El director de la Escuela de Educación de la UCAB expresó su preocupación acerca del panorama que se avizora para el sistema escolar del país, sus docentes y alumnos. «En el nuevo año se requiere pasar del diagnóstico a la proposición, a la generación de programas de intervención pedagógica factibles, sostenibles y de calidad», comentó

La crisis en el sistema educativo venezolano es un hecho que se viene advirtiendo desde hace años y que en 2022 volvió a quedar a la vista. Estudios como el Informe 2021-2022 del Sistema de Evaluación de Conocimientos en Línea (SECEL) -desarrollado desde la Escuela de Educación de la UCAB- indican que los alumnos de bachillerato (de escuelas públicas y privadas) no tienen las competencias mínimas en áreas claves como matemáticas y habilidad verbal/comprensión lectora.

Otras evidencias, como la reciente resolución 029 del Ministerio de Educación -que redujo el número de horas de clases diarias que recibirán los alumnos de educación básica y media- hacen que el panorama del sector educativo se perfile cada vez más crítico durante 2023.

Sobre estos y otros problemas, así como sobre las posibilidades de que ocurra el «milagro educativo» venezolano en este nuevo año, El Ucabista entrevistó al profesor Carlos Calatrava, director de la Escuela de Educación de la UCAB. Entre otras cosas, el profesor mencionó que un plan de recuperación de la planta física de las escuelas puede suponer al menos 11 mil millones de dólares y advirtió que el tema educativo no debe incluirse en las negociaciones políticas de México.

 

Llega 2023. ¿Qué plan se podría poner en marcha durante este año para recuperar escuelas, superar problemas de aprendizaje y ausentismo, y cuánto podrían costar?

«Cuando nos referimos a un plan para la recuperación no sólo de las escuelas, sino del sistema educativo venezolano completo, se requiere un abordaje lo más integral y los más preciso que se pueda. En este sentido, recuperar las escuelas y construir las nuevas que requiere el país, justo para pasar de las 27.000 actuales a casi 45.000 de acuerdo a la población escolar proyectada para Venezuela, tiene un costo cercano a 11 mil millones de dólares. Esto es sólo en planta física.

El retardo pedagógico y otros fenómenos que están ocurriendo asociados al aprendizaje de niños y jóvenes, son consecuencia no sólo de la realidad cierta del estado de las escuelas, sino también del terrible momento que vivimos los educadores como profesionales y como gremio. Es una época marcada por la ausencia de reconocimiento por parte de la sociedad, poco o ningún apoyo de la familia asociado con nuestro trabajo diario en las aulas del país, así como el deliberado olvido por parte de patrones y sindicatos del mejoramiento del salario y las condiciones de trabajo, en un contexto marcado por la emergencia humanitaria compleja. Resolver problemas asociados a la enseñanza y aprendizaje requiere del educador, pero del educador respetado, motivado, consciente y totalmente respaldado.

Desde la Escuela de Educación de la UCAB seguiremos en nuestra empecinada línea de siempre, es decir, promover la formación de educadores de calidad en Venezuela, profundizar nuestra condición de espacio de formación inicial y permanente de educadores en calidad, así como sostener, profundizar e ir más allá de los llamados de atención sobre la marcha del sistema educativo y las opciones para su mejoramiento. Todo ello para aportar en la inagotable tarea de consolidar un sistema educativo en libertad, democrático y de calidad para todos los venezolanos».

¿Qué implicaciones o efectos a corto o mediano plazo pudieran tener los cambios de horarios de clases, anunciados recientemente en Gaceta Oficial para estudiantes de educación básica y media?

«La Resolución 029 del 14 de noviembre limita los turnos de atención escolar a 5 horas diarias, con bloques de 80 minutos de clases en el caso de Educación Media.

A corto plazo, el cambio incluido en la Resolución 029 intenta resolver un problema administrativo que afecta a más del 80% de instituciones educativas de Venezuela con peligrosos efectos en el ámbito pedagógico. Con lo regulado por la Resolución se acaba, de facto, con el Programa de Alimentación Escolar y el desarrollo de actividades complementarias bajo el control, supervisión y resguardo de las escuelas. Esto es, de hecho, el reconocimiento de políticas educativas marcadas por la ineficiencia, la improvisación y el poco carácter estratégico.

A mediano plazo, conviertes sobre todo a los jóvenes de Educación Media, en figuras que, de poco a más, comenzarán a dejar la escuela como espacio de construcción de su personalidad, de su identidad y de su futuro. Al limitar el turno de atención escolar a cinco horas, dejas a más de cuatro millones de adolescentes -mayoritariamente mujeres- sin más nada que hacer en el día. Esta situación que, desde un punto de vista pudiera entenderse como vía para la colaboración al ingreso del hogar por medio de una incorporación muy temprana al trabajo, cerrará el sendero asociado a la construcción de ‘círculos virtuosos’ para salir de la pobreza. Condenas a los más pobres y pobres a eternizarse en su condición. A largo plazo, generas un país inviable».

¿Debería incluirse la educación como tema dentro de las negociaciones de México?

«Antes que eso, debemos estar claros que un cambio radical en el porqué, el para qué y el cómo de nuestro sistema educativo requiere -como condición previa, necesaria y suficiente- del cambio de régimen en el sistema político. Con las actuales reglas del juego y connivencia de los grupos de poder, de todos los grupos de poder, es materialmente imposible generar el milagro educativo que espera el país desde hace dos generaciones.

Sin embargo, no debería entrar en el proceso de negociación de México por dos razones. La primera, el proceso mediado por Noruega es llevarnos como comunidad política a un proceso electoral general en condiciones básicas de competitividad. Ese es el sentido del proceso de negociación. La segunda, abordar en ese escenario el tema de la crisis crónica de nuestro sistema es hacer demagogia, es caer en el eterno error de generar titulares de impacto para los medios y redes sociales, pero con poco o ningún efecto en la práctica real. La educación venezolana no soporta más demagogia».

¿Cuál es su visión sobre las oportunidades u opciones de formación más especializadas y cortas que los jóvenes están empezando a considerar?

«La realidad de la juventud venezolana, y la mundial, lamentablemente cumple con la peligrosa predicción que hizo Zygmunt Bauman (filósofo y sociólogo polaco) antes de morir. En 2016 nos advertía que el mundo iba a ver la primera generación de jóvenes ególatras e ignorantes, justamente por el engaño de la falsedad creada por las redes sociales. Ególatras porque entienden que el mundo es la selfie, mi imagen repetida en mis escenarios y cómo vivo mi vida, alardeando de mi estilo de vida. Ignorantes porque, aunque cuenten con acceso libre a infinitas fuentes de información, entienden que la realidad es la marcada por mis seguidores, por mis followers, por los ‘likes’, los ‘me gusta’, negándose a entender que en la vida real nos encontramos los distintos, los diferentes, porque de eso se trata vivir en comunidad.

Esta dolorosa profecía cumplida, o por cumplirse, requiere de la solidez de los sistemas y procesos educativos. Esos que ocurren a largo plazo, donde el centro es mediar entre la realidad de una generación marcada por la egolatría y las diversas realidades, corrientes de pensamiento y sensibilidades que existen en un país y mundo cada vez más duro.

Los espacios de procesos de formación que trasciendan los procesos a largo plazo son bienvenidos, recibidos con los brazos abiertos y promovidos por quienes entendemos a la educación como la base de la República, de la ciudadanía y del desarrollo. Pero no debemos asumirla como lo único. Justamente, todas las acciones y propuestas en educación requieren ser asumidas como piezas del mismo rompecabezas, del mismo engranaje».

Aun con una situación crítica, evidenciada por el informe 2021-2022 del Sistema de Evaluación de Conocimientos en Línea (SECEL), ¿hay aspectos positivos que pudieran rescatarse sobre la educación venezolana en el año 2022 y que podrían ser una luz en 2023?

«Los puedo responder en una lista breve, con orden de preferencia:

a.- La persistencia del educador en empeñarse lo mejor que puede con lo poco que tiene a disposición.

b.- La existencia de una capacidad instalada, aunque cada vez más deteriorada, de planta física escolar y un armado burocrático que da suerte de inercia funcional al sistema. Esto, llevado a un plano de eficiencia y calidad, puede funcionar muy bien.

c.- La preocupación y ocupación del país por la educación del presente y del futuro.

d.- La dura tarea que nos toca a las Escuelas de Educación de todo el país en este momento, atravesado por la emergencia humanitaria compleja.

e.- La vigencia de oportunidades como esta, de hablar, de exponer, que nos ayuda no sólo a visibilizarnos, sino también al llamado de tomar consciencia y preferencia por el destino del país».

 

¿Qué acciones se deberían emprender para que la educación venezolana mejore en 2023? ¿Qué seguirá haciendo la UCAB?

«Se requiere pasar del diagnóstico a la proposición, a la generación de programas de intervención pedagógica factibles, sostenibles y de calidad. Programas que aborden carencias y debilidades muy identificadas, para permitir la construcción de puentes entre diversos sectores y actores vinculados con el sistema educativo y su realidad.

La UCAB, desde su Escuela de Educación, seguirá en lo que le corresponde: convertirse en faro durante una tormenta que sigue y arrecia. Faro que ilumina en la crítica y la proposición. Faro que actúa en la inclusión e integración de lo diverso y lo diferente. Es nuestra responsabilidad seguir con el rol de espacio de construcción colectiva, del país y el sistema educativo posible, de lo que los venezolanos de bien realmente pueden hacer para sí mismos y los demás».

♦Texto: Daniel De Alba Suárez/Fotos: Manuel Sardá, Christian Lazo y The New York Times (escuela)