El sacerdote jesuita destaca que, sin importar su filiación política, todos los venezolanos aspiran a un cambio para mejorar sus condiciones y las del país, lo que requiere soluciones consensuadas y distintas a las que se han manejado hasta ahora
En Venezuela no todo es división y confusión. Hay claros consensos, incluso entre opositores y gobiernistas. Todos queremos cambio para lograr cuatro cosas: trabajo con buen salario, servicios públicos básicos como agua, luz transporte…, servicios de salud al alcance de todos y educación de calidad que ponga a valer el talento de cada uno, y la libertad sin dictadura. Solo algún trastornado o delincuente que vive de la maldad estará en desacuerdo.
Siendo esto así, cada día somos más -incluso chavistas- los que nos preguntamos por qué el gobierno de Maduro no quiere o no puede hacer realidad estas urgencias de consenso nacional. Yo estoy convencido de que Maduro es inteligente y me cuesta entender que quien tomó el mando del país, con la promesa de acabar con la miseria y la exclusión, al ver resultados claramente contrarios no abre paso para que los venezolanos lleguemos a acuerdos básicos para resolver las cuatro grandes necesidades en las que ha fracasado el régimen. El grave enfermo nacional necesita consensos claros, sencillos y sin rollos politiqueros.
1- Trabajo y buen sueldo. Las empresas estatales fueron llevadas a la ruina y, las privadas espantadas: miles se cerraron, y la mayoría de las activas trabaja por debajo del 30% de su capacidad. Cualquiera entiende que, para generar trabajo bien remunerado para cinco millones de hombres y mujeres semiparalizados, es imprescindible una muy cuantiosa inversión de capital, fundamentalmente privado puesto que el Estado está arruinado. Pero es obvio que no vendrán miles de millones de dólares nacionales e internacionales, sin garantías jurídicas y bajo la amenaza de la espada del “exprópiese”, lista para decapitar a la empresa privada.
El régimen ha entendido la necesidad de atraer capital y ha salido a regalar invitaciones y a vender promesas a quienes vengan a invertir. Pero nada logrará si no hay garantías, ni confianza. Imposible (ver Cuba) con el iluso “Socialismo del Siglo XXI” cuya piedra angular es la eliminación del “capitalismo explotador”. Al capital no le gusta suicidarse y huye rápido de la guillotina. Por eso, sectores como la construcción y la producción agrícola e industrial siguen paralizados, a pesar de que ciertas liberaciones hayan activado el comercio importador y el consumo deslumbrante en pequeños sectores. El salario de hambre de los trabajadores sigue bajando y el crédito nacional e internacional está muerto. Así no sube la producción nacional.
2- Servicios públicos básicos. Nada caminará con la incapacidad e irresponsabilidad demostradas para restablecer el normal funcionamiento de servicios de electricidad y de agua, para lo cual el país había hecho cuantiosas y muy exitosas inversiones, que fueron la envidia de toda América Latina. Una lamentable gestión pública, corrupta e irresponsable, ha despojado a los venezolanos de luz y de agua y, los tortura. No olvidemos el Metro de Caracas que fue ejemplo de eficiencia y hoy, está en el abandono.
3- Servicios de salud y educación. Todos nos preguntamos cómo hizo la “revolución” para hundir la plataforma humana básica en servicios de salud y de educación puestos al alcance de toda la población. Hace 30 años pensábamos que lo logrado se había estancado y había que relanzarlo y sanearlo en muchos aspectos, pero nadie deseaba esta ruina que ha empujado a doloroso exilio a más de 6 millones de seres y ha convertido la educación y la salud pública en castigo para los que no tienen dinero.
4- El mesías engañoso. Uno de los peores engaños es el mesianismo milagrero que el chavismo agravó con el populismo reparticionista de una falsa “riqueza sin límites” que nos había caído en la lotería petrolera. El mesías milagrero convirtió esos ingresos en su caja chica para ir sacando decenas y decenas de “millarditos” (miles de millones de dólares) repartidos con criterio de populista desinversor que acabó hasta con la propia PDVSA. Los disparates se pagan y el mesías se fue en el 2013 dejando asentadas las bases de la ruina nacional que luego se han agravado hasta perder 80% del PIB (suma de la producción venezolana).
Volvamos a la realidad. Nos guste o no, no queda más alternativa que reprivatizar lo que mató la estatización. Ofrecer garantías jurídicas para que el capital y el trabajo se encuentren, reforzar mutuamente sus talentos y conectarse con las potencialidades naturales que tiene Venezuela, si se las sabe despertar. Todo un cambio profundo de nuestra mentalidad económica y su relación con la calidad educativa. No basta el cambio interno del país, sino que necesitamos una nueva relación internacional de confianza y de colaboración con gobiernos, multilaterales y capitales privados. Necesitamos superar las sanciones, lo que no se logrará si no recuperamos la democracia, los derechos humanos y las libertades básicas violadas.
La llave de las puertas cerradas
Ahora el desastre es de tal calibre y las necesidades tan dramáticas que es imprescindible una unidad nacional superior, un enorme apoyo internacional y pasar la página al trasnochado juramento anticapital. Esta puerta se abre si Maduro reconoce el fracaso estrepitoso e insostenible y de verdad camina hacia el acuerdo nacional con diversos actores. Ahora que las oposiciones organizadas parecen escondidas, la población ve y escucha con más claridad la falta de futuro y de esperanza con el régimen. La llave la tienen Maduro y sus militares que deben abrirse al cambio profundo. El malestar y la oposición no están muertos, sino silentes lo que permite escuchar de manera ruidosa la falta de esperanza gubernamental.
Abrir la puerta a la democracia y al acuerdo nacional, con gran solidaridad internacional. Para ello es imprescindible la apertura a la pluralidad democrática con elecciones justas, libres y abiertas a la alternabilidad.
(Caracas, 15 de septiembre de 2022)
*Foto: Analítica