El sacerdote jesuita pone sobre la mesa las razones por las cuales ejercerá su derecho al voto en las elecciones regionales de este mes. “El régimen que domina y anula a Venezuela es un cáncer invasor que amenaza extenderse por América”, señala
El régimen destructivo puede lograr que la votación del 21 de noviembre no tenga la contundencia necesaria para reclamar un movimiento unido y masivo por el cambio. Pero lo va a convertir en la oportunidad para un «¡basta ya!», indignado con tanta destrucción y corrupción. Los venezolanos y los demócratas del mundo tenemos que hacer escuchar el grito de rebeldía ante la decisión del régimen de perpetuar la humillante ruina del país y. también. expresar nuestro repudio a algunos dirigentes y candidatos opositores, que olvidan la tragedia nacional anteponiendo sus ilusas aspiraciones. Partidos y candidatos, con honrosas excepciones, nos han defraudado con su mezquina pequeñez cuando más necesitamos grandeza y visión.
Pero el 22, la mayoría del pueblo se puede encontrar con que sus diferencias se unen en la común indignación y rebeldía existencial que exige un urgente cambio de salvación nacional. Por eso yo votaré. Ruina y repudio. Hace un cuarto de siglo, una mayoría venezolana, indignada por una dirigencia sorda ante el grave malestar nacional, buscaba un cambio radical que se hizo palabra y emoción en el verbo de un militar mesiánico. Comprendemos esa opción, pero ahora la catástrofe es estrepitosa y mortal: 75% con ingresos de pobreza extrema que lleva a Venezuela a disputar el primer puesto de miseria con Haití; la producción nacional reducida al 25%; más de 5 millones de venezolanos en el exilio; y el régimen en el podio mundial de la corrupción, burlándose con la paga de Bs.7 mensuales para los pensionados.
Todo esto con la olla de corrupción y delincuencia destapada con los casos de Alex Saab, Hugo Carvajal, Claudia Díaz… y el escándalo de la muerte en prisión del general Raúl Baduel. Por eso, y más, es intolerable y perverso que el régimen amañe elecciones para continuar despreciando el creciente sufrimiento multicolor de millones de venezolanos. Un régimen con 85 % de rechazo e incapaz de reconocer y de corregir el desastre impuesto por él, debe seguir el ejemplo de Emparan y renunciar: «Si no me quieren, yo tampoco quiero mando». Entonces los cabildos se volvieron fuerza local para exigir la independencia nacional frente a un régimen caduco, incapaz y ajeno.
Hoy serán millones, que votando en contra o absteniéndose, coinciden en el indignado «¡Basta ya!». Grito acallado de millones de gargantas distintas, aunque los líderes parecen incapaces de recoger esa coincidencia. La dictadura comunal cocinada. El partido comunista cuando toma el Estado se apropia de él dictatorialmente y dice que la población se libera hegelianamente de su alienación al identificarse con ese Estado-Partido único, donde los proletarios encuentran su esencia liberada. Por ello la república comunal y la república soviética se alimentan de la sumisión impuesta desde arriba por el partido, que se gloria de ser “vanguardia lúcida”. El fracaso histórico de esta propuesta es estrepitoso y evidente en todos los regímenes comunistas del mundo; todos han implosionado, salvo Corea del Norte, Cuba y Venezuela.
El 21 saldrán derrotadas dos miopías: la del régimen que, con solo el voto del 25 o 30%, tratará de secuestrar el deseo de cambio del 75% y perpetuar la destrucción nacional; y por otro, el modo trasnochado y egoísta de hacer política de la oposición, sin unir fuerzas para la reconstrucción nacional. Si el régimen es tan irresponsable que no se va, hay que echarlo y para eso está el referéndum revocatorio. Renacer político desde la sociedad civil. La derrota obligará a la sociedad civil, y a los brotes renovadores de los partidos, a resurgir con audaz novedad, en el marco de los principios constitucionales y derechos humanos básicos, hoy pateados a la salida con la negociación indispensable. Luego de las rebeldías y frustraciones en torno al 21-11-21 y la cínica pretensión de perpetuar la miseria dictatorial, desde la sociedad civil tendremos que caminar aceleradamente hacia la democracia social-productiva y la reconstrucción nacional.
Tomará más fuerza la realidad denunciada por los obispos venezolanos hace un año (30- 11-20): “Aún deben realizarse las elecciones presidenciales, pues las de 2018 estuvieron signadas por condiciones ilegítimas que han dejado al actual régimen, a los ojos de Venezuela y de muchas naciones, como un poder de facto. La voluntad mayoritaria del pueblo venezolano es dilucidar su futuro político a través de la vía electoral. Esto implica una convocatoria a unas auténticas elecciones parlamentarias y elecciones presidenciales con condiciones de libertad e igualdad para todos los participantes, y con acompañamiento y seguimiento de organismos intencionales plurales”. Surgirá también con más fuerza la alternativa del referéndum revocatorio para la salida de quien impide la vida y el bien común en el país.
El régimen que domina y anula a Venezuela es un cáncer invasor que amenaza extenderse por América, prometiendo vida y produciendo muerte.
Es imposible que salgamos de esta tragedia sin un decidido apoyo internacional que traiga una reconstrucción económica, con inversión productiva millonaria de miles de empresarios y millones de trabajadores en el marco de una política basada en la dignidad de cada persona, con un pacto social para un Estado que no es dictadura, sino una Constitución e instituciones que consagran dignidad, solidaridad y fortalecimiento descentralizado de la creatividad de personas, empresas e instituciones. Es necesario que a partir del 21-11-21, la sociedad que clama liberación escuche su dolor y haga escuchar al mundo nuestro «¡Basta ya!», encendido por la indignación.
*Foto: Archivo