De las momias en el Ávila al «Quijote» que enfrentó piratas en solitario, pasando por el fantasma de un enano que sigue tocando las campanas en la Catedral, Caracas está llena de relatos ciertos, y no tan ciertos, que merecen ser contados. «La historia no es cuento, no es anécdota, pero se enriquece de estos elementos», afirma la historiadora María Soledad Hernández
Tradicionalmente, en las ciudades abundan los cuentos, muchos de ellos surgidos de narraciones orales transmitidas de generación en generación.
Para María Soledad Hernández, profesora investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UCAB, Caracas no es la excepción de esta regla. Fundada el 25 de julio de 1567, la capital venezolana está llena de relatos, ciertos o falsos, que forman parte de la vida y el legado de sus habitantes.
La docente apunta que, usualmente, los cuentos relacionados con esta ciudad giran en torno a la política. Sin embargo, recalca la presencia de personajes y situaciones cotidianas que ilustran cómo era la vida hace siglos en la capital y enriquecen la reconstrucción de su pasado.
«Como venezolanos, el valor de la historia es primordial. La historia no es cuento, no es anécdotas, pero se enriquece de estos elementos. La historia representa nuestras raíces, es el reconocimiento y amor por explorar el pasado; por sentirse orgulloso -o no- porque tiene debilidades y fortalezas. Pero, definitivamente, conocer nuestra historia nos ayuda a entender nuestra realidad, el presente, y nos ayuda a pensar el porvenir», dijo Hernández.
A propósito del 458 aniversario de Caracas, la historiadora compartió algunas verdades, mentiras, leyendas y anécdotas de la llamada «sultana del Ávila».
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Mentiras fundacionales y fantasmales
«Me pongo a pensar y la lista de mentiras sería muy larga», dice entre risas María Soledad Hernández cuando se le pregunta por falsedades asociadas a Caracas. Sin embargo, rescata tres que le vienen a la memoria.
La primera de ellas tiene que ver con su acto de fundación. «La capital, se cree, fue fundada por Diego de Losada en un solo día. Definitivamente es algo imposible. Sabemos que fue muy conflictivo ese encuentro con los caribes, los caracas, los aborígenes que estaban acá, a quienes tuvo que enfrentar», aclaró.
La docente menciona otras dos mentiras que dejan entrever cómo lo metafísico es un tema recurrente en el contexto caraqueño, muchas veces para asustar.
Entre cuentos de fantasmas, apariciones y espíritus, Hernández cita uno en particular: el de un enano que, como el jorobado de Notre-Dame (aquel personaje literario creado por el autor francés Víctor Hugo), toca las campanas de la Catedral de Caracas, aun después de su muerte.
Según la investigadora, muchos caraqueños afirman escuchar a medianoche el repique de las campanas del templo católico ubicado cerca de la Plaza Bolívar. «Y, en efecto, un enano era el campanero de la capital caraqueña. Dicen que él murió allá arriba y que continúa con su oficio de tocar las campanas a una determinada hora«, dijo.
Siguiendo la idea, la miembro del IIH UCAB trajo a colación una mentira que se remonta a los años de la Guerra de Independencia. El personaje principal es el general español Pablo Morillo (1775-1837), a quien se le conoce por haber sido un cruel comandante del ejército realista, aunque presuntamente también fue muy temeroso de fantasmas y espíritus.
«Una noche, desde el bando de los Patriotas, se le hizo una jugarreta. Un grupo se vistió de fantasmas, de blanco, se montaron sobre una carreta y comenzaron a rezar. Se dice que él escuchó las oraciones, se asustó muchísimo y creyó que eran las almas del purgatorio caminando por Caracas, por el Capitolio. Dicen que dijo aterrado: ‘¡Si ustedes están en procesión, no me vayan a llevar a mí!’. Podemos pensar si es real o no», relató la investigadora.
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Una verdad: las momias del Dr. Knoche
Aunque parece salido de una novela de terror, escondido en el Ávila vivió, a mediados del siglo XIX, el controversial médico cirujano alemán Gottfried August Knoche (Halberstadt 1813- Galipán 1901).
Mítico y terrorífico, a Knoche se le conoce por su particular oficio como embalsamador. Sin embargo, su aporte trasciende a sus momias, pues fundó el Hospital San Juan de Dios en La Guaira y durante la epidemia de cólera (1854-1855) luchó por su erradicación.
«Él pasó a ser conocido como una especie de monstruo, pero era un médico con una dotación extraordinaria y un gran espíritu de servicio», dijo la profesora Hernández.
La hacienda Bella Vista, ubicada en falda norte de San José de Galipán, donde Knoche se estableció, guarda apenas algunos recuerdos de su habitante. El lugar fue saqueado, las momias arrojadas al mar y parte de su registro se perdió, pero quedaron algunas evidencias de su trabajo que, incluso hoy, se pueden visitar y observar.
A diferencia de la momificación tradicional -donde se extraen los órganos- Knoche desarrolló una técnica, a partir de un suero especial que inventó -y cuya formula jamás se conoció- que se inyectaba en la yugular del cadáver para evitar su descomposición.
Comentó la docente que, en sus inicios, Knoche practicó con los cuerpos sin reclamar del hospital de La Guaira hasta perfeccionar su suero. Más adelante, hizo lo propio con diferentes personas, entre ellas su familia y él mismo, tras dejar preparada una dosis para que se la inyectaran tras su muerte.
Precisó María Soledad Hernández que dos célebres venezolanos fueron embalsados por el alemán: el expresidente Francisco Linares Alcántara y el periodista Tomás Lander, fundador del Partido Liberal y del periódico El Venezolano.
«Lander estuvo momificado durante 38 años y es curioso porque, como periodista, lo momificaron, lo sentaron en su escritorio y estaba en la entrada de la casa con su traje dominguero, su pluma, tintero y escribiendo sus notas periodísticas. Permaneció allí y dicen que su familia se sentaba a su lado, le ponía una taza de chocolate y conversaba con él. Luego de casi 40 años, el presidente Antonio Guzmán Blanco ordenó trasladar sus restos al Panteón Nacional», agregó.
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Un «Quijote» de leyenda que luchó contra piratas
Alonso Andrea de Ledesma fue un conquistador español que hizo vida en Santiago de León de Caracas a finales del siglo XVI. De acuerdo con María Soledad Hernández, al hombre se le conoce como el «Quijote» de Venezuela y se convirtió en toda una leyenda, dada la hazaña épica que se le atribuye.
Según la historiadora, en 1595 el capitán le hizo frente -en solitario y en lo que podría considerarse un acto suicida- a un grupo de piratas liderado por el inglés Amyas Preston, uno de los capitanes de la flota de sir Walter Raleigh.
«Era un anciano que pasa a la historia como el ‘Quijote venezolano’ porque era flaquito y tenía toda su armadura», afirmó.
A Caracas, los corsarios ingleses ingresaron por el «Camino de los españoles», en lo que hoy es Sabana del Blanco, al final de la avenida Baralt, en La Pastora.
Su propósito era tomar y saquear Caracas, ya que el gobernador no se encontraba. Sin embargo, las autoridades sí fueron notificadas y una tropa salió a defender el territorio.
Curiosamente, tanto los españoles como los ingleses se equivocaron de camino. Y así, el grupo de Preston tomó un estrecho sendero en el que aguardaba Alonso Andrea de Ledesma, como el célebre personaje de Miguel de Cervantes, con su armadura puesta.
«Él decide enfrentarse a la gente de Preston y ellos decidieron no atacarlo. Pero él rompió las filas de los piratas y allí, con un golpe de arcabuz, le dieron en la cabeza y murió. Se habla de la heroicidad de un personaje y un hecho real que se convirtió en leyenda», indicó la profesora.
La burla caraqueña a los andinos: una anécdota para reflexionar
A modo de cierre, María Soledad Hernández recordó una anécdota que da cuenta de cómo era el caraqueño de finales de siglo XIX. En aquel tiempo, Venezuela no contaba con vialidad que conectara distintas zonas del interior con la capital.
«Con ello, se desconocía la idiosincrasia de los andinos, por ejemplo, a quienes confundían con ciudadanos colombianos», comentó.
El viaje desde Táchira a Caracas era muy largo, llegar a la capital podía demorar unos tres meses a través de caminos de mulas. De pronto, con la Revolución Liberal Restauradora, en 1899 un grupo de gochos llegó a la capital, acompañando al general Cipriano Castro.
«Eran personajes desconocidos para el resto del país y ahí está lo curioso de esta anécdota», apuntó Hernández sobre los inicios de lo que sería la hegemonía andina en el poder (1899-1935).
«Cuando entraron a la ciudad, los caraqueños se asomaron a las puertas y ventanas de sus casas, y comenzaron a reírse a carcajadas por la forma como hablaban y su aspecto físico. Quizás Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez no llegaban en las mismas condiciones que la tropa como tal. Les llamó la atención su vestimenta y cuentan que a Gómez esto le molestó muchísimo».
En este sentido, la profesora resaltó que, una vez asumió el poder en 1908, Juan Vicente Gómez decidió establecer su residencia presidencial no en la capital sino en Maracay, estado Aragua, lugar desde donde despacharía hasta su muerte, en diciembre de 1935.
«Seguramente hay otras razones por las que Gómez se estableció en Maracay. Lo que sí es cierto que las risotadas de los caraqueños se convirtieron en símbolo de la permanente burla hacia aquel que venía de la provincia», concluyó.
♦Texto: Grace Lafontant León/Fotos: Archivo de Fotografía Urbana, Real Academia de la Historia, Cámara de Caracas, Fundación Arquitectura y Ciudad, BBC Mundo, Aleteia y Manuel Sardá (retrato María Soledad Hernández)









