La premiada autora, de 80 años de edad, señaló que la participación femenina en la literatura nacional «es un tema poco tratado» que empezó a investigarse recién en los años ochenta del siglo XX. «Celebro el esfuerzo de profesoras y académicas en resaltar los nombres y la producción de muchas escritoras», afirmó durante la lección inaugural 2025-2026 de la Escuela de Letras
La Escuela de Letras de la UCAB dio inicio al año académico 2025-2026 con una clase inaugural en voz de Ana Teresa Torres (Caracas, 1945), psicóloga, docente universitaria, novelista, ensayista, articulista e investigadora de 80 años de edad.
La autora de textos como Nocturama (2006), Vagas desapariciones (1995), La escribana del viento (2013) y Diorama (2021), entre otras publicaciones, ofreció la conferencia titulada «La genealogía femenina de la literatura venezolana: una historia incompleta».
Los oyentes fueron estudiantes de la carrera y miembros de la comunidad universitaria que se dieron cita, el pasado 7 de octubre, en el Auditorio Francisco José Virtuoso del Centro Cultural UCAB.
«¿Por qué es incompleta (la historia)? Porque es un tema poco tratado, poco estudiado, no se pone sobre la mesa. Ha sido reciente, no antes de los ochenta del siglo pasado. Y celebro el esfuerzo de profesoras y académicas en resaltar los nombres y la producción de muchas escritoras», afirmó Torres durante su exposición.
La lección inaugural se realizó en el marco de la celebración del 70 aniversario de Letras UCAB y se suma a las que, en años anteriores, dictaron el historiador Tomás Straka (2024) y Thays Adrián y Adriana Bolívar (2023), especialistas en el lenguaje y estudios del discurso.
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Siglos XVIII y XIX: escritoras invisibilizadas
En su disertación, Ana Teresa Torres recordó que el primer testimonio literario femenino en Venezuela corresponde a sor María Josefa Damiana Paz y Castillo Padrones, religiosa carmelita del siglo XVIII.
Mencionó que, aunque en ese tiempo hubo otras autoras, no se les dio el reconocimiento y difusión suficiente.
La invisibilización jurídica y política, el limitado acceso a la formación académica y su rol como centro del hogar y la familia se cuentan entre las razones detrás de esta ausencia. Aunado a ello, son escasas las investigaciones relacionadas con las pioneras de este oficio y su forma de vida.
«Escribir ponía en lo público a la mujer y eso no se deseaba y comprometía el honor de la familia, utilizaban pseudónimos», apuntó.
Pese a estas dificultades, explicó Torres que existen registros de fotografías en prensa donde se observan a mujeres lectoras y se sabe que muchas eran autodidactas e, incluso, que existió una decena de revistas para mujeres.
Citó dos nombres fundamentales que rompieron barreras y comenzaron a abrir caminos en el quehacer literario, en los albores del siglo pasado: Teresa de la Parra (1889-1936) y Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1962).
«Son el registro de transición a la modernidad que puede leerse en sus obras y las de otras narradoras de su generación. Marcan nuevos escenarios, abren la lucha por conseguir espacios públicos», aseguró.
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El voto femenino y la democracia: detonantes de la participación literaria de la mujer
Ana Teresa Torres relató que casi a mitad del siglo XX se marcó un gran hito: en 1947 la mujer alcanza derecho al sufragio, lo que supondrá un paso importante en su reconocimiento como sujeto jurídico.
A partir de entonces comienza a tener mayor participación en la vida pública, sobre todo desde el ámbito cultural; en distintas tribunas abogan por sus derechos a la educación y se observan más producciones literarias con sello femenino.
«Son intentos de estas mujeres novelistas por buscar una voz y por renunciar a la gran prosa histórica que era la corriente principal. (…) son pequeñas marcas que dibujan la huella de una existencia que permite refugiar esa cierta orfandad de la escritura», comentó Torres.
La caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, en 1958, y el comienzo de la era democrática son otro gran detonante que impulsa la inclusión definitiva de la mujer en todas las áreas sociales, políticas y académicas.
A partir de allí, dijo Torres, las escritoras trazan un firme camino, abarcando un amplio temario que no responde a tópicos tradicionales como la mujer ideal, el hogar o la feminidad, sino a las luces y sombras de su tiempo.
Entre otras figuras destacadas recordó nombres como Antonieta Madrid, Victoria De Stefano, Yolanda Capriles, María Herrero y Laura Antillano.
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La tarea: estudiar el presente literario femenino
Ante un público conformado en buena parte por chicas jóvenes, Ana Teresa Torres insistió en que el momento literario actual para las mujeres no vino por sí solo: «Es producto de una acción de varias generaciones de mujeres decididas a ocupar espacios que le habían sido negados».
Enfatizó en que posiblemente hasta la década de 1960 la mujer guardaba todavía cicatrices de aquellos años de censura y dificultades para ser publicadas.
«Yo no sé si las mujeres de hoy lo sientan así. Como escritora generacional de los sesenta, me alegro mucho de que me haya tocado otro momento», sostuvo.
De hecho, Torres rescató la certeza de que, en la actualidad, las escritoras no tienen los mismos problemas que sus pares de hace 300, 200, 100 o 50 años.
También se refirió a la libertad y apertura que existe hacia la pluma femenina y señaló que la producción es vasta, dentro y fuera del país. «Lo veo a cada rato, personas a las que no conozco, ni siquiera he oído nombrar», apuntó.
Sin embargo, alertó sobre una realidad que se debe atender.
«Hay toda una literatura de escritoras del siglo XXI que está por estudiarse. Se ha ido conociendo, pero la diáspora no facilita esto. Me parece que hay mucha producción que pide a gritos que se empiece a estudiar y organizar como se venía haciendo».
A modo de conclusión, la autora llamó a las mujeres con inquietudes literarias a abrise caminos y no quedarse en el intento de expresarse.
«La que quiera escribir, que escriba. No hay otra manera de hacerlo. ¿Es buen momento? No. Pero ahora hay muchas más herramientas que antes y hay más publicaciones en línea. Son más posibilidades», subrayó.
La polifacética y comprometida pluma de Ana Teresa Torres
El trabajo intelectual de Ana Teresa Torres comenzó con el ejercicio de la psicología. Egresada de la UCAB como psicóloga, en 1968, fundó en 1989 la Sociedad Psicoanalítica de Caracas.
Además de la docencia y la práctica privada, desde 1973 Torres escribe ficción y no ficción, y desprendiéndose de ambos géneros, una serie de ensayos, estudios, monografías, reseñas y artículos para prensa escrita y digital, muchos de ellos con enfoque de género.
Ha sido activista en acciones de resistencia de la sociedad civil, como en la Asociación Gente de la Cultura y Pen Venezuela, y es miembro honorario de la Fundación Arquitectura y Ciudad desde 2016.
Entre otros reconocimientos, Ana Teresa Torres obtuvo el Primer Premio del Concurso Anual de Cuentos del diario El Nacional por el cuento Retrato frente al mar (1984); el Premio de Narrativa del Concejo Municipal del Distrito Federal de Caracas y el Premio de Narrativa del Consejo Nacional de la Cultura la novela El exilio del tiempo (1991).
Ese mismo año fue galardonada con el Premio de Novela inédita de la I Bienal Mariano Picón Salas por Doña Inés contra el olvido, texto que siete años después, en 1998, sería reconocido con el Premio Pegasus de Literatura a la Mejor Novela Venezolana de la Década, otorgado por Mobil Corporation.
En 2001 recibió en Alemania el Premio Anna Seghers, otorgado desde 1986 por la fundación del mismo nombre a autores alemanes y latinoamericanos, y en 2006 fue incorporada como Individuo de Número de la Academia Venezolana de la Lengua.
Nueve años más tarde, en 2010, la Universidad Católica Cecilio Acosta la distinguió con el Doctorado Honoris Causa en Literatura y en 2014, su obra La escribana del viento obtuvo el Premio de la Crítica a la Novela de 2013.
En 2017, la autora leyó el pregón durante la inauguración de la II Feria del Libro del Oeste de Caracas (FLOC), celebrada en la UCAB.
«Quizá les parezca exagerado lo que voy a decir, pero estoy convencida de que toda la vida está en los libros, en las palabras que los componen», dijo entonces en su discurso.
♦Texto: Grace Lafontant León/Fotos: Ricardo De Sousa
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