El sacerdote jesuita detalla cuatro aspectos a considerar sobre la reciente victoria electoral de la oposición en el estado llanero, bastión del chavismo por más de 20 años
El lunes 10 de enero Venezuela amaneció de fiesta y la esperanza volvió a florecer, porque el pueblo de Barinas demostró que su indignación y deseo de cambio y libertad es más fuerte que todo el poder del régimen.
Sí se puede. Muchos creían que no era derrotable este uso y abuso del poder. Otros muchos estaban convencidos de que, aunque los demócratas ganaran la gobernación en la mítica cuna del chavismo, no sería reconocido ese triunfo; así como el Vaticano no permitiría que la Basílica de S. Pedro se convirtiera en mezquita musulmana.
Para que no quedara duda de su firme decisión, el régimen hizo un despliegue obsceno de fuerza militar y policial, de ministros, de líderes del PSUV, de gobernaciones vecinas derrochando regalos con camiones cargados de obsequios para comprar a una población agobiada de carencias y necesidades.
Pero el pueblo no se dejó humillar ni comprar y la escasa ventaja de unos cientos de votos el 21-11, se elevó a 40.000 el 9 de enero. Ante la abrumadora evidencia de los hechos, y con el pueblo y los testigos en guardia, el régimen entendió que era de menor costo político reconocer el triunfo democrático que violarlo.
Entre querer y poder
Unos dicen que es iluso pensar en elecciones, en diálogo y en cambio pactado, pues estamos ante un gobierno autoritario que solo quiere perpetuarse, por las buenas o por las malas. No tengo duda de que esto es lo que quiere el régimen en los diálogos, en las votaciones y en todo lo demás. Pero querer no es poder, sobre todo en un país con 90% en pobreza y dramática y necesidad de cambio; si la oposición se corrige y actúa como debe con una dirección honesta, unida y sensata, la democracia triunfará.
Las elecciones regionales en general, y las de Barinas en particular, han demostrado que el poder abusivo de este régimen en decadencia tiene enormes debilidades y es derrotable. También quedaron en evidencia los errores de muchos dirigentes opositores nacionales y regionales: si lo que han hecho en Barinas unidos con claridad y firmeza en el voto -cargando con el dolor y la indignación de la gente- lo hubieran hecho en los demás estados, hoy tendríamos mayoría de alcaldías y gobernaciones, como antesala del próximo triunfo de las presidenciales y parlamentarias.
La gente y dirigentes en Barinas -más allá de lo que hicieron o dejaron de hacer los dirigentes nacionales- han dado una enorme lección a los líderes de la oposición, haciéndoles ver que deben de cambiar seriamente y renovarse con la sociedad civil para no obstaculizar y encauzarnos por el camino de la unidad de salvación nacional.
Habla la Conferencia Episcopal
Nuestros obispos tienen el mérito sostenidamente demostrado de poner el Evangelio de Jesús para encender fuegos de esperanza donde se juega la vida.
En su Exhortación del 13 de enero, sin evasiones y con valentía, ratifican lo que dijeron en julio de 2021: “el pueblo venezolano vive una situación dramática y de extrema gravedad por el deterioro del respeto a sus derechos y de su calidad de vida”. Señalan lo que ve y repudia todo el que tenga los ojos abiertos: el “desmantelamiento institucional”, la imparable “emigración forzada” la “pobreza de la gran mayoría”, la “pérdida de la libertad individual y social” acompañada de “la persecución, la cárcel, la tortura o la expatriación por problemas políticos”, lo que lleva a convertir al ser humano “en simple ejecutor de centros idolátricos de poder” (Exhortación 13-1-22 n.5).
En el párrafo que dedican a las elecciones del 21-11 y del 9-1 denuncian los múltiples atropellos y, también, la “escandalosa división de la oposición”, pero aprecian que “a pesar de las adversidades, el pueblo venezolano ratificó noblemente su vocación democrática, asumiendo la vía electoral y la institución del voto como instrumento y expresión pacífica para exigir soluciones…” (n.9).
Agonía y renacimiento de la política
No hay que precipitarse ni caer en la euforia, pues el desastre sigue y el clamor nacional por el renacer político es un deseo todavía lejos de la realidad. Para no fracasar, los venezolanos necesitamos ir creando un espacio constitucional de encuentro entre diferentes -de millones que vienen del chavismo y de la oposición y que ayer se negaban el saludo, se insultaban mutuamente y hoy no acaban de fiarse-.
La reconstrucción nacional exige perdón y reconciliación con decidida voluntad de “caminar todos juntos en la construcción de un país donde haya oportunidades para todos, de tal forma que quienes se han ido puedan tener la oportunidad de regresar y volver a la unidad familiar y como nación” (Exhortación n, 15).
Examen de conciencia en la Fuerza Armada
Me atrevo a decir -con todo respeto- que la mayor necesidad de cambio está en la Fuerza Armada: que redescubra su decisivo papel en la defensa de la vida digna y soberana del pueblo venezolano, tal como lo señala la Constitución (art 328). No hacen falta declaraciones, ni públicos golpes de pecho, sino la reflexión silenciosa y cambio efectivo dentro de la conciencia de cada general, de cada soldado desde lo más alto a lo más llano.
Antes que enfrentamientos militares necesitamos conciencias libertarias reconociendo graves errores institucionales. El hecho cierto es que el actual modelo y régimen son enemigos de la Patria e imponen un futuro de miseria y opresión, y el país seguirá vaciándose y empobreciéndose mientras el delito se apodera de la vida de los venezolanos. Tuvimos la desgracia de meternos por este errado camino. No hay más remedio que corregir el grave error y unirnos para que Venezuela renazca.
Barinas nos dice que se quiere y se puede derrotar al régimen uniendo fuerzas para la reconstrucción moral y material de todos los venezolanos.
*Foto: EFE