible ayuda internacional para la emergencia humanitaria y la reconstrucción económica social. Al mismo tiempo ver que es imprescindible lograr negociaciones serias que cambien sanciones (salvo delitos que no prescriben) por fomento de inversiones, derechos humanos y recuperar el pacto social para el bien común de todos.
Solo sumando fuerzas hoy enemigas y logrando decisiva solidaridad y apoyos internacionales (más allá de las sanciones económicas) los venezolanos seremos capaces de reconstruir el país y restablecer los derechos humanos y principios democráticos hoy tan violados.
♦Foto apertura: El Nacional