El sacerdote jesuita parte de un vocablo en latín para apuntar la necesidad de lograr una candidatura presidencial unitaria, que sea «suave en el modo y fuerte en el fondo» y trabaje por la reconciliación y reconstrucción nacional
La renuncia presidencial con transición razonable negociada sería la mejor salida. Pero ellos tratan de mantener esta “revolución” con elecciones o contra ellas, aunque saben que 80% del país quiere libertad plural democrática, prosperidad y esperanza, hoy negadas.
La elección presidencial de 2024 es el camino pacífico y constitucional que tenemos para salir de este infierno y empezar cuanto antes la construcción de una Venezuela renacida. Nuestro dilema: perpetuación de la miseria o cambio en libertad para producir esperanza y vida. La dictadura empobrecedora se aferra y es la sociedad civil la que tiene la energía capaz de superarla.
La, por ahora, dividida y desangelada oposición tiene que aunar esa energía dispersa para presentarse como alternativa unida y concentrada en tres o cuatro cambios básicos que son llaves maestras para la puerta del futuro. El 22 de octubre la sociedad civil tiene la votación Primaria para llegar a un solo candidato ganador, reconocido y apoyado por los demás.
Ante la tragedia que vivimos, es necesario un solo candidato renacido que, en contraste con lo que tenemos ahora, despierte y encarne una marcha espiritual multitudinaria, capaz de superar (o persuadir) a la resistencia del régimen guardián de su miseria. Un liderazgo y un movimiento que unan reconciliación nacional y cambio radical que a muchos les parece imposible -expresados en el antiguo dicho latino Suaviterin modo, fortiter in re, suave en el modo y fuerte en el fondo-.
Suaviter in modo fortifer in re significa voluntad decidida de reconciliación con las personas, sectores sociales y movimientos políticos distintos a mí. Renovados dirigentes políticos que se despojan de los errores y orgullos para, de verdad, asumir como propia la agonía de millones de venezolanos y, con ellos, emprender la dura marcha hacia la vida y esperanza. No se trata simplemente de entrar en campaña con guantes diplomáticos y con palabras y caricias que atraigan, ocultando las verdaderas intenciones de venganza y retaliación, ni de cambiar los papeles de perseguidos y perseguidores, sino de ser capaz de desatar y contagiar en el país entero la emoción de la reconciliación nacional. La verdadera suavidad es despojarse de los errores y orgullos propios y asumir la actual agonía de millones de venezolanos para, con ellos, emprender la dura marcha constructiva hacia la vida y esperanza.
Hace ya un cuarto de siglo Venezuela llevaba unos 15 años buscando salida a su decadencia, sin encontrar respuesta en los partidos tradicionales. Lamentablemente la mayoría se dejó encandilar por el mesianismo militarista que prometía la entrada a la tierra prometida. Y dio el paso fatal a lo que ya entonces, meses antes de la elección de 1998, lamenté como “una especie de suicidio colectivo”. El castigo colectivo del triunfante mesianismo militarista ha sido brutal y agravado por tratarse de una “revolución armada” (como en Cuba) para aferrarse al poder. Pero el repudio de esa falsa “revolución” no nos ha de llevar al abandono de las legítimas y vitales aspiraciones de millones que apoyaron ese gravísimo error histórico, pues eran y son justas y tienen que ser el eje del renacer venezolano hoy.
Suaviter in modo fortifer in re resignifica esa cercanía amistosa y empática con el dolor de Venezuela, que no se logra con superficiales maquillajes, ni autosuficiencias, sino con una verdadera conversión, un nacer de nuevo de quien encarne al candidato democrático, que con el ímpetu de la sociedad civil movilizada sea capaz de vencer la decisión dictatorial de continuar produciendo miseria desde el poder.
Fortiter in re. Pero esa suavidad y empatía que evitan el camino de la venganza y persecución de los adversarios debe ir de la mano con la firme decisión:
- De animar y atraer una multimillonaria inversión de capital con iniciativas empresariales nacionales e internacionales.
- De liberarse de aquellas empresas estatizadas cuyas pérdidas desangran al país.
- Concentrarse en el rescate de las instituciones democráticas con ética y eficiencia insobornables en la reconquista de la democracia social postrentista.
- Con abierta economía social de mercado (que no es lo mismo que la ideología neoliberal) y Estado y sociedad concentrados en la producción de servicios públicos de primera, esos que como la educación, la salud, la luz, hoy están destruidos.
En esto no puede haber ni rebaja, ni chalaneo. El fortiter in re– la firmeza de fondo- exige un líder (con otros muchos) y una movilización nacional renacida que contraste con el presente y el pasado rentista. Con menos de eso la esperanza en Venezuela será inviable y volveremos al juego de “revoluciones” y fracasos como fue lamentablemente el sello dominante de nuestro siglo XIX.
No vale separar el suaviter del fortiter, ahora fuerte para ganar la candidatura cosechando la rabia y el malestar y luego suave con indebidas negociaciones. Necesitamos candidato de una sola cara con dos colores (suave y fuerte), con movilizaciones y movimientos diversos que logren mantener, hoy y mañana, el triunfo del suaviter y fortiter. Los candidatos aunados tienen la palabra.
(Caracas, 18 de mayo de 2023)
*Foto: Reuters