Gianfranco Selgas, investigador en ecología cultural, mediática y política, abogó por el desarrollo de las humanidades ambientales para enfrentar el cambio climático y abordar dinámicas socioecológicas que no pueden entenderse desde una sola especialidad. El docente fue uno de los invitados del II Congreso Internacional Humanidades en Tiempo Presente, celebrado en la UCAB
El pasado 29 de mayo, en el segundo día de encuentros del II Congreso Internacional Humanidades en Tiempo Presente organizado por la Escuela de Letras de la UCAB, Gianfranco Selgas (Caracas, 1988), cursante de postdoctorado en el University College de Londres, abordó la necesidad de que las ciencias sociales se aboquen a desarrollar abordajes multidisciplinares de la crisis socioambiental causada por el extractivismo, especialmente el petrolero, que en la modernidad involucra en mayor dimensión cadenas tecnológicas.
En una teleconferencia moderada por la directora de la Escuela de Letras, Lizette Martínez Willet, Selgas –formado inicialmente como comunicador social en la UCV– recalcó la potencialidad de las humanidades ambientales en Venezuela y la necesidad de desarrollar políticas de desarrollo sostenible.
«Tesis sobre las humanidades ambientales: Venezuela en la encrucijada del cambio climático» fue el título de la exposición, transmitida por Zoom y seguida por el público presente en el edificio de Postgrado con la plataforma de las aulas tecnológicas.
Selgas dijo que, como en Venezuela no existe un programa en humanidades ambientales, uno de sus intereses en colaborar con la UCAB es el de sentar las bases para que esta especialidad, que ahora aproxima en otras partes del mundo áreas que hasta hace 20 años estaban divorciadas, se consolide en el futuro.
Se trata de «encontrar un punto de convergencia para explicar dinámicas socioambientales que no pueden explicarse sólo desde la ingeniería o la historia», dijo Gianfranco Selgas.
En la exposición estuvo presente el director de Sustentabilidad Ambiental de la UCAB, Joaquín Benítez, ingeniero agrónomo e individuo de número de la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat, para quien el hecho de que las humanidades se aproximen a analizar este problema y aportar posibles soluciones, hace que los especialistas de su área se sientan menos solos en la lucha ambiental y climática.
Benítez recordó otras aproximaciones académicas conjuntas con Gianfranco Selgas en la búsqueda de amplificar el poder de las humanidades ambientales y expandir la cartografía del análisis.
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Humanidades ambientales: un llamado a las universidades
La especialidad de Gianfranco Selgas, el conferencista invitado, es «la investigación y docencia en el área de ecología cultural, mediática y política de la extracción de recursos naturales y el consumo de energía en América Latina y el Caribe». Con este enfoque echó mano de referencias basadas en la literatura y los recursos audiovisuales.
En su intervención ofreció un rápido vistazo desde que reventó en el Zulia el primer pozo petrolero (Barroso II, 1922), «lo que catapultó a Venezuela al mapa energético global y selló el destino de la nación», hasta que, cien años después, mientras desaparecen los últimos vestigios del glaciar Humboldt, en Mérida, «Venezuela debe aprender a vivir con las consecuencias climáticas que ahora la sobrepasan».
Citó estudios recientes que indican que la región del lago de Maracaibo «es la que más se ha calentado y secado» de todo el país, tendencia que no sorprende, lamentó.
«A medida que las ciencias cuantifican el colapso climático, las ciencias sociales proponen claves para entender y transformar nuestra relación con el planeta», reflexionó el conferencista, que expuso cuatro tesis que buscan proponer una plataforma conceptual y programática para repensar la crisis socioecológica.
Selgas insistió en la importancia de la participación de las ciencias sociales para desentrañar y separar en el extractivismo lo material de lo simbólico, y desmontar narrativas como, por ejemplo, la transición energética.
Opina que es clave el papel de las humanidades ambientales como ente crítico-metodológico y teórico ante los que presentan el extractivismo como algo inevitable.
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El investigador afirmó que las universidades enfrentan, en esta materia ambiental, una «urgencia ética ineludible» y que no basta con diagnosticar el colapso, sino que debe participar en desmontar sus causas estructurales.
La universidad, subrayó, debe asumir un rol mucho más activo, interpretar lo que pasa y buscar maneras de transformarlo.
Al final de su exposición, ante una pregunta del profesor Benítez, Selgas se refirió a la política del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de reimpulsar la industria petrolera («Drill, baby, drill»).
Dijo que la academia debe oponerse en sentido radical y no puede ceder ante este tipo de políticas. «Cuando Trump anuncia ‘taladrar’ lo que hace es ponerle una sentencia al planeta».
Selgas señaló también que, especialmente para los estudiantes de la carrera de Letras, el fortalecimiento de las humanidades ambientales resulta relevante.
Invitó a releer a autores venezolanos como Salvador de la Plaza, Juan Pablo Pérez Alfonso, Francisco Mieres o Fernando Coronil, que ya abordaron el impacto del extractivismo, más allá de lo económico, y atendieron aspectos antropológicos y sociológicos del fenómeno dominado por la explotación del petróleo en el lago de Maracaibo y, más recientemente, por la extracción del oro y los minerales raros en la región sur del país (Bolívar y Amazonas).
Habló de que, en el caso venezolano, la renta petrolera no sólo implicó la obtención de dinero, sino que ayudó a la creación de un discurso nacional simbólico sobre el control del petróleo, en realidad, «una imagen colectiva ilusoria».
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La ganancia inmediata contra la sostenibilidad ambiental
En su exposición, Selgas centró buena parte de sus reflexiones en la visión de Enrique Bernardo Núñez plasmada en la novela Cubagua (1931) a través del personaje Ramón Leiziaga, con el que el autor venezolano jugó a hacer un paralelismo entre la ambición de riquezas durante la explotación de las perlas en el Caribe, en el período colonial, y la ambición de enriquecimiento rápido con la explotación petrolera de principios del siglo XX.
Señaló Gianfranco Selgas que en esa obra ya Núñez perfiló «un sistema económico que prioriza la ganancia económica inmediata por sobre la sostenibilidad»
El experto combina en sus estudios e investigaciones «la teoría social crítica, la historia ambiental y del desarrollo, y la ecología política», lo que le hizo ganador del «Premio al Mejor Artículo sobre Venezuela (Humanidades)» por la Sección de Estudios Venezolanos de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA), en 2021, y el premio a la Mejor Tesis Doctoral sobre América Latina y el Caribe, otorgado por el Consejo Europeo de Investigación Social en América Latina (CEISAL),en 2025.
«La crisis climática y calentamiento son el resultado de una modernidad desigual», dijo el conferencista, para quien esa realidad nos interpela como habitantes del planeta, tanto desde la perspectiva ecológica como epistémica.
«No son sólo datos científicos, sino símbolos de las fronteras planetarias que hemos cruzado y una metáfora de lo que hemos causado y debemos reparar», inisistió.
Abogó por que las distintas disciplinas del campo de las ciencias sociales y humanísticas usen las herramientas modernas para aportar a un futuro más sustentable. En el caso de Venezuela, destacó que académicos nacionales del siglo XX ya dejaron una tradición rica de pensamiento socioecológico.
«Una transición energética basada en la extracción será de todo, menos limpia y justa», dijo Selgas, al tiempo que criticó «el complejo entramado extractivista, material y simbólico que configura la relación de los seres humanos con la naturaleza y que revela cómo la geopolítica de la minería ha moldeado el mundo contemporáneo», dijo al hablar de los materiales que, si desaparecieran, anularían la vida moderna tal como la conocemos, definida por la omnipresencia del petróleo y sus derivados, y las computadoras y celulares.
«En Venezuela esta dinámica alcanza su expresión más dura en el Arco Minero», donde los discursos sobre «autonomía y diversificación» lo que han hecho es «profundizar las lógicas de la dependencia, con un régimen de excepcionalidad, militarización, suspensión de garantías ambientales y criminalización de la protesta», reflexionó el conferencista.
Criticó al extractivismo moderno, «que trasciende con creces las industrias extractivas con las que estamos familiarizados», y la situación global del expolio adquiere dimensiones étnicas, raciales, de género y coloniales.
Recordó que la dimensión de la explotación del oro y la plata en América Latina en la época colonial fue superada por la industria del petróleo «que revolucionó los patrones de consumo masivo a escalas sin precedentes» con un «entrelazamiento de historias locales y planetarias».
♦Texto: Elvia Gómez/ Fotos: Manuel Sardá
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