El profesor Jaime Bello-León, crítico musical y director general de Comunicación, Mercadeo y Promoción de la universidad, ofreció la conferencia «Ópera y filosofía», en la cual repasó la evolución de este género y su vinculación con las reflexiones de su tiempo. Aseguró que, en medio de los cambios tecnológicos y sociales del siglo XXI, «estamos en un momento de reflorecimiento del repertorio operístico»
Pensar en la ópera puede llevar a muchos directamente al siglo XIX, cuando famosos compositores realizaron grandes obras del bel canto, como La Traviata, Carmen o La Boheme, cargadas de romance, pasión, drama o muerte.
Aunque estos temas siguen siendo la piedra angular del género, la historia de la ópera ha sido la del encuentro, a partir de la naturaleza y esencia de la música, entre diversas manifestaciones artísticas y disciplinas del pensamiento, para conmover al público explorando emociones básicas o temas cotidianos, pero también asuntos metafísicos, estéticos, religiosos, éticos y sociales.
En ese camino, uno de los acompañantes de la ópera ha sido y es la filosofía. Este fue el punto de partida de la ponencia del periodista y profesor Jaime Bello León -director general de Comunicación, Promoción y Mercadeo de la UCAB y crítico musical- titulada «Ópera y filosofía: génesis y transfiguración eterna de una idea».
La clase magistral tuvo lugar el pasado 4 de junio en el auditorio Guido Arnal, del campus Montalbán, e inauguró el ciclo «Filosofía y música», organizado por el Postgrado en Filosofía y el Instituto de Estudios en Humanidades con el fin de explorar la vinculación entre las distintas manifestaciones artísticas y las reflexiones del hombre sobre su existencia y su tiempo.
Ante una audiencia conformada por autoridades académicas, docentes, directores y estudiantes, Bello-León comenzó su exposición recordando que la música es capaz de expresar, provocar o representar emociones humanas, pero también tiene un vínculo con el lenguaje y la transmisión de ideas.
«La comunicación de significados e ideas ha sido un tema recurrente vinculado con la ópera, donde se combinan de una manera difícil de definir palabra y música», afirmó el docente de la cátedra «Arte y Comunicación», de la Escuela de Comunicación Social UCAB.
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Orígenes de la ópera y la revisión del pasado griego
Jaime Bello-León explicó que la ópera nació en Florencia, Italia, a finales del Renacimiento, como producto de reuniones de músicos, eruditos e incluso militares, quienes comenzaron a redescubrir y comprender la música griega desde la perspectiva filosófica, específicamente la neoplatónica, un proceso que condujo a la primera ópera.
Mencionó a Vincenzo Galilei, quien es considerado uno de los responsables de la revolución musical del siglo XVI y autor del texto «Diálogo de la música antigua y de la moderna», como uno de los grandes influyentes de este proceso.
Indicó que aquellas discusiones renacentistas consiguieron develar un problema acerca sobre las composiciones del momento: la polifonía, conjunto de sonidos simultáneos que imposibilitaban la escucha clara de la palabra cantada. Aseveró que, incluso, durante el Concilio de Trento, la Iglesia se planteó que si la música no podía entenderse, no tenía valor. Para resolverlo, agregó, se generaron una serie de normas para el canto, tal y como Platón lo había anticipado en el texto «La República» siglos antes.
De acuerdo con el profesor, el resultado dio pie a la conclusión de que la música griega de las tragedias era monódica: un cantante acompañado de una melodía simple donde el texto era fácilmente comprensible. Así, a partir de la idea del filósofo italiano Marsilio Ficino de que la música valiosa era aquella comprensible, se crearon los primeros recitativos.
«Aquí se establece uno de los episodios más interesantes: ‘prima la parole, dopo la musica’, primero la palabra. su mensaje, luego la música, que es el sustento y da fuerza. Con este invento surgen las primeras óperas ‘Daphne’ y ‘Eurídice’, ambas de Jacopo Peri», recalcó Bello-León.
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La metamorfosis del bel canto
A lo largo de su historia, la ópera se ha enfrentado a distintos cambios, insistió Jaime Bello-León. Uno de ellos, el del acompañamiento instrumental. El comunicador apuntó que una ópera clave para entender esto es La fábula de Orfeo, de Claudio Monteverdi (1607), la cual rompe con la estructura tradicional de la orquestación barroca para vislumbrar una orquesta sinfónica conformada por 41 músicos en escena.
«A partir de entonces comienza la expansión de la ópera por Europa con más creación musical y estructural (teatros)».
Otro de los grandes cambios fue la transfiguración de los cantantes. Explicó con detalle qué era la figura de los castrati (hombres que eran castrados para poder alcanzar tonalidades agudas e interpretar roles femeninos en las obras) y comentó que este grupo poseía unas cualidades únicas para brillar dentro y fuera del escenario.
Sin embargo, y aunque tuvieron gran popularidad, finalizando el siglo XVIII -con la irrupción de la Revolución Francesa- comenzaron a desaparecer. Así, los compositores -como el italiano Gioachino Rossini– dan un giro y empiezan a enfatizar su trabajo en elementos propios de la voz, en el bel canto. «Es un canto florido, rico en coloratura, intrincado, que protagoniza durante varias décadas y define el mundo de la ópera. El peso está en la voz», recalcó.
Tiempo después, en el siglo XIX, los compositores redefinieron la prioridad de la ópera: la palabra y la música están mezcladas. Uno de ellos fue el alemán Richard Wagner, quien además marcó otro punto de inflexión. En su producción se avizoran ideas del filósofo alemán Arthur Schopenhauer y, así, la influencia de pensadores en las historias reflejadas sobre el escenario se apodera cada vez más de las óperas, «un rasgo de modernidad», según el profesor.
Posthumanismo, tecnología y la ópera hoy
Respecto a lo que ocurre con el género en el tiempo actual, Jaime Bello-León refirió que temas como el posthumanismo (corriente filosófica que reevalúa la condición humana y su relación con la tecnología) y el transhumanismo (postura que defiende a la tecnología como un aliado para el hombre y su superación biológica) están presentes en ciertas óperas, bien en la composición o en la definición de la puesta en escena.
«Se han visto casos de usos tecnológicos para superar limitaciones (…) Es interesante ver cómo la tecnología en la que estamos metidos, por dicha, nos trae nuevas formas de representación en los diferentes géneros artísticos», añadió.
También destacó que hechos sociales como la pandemia por Covid-19 (2020) catalizaron la difusión de la ópera a cada vez más audiencias alrededor del mundo y que, gracias a las redes sociales, se ha propiciado que el arte lírico se desligue de los prejuicios elitistas que «equivocadamente» carga y cumpla su función: convocar a grandes públicos para escuchar historias de toda índole, incluso aquellas sencillas y cotidianas.
Celebró que, a la par de la representación de obras y autores clásicos del repertorio, se estén abriendo paso historias nuevas.
«Desde la pandemia para acá, ha habido más estrenos de ópera contemporánea que en los años precedentes. Creo que la tecnología impacta también a los compositores. Estamos en un momento de reflorecimiento del repertorio operístico», concluyó.
♦Texto: Grace Lafontant León /Fotos: Manuel Sardá
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