Egresada de la UCAB en el año 2001, ha trabajado en escuelas, alcaldías y organizaciones de apoyo social. Emigró en 2018 a España, donde desarrolla un proyecto pedagógico con el cual fue reconocida por el gobierno de Madrid

Cuando a los 10 años entendió lo que hacía un psicólogo, Emiliana De Oteyza (Caracas, 1977) supo de inmediato que en eso quería convertirse. Desde pequeña sintió atracción por observar la vida de las personas que, habiendo tenido experiencias difíciles, salían adelante.

Desconoce si nació con una sensibilidad humana particular o si la vida obliga a cada uno a ser más sensible, pero asevera con firmeza que lo importante, siempre, es preguntarse qué puede hacer cada quien con sus dones individuales y cómo aplicarlos en las poblaciones que necesiten ayuda.

Radicada en España desde 2018, la psicóloga de 44 años tiene en cuenta que -a diferencia de muchos compatriotas- ha tenido una vida de privilegios, desde su educación privada en el Colegio Merici hasta las oportunidades de viajar y formarse en el extranjero. Sin embargo, considera que el destino la puso en contacto “con el que sufre, con el oprimido, con quien vive situaciones de desigualdad e injusticia”. Destaca como ejemplos su paso por el Parque Social Manuel Aguirre de la UCAB, la Asociación Civil de Planificación Familiar (PLAFAM), la Alcaldía del Municipio Sucre (Caracas) e -incluso- la muerte de su esposo a manos del hampa.

“Cuando tú mismo has pasado por este tipo de situaciones y has recibido el soporte necesario, no hay manera de vivir sin querer ser esa ayuda, esa posibilidad de que las cosas cambien, sanen, de informar, de desnaturalizar o visibilizar injusticias o violencias, de brindar mayor educación”, confiesa desde Madrid, donde viene desarrollando el proyecto de orientación vocacional «Beyond Education», galardonado recientemente por la iniciativa promotora de talentos hispanohablantes «El Sueño de Madrid».

Una carrera de largo aliento 

Una vez con el título de bachiller del Merici y una aspiración vocacional definida, Emiliana quiso explorar fortuna universitaria en Estados Unidos mientras perfeccionaba el idioma inglés. Sin embargo, le resultó imposible costear la vida en el país norteamericano, por lo que se regresó a Caracas un año después y empezó a barajar otras opciones humanísticas: “al final la psicología ganó, era mi sueño desde muy pequeña. Sabía que me enfrentaría a un riguroso programa de estudios de la carrera en la UCAB, pero decidí enfrentar el reto”.

Así, la adolescente que practicaba atletismo en sus tiempos libres se adentró en una «carrera» de largo aliento y con múltiples demandas en la que tardó cinco años y de la que egresó en el año 2001. “Es una carrera muy exigente y agotadora. Por ello, más que responsables y preparados, diría que algo que define a los psicólogos que egresan de la UCAB es un gran nivel de autoexigencia, de perseverancia, con capacidad para plantearse metas a largo plazo y soñar con que sí se puede, comentó.

Entre sus recuerdos memorables de esos años se encuentra el trabajo con líderes comunitarias en el barrio caraqueño de Catuche y el entrenamiento que hizo sobre EMDR (Eye Movement Desensibilization and Reprocessing) en el año 2000, gracias a una certificación establecida por la UCAB con EMDRIA México, por iniciativa de Gustavo Peña (para entonces director de la Escuela de Psicología).

Con esta terapia especializada para traumas y fobias -la cual se convirtió en base para abrir su práctica privada en Caracas, años después- personalmente “pude superar mi pánico a los aviones; y a nivel general pudimos ayudar a los damnificados y víctimas que habían vivido situaciones de catástrofe y pérdidas”; en este caso, el deslave de Vargas de 1999.

En contacto con la realidad psicosocial local

La vida laboral de Emiliana, como muchos psicólogos ucabistas recién graduados, empezó no muy lejos del campus. “Cuando estábamos en 5to año acababa de abrir el Parque Social y tuvimos la oportunidad de hacer nuestras prácticas de psicología clínica allí”, menciona. Disfrutó tanto la experiencia que le pidió a su director, Juan Carlos Romero, seguir viendo pacientes después de su graduación. Así, a la par con su primer trabajo como psicóloga de bachillerato en el Colegio Moral y Luces, empezó a tratar pacientes con una realidad multiproblemática y aterrizada a las condiciones promedio del país.

«Yo no sé quiénes se beneficiaban más, si los pacientes o nosotros, porque era impresionante ver la velocidad del cambio de estas personas y el agradecimiento tan grande que sentían por el espacio que brindaba el Parque Social».

En este espacio se desarrolló, entre 2004 y 2006, como psicóloga educativa mientras hacía un postgrado en psicología clínica comunitaria en la UCAB y prestaba apoyo en el dispensario Don Bosco de la ciudad capital.

Tras casarse y dar a luz a su primera hija, empezó sus prácticas de la especialización en PLAFAM; allí trabajó entre 2007 y 2009, estando al corriente con la realidad de altos porcentajes de la población femenina venezolana. Esto me enseñó sobre la importancia de desnaturalizar la violencia y visibilizar lo ocurrido”. Entre 2011 y 2013, se involucró en el Centro Integral de Atención al Niño y al Adolescente (CAINA) -adscrito a la Alcaldía del Municipio Sucre en Caracas- una unidad de apoyo con “un enfoque muy novedoso” sobre la prevención y promoción de salud mental.

«Allí se daban respuestas a las necesidades familiares relacionadas con problemáticas físicas, pedagógicas y emocionales. Diseñamos un taller que me encantó sobre experiencias adversas en la infancia, basado en los trabajos de Nandine Burke, una pediatra que se sumergió en zonas rurales de San Francisco, California. Era un tratamiento multidisciplinario basado en el reconocimiento de múltiples traumas a los que han estado expuestos estos niños y padres, producto de ambientes problemáticos, de pobreza y violencia».

Tras cerrar la etapa en la alcaldía, y luego de más de una década atendiendo casos de sucesos traumáticos en jóvenes y adultos, le tocó atravesar el suyo: Me fui de Venezuela en julio de 2014, huyendo de la inseguridad y de la situación tan catastrófica que atravesaba el país. Ese año perdí a mi esposo (víctima del hampa) y de pronto me vi con dos niños pequeños con una vida por delante”.

En ese año retador se convirtió en inmigrante y pasó de ejercer la psicología a volver a estudiar para poder quedarse legalmente en Miami. “Hice un máster en terapia de pareja y de familia, que disfruté bastante pues pude ponerme al corriente sobre cómo la psicología ha cambiado gracias a la tecnología, todo bien práctico y fresco”, rememora.

Beyond Education: en Madrid y más allá

“Miami es una ciudad difícil para trabajar y criar niños sola”, asevera Emiliana. Como tiene mucha familia en Madrid, decidió explorar la posibilidad de mudarse nuevamente de país con una única condición: tener un trabajo asegurado. Tras ser contactada por una amiga, Mercedes Gómez Badiola, recibió la propuesta de ser socia de una consultora educativa. “Enseguida me comuniqué con Patricia Pizzolante, excelente psicóloga ucabista que ya llevaba cuatro años viviendo y ejerciendo en Madrid, para hablarle del proyecto. A ella le encantó y decidimos emprender juntas”.

Así, tras un año de reuniones en remoto, se mudó con sus hijos a la capital de España, en agosto de 2018, para levantar formalmente Beyond Education. “Nos unimos con el objetivo de acompañar a niños y jóvenes a convertirse en su mejor versión”. En la empresa se encargan de identificar las fortalezas de los estudiantes, descubrir qué les apasiona, poder reconocer eso que los hace únicos y hacerlos descubrir y comprender su aporte al mundo actual.

Desde la consultora, Emiliana y sus colegas ofrecen asesoramiento sobre carreras universitarias de pregrado, formaciones profesionales y cursos de postgrados, y acompañamiento en procesos de aplicación y admisión en universidades e institutos educativos en España, Reino Unido, Estados Unidos y Holanda.

De Oteyza reconoce que nunca pensó que iba a emprender en un proyecto de este estilo. “Inicialmente nos unimos para prestar un servicio de consultoría educativa y de pronto nos vimos montando una compañía internacional”. A nivel personal, se siente muy satisfecha por esta “enriquecedora” experiencia, pues asegura que tiene la posibilidad de ofrecer a estudiantes alternativas que no se imaginaban.

Con solo cuatro años de funcionamiento, el proyecto ya está dando frutos. Hace tres meses, junto con Pizzolante, Emiliana fue reconocida con “El sueño de Madrid”, premio otorgado por el Gobierno de esa ciudad a 11 migrantes hispanos que constituyen ejemplos de superación, excelencia, perseverancia e integración con la comunidad española.

«Este reconocimiento fue algo inesperado. El premio nos ha dado visibilidad y ha sido un gran motivador para seguir trabajando para construir puentes entre estudiantes de diferentes lugares del mundo, en este caso de Latinoamérica y otros países de Europa», comenta.

Sobre el impacto que ha tenido su formación en la UCAB en el éxito que ha conseguido hasta ahora, Emiliana está convencida de que su paso por esta universidad ha sido determinante. Cree que su alma máter prepara a sus estudiantes en valores y les brinda una perspectiva diferente para aproximarse a la realidad. No en vano la acompañan en su equipo otros ucabistas con los que, cree, hace la diferencia.

«Hemos tenido el privilegio de poder montar un equipo con otros cuatro egresados de psicología y una de derecho. Para nosotros, el sello de la UCAB implica llevar una marca en la manera de hacer las cosas, en la excelencia que buscamos, en la sensibilidad para conectar con otros y con sus necesidades», finaliza.

♦ Texto: Daniel De Alba Suárez /Fotos: Cortesía Emiliana De Oteyza


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#UcabistasExitosos: Ángel Iglesias, un educador que apoya a niños migrantes en Perú