La celebración del Día del Estudiante en Venezuela es un homenaje a la valentía y compromiso de aquellos jóvenes que, en 1957, se alzaron en contra de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y organizaron una huelga enfrentando las amenazas, la censura, la represión y la persecución, para protestar contra el plebiscito convocado por el gobierno.
Esa admirable jornada, que se cumplió de forma particular en la Universidad Central de Venezuela y en la UCAB, fue parte de las acciones que desencadenaron la caída de la dictadura perezjimenista.
Hoy, en 2017, los estudiantes conmemoran la fecha en medio de una coyuntura que guarda ciertas similitudes con las de aquel año: los muchachos han vuelto a protestar y han enfrentado la mano dura del Estado, que los ha reprimido y perseguido por alzar su voz contra la injusticia y la opresión. Sesenta años después los jóvenes ucabistas, junto con sus pares de otras universidades, han sido líderes y protagonistas de las acciones que ha llevado a cabo el movimiento estudiantil.
Los miembros del movimiento estudiantil ucabista se sienten comprometidos con su familia, con la universidad, con su comunidad, con la sociedad. Tienen conciencia también de su responsabilidad y de la oportunidad que se les presenta de asumir un rol protagónico en esta coyuntura. Son jóvenes que, a pesar de la crisis, miran el futuro con optimismo. Saben que tienen que ser parte de un cambio, de un esfuerzo transformador. Estudian, trabajan, luchan, militan.
“Desde pequeños nos dicen que somos el futuro, pero en realidad somos el presente, porque es ahora cuando podemos generar un cambio. Y un cambio no significa que tengas que ser político o militante, para generar un cambio cada quien tiene que aportar desde su espacio, desde su comunidad, desde su familia, desde la actividad que desarrolle. Cada estudiante debe entender el rol que cumple, somos agentes de cambio”, dice Nicola Yammine, consejero de Desarrollo Estudiantil de la UCAB.
De sus palabras, como de las de Ignacio Belisario y Gabriel Ascanio -consejeros universitarios de esta casa de estudios- se desprenden esa conciencia y ese compromiso. Los tres enumeran retos y se plantan ante las condiciones que impone la realidad venezolana. Miran dentro y fuera de la universidad. Se preocupan por la excelencia académica, por las necesidades de sus compañeros, por estimular las expectativas y las ganas de seguir trabajando por el país.
“Ser representante estudiantil implica una vocación, una vocación para servir a tus compañeros, a tu comunidad”, afirma Ascanio.
Algo en lo que también insiste Belisario, para quien los retos inmediatos son colocarse en los zapatos de los alumnos a los que representan.
“Debemos ser más cercanos con los estudiantes, para que entiendan que estamos allí para servirles a ellos, como sus pares; por algún tiempo han visto a los representantes como una suerte de élite, y eso no es cierto, la mayoría de nosotros estamos involucrados en esto para servir a los estudiantes”.
Ascanio, por su parte, hace énfasis en que estudiar en un país como el nuestro es, a la vez, una oportunidad (que no tienen todos) y un desafío.
“Enfrentamos retos académicos, sí, y sociales, económicos, políticos. Por ejemplo, una de las principales preocupaciones como dirigentes ucabistas es la disminución de la plantilla de profesores, la crisis económica que nos afecta a todos y que puede generar el abandono de las carreras por falta de recursos para pagar la mensualidad”.
Los muchachos también se proyectan junto con su institución y sus pares de otras casas de estudio, tal como lo explica Yammine:
“Debemos, como universidad y como movimiento estudiantil, estar lo suficientemente articulados para enfrentar las amenazas a la universidad y a la autonomía. Nuestras preocupaciones, además, tienen que atender los diversos escenarios y problemas del país”.
Los tres jóvenes coinciden en que el movimiento estudiantil venezolano debe recuperar su autonomía, trabajar con una agenda que los refleje y los mantenga en sintonía con el resto de la sociedad.
“Creo que el movimiento estudiantil tiene que recuperar su autonomía”, expone Belisario, “y para eso tiene que generar objetivos propios, tener un discurso que genere identidad para lograr reconectarnos con los estudiantes. Ante el vacío político que ha generado la dirigencia opositora, al no saber responder a las demandas de la mayoría, debemos hacer un trabajo de unificación social con diversos actores de la sociedad civil para logar el empoderamiento ciudadano”.
Yammine, Ascanio y Belisario también concuerdan en que hay un trabajo que trasciende la inmediatez y que requiere ocupar distintos espacios; ellos se refieren a un cambio serio y duradero en la sociedad venezolana.
“Más allá de salir de este régimen hay que trabajar para lograr un cambio social y ese cambio comienza por uno mismo”, indica Yammine. Y Ascanio, por su parte, concluye: “Hay un tema cultural, hay que trabajar por un cambio cultural, más allá de los problemas políticos, sociales y económicos”.