Marielba Núñez
Basta traspasar las puertas del Palacio de las Academias para que el bullicio del centro de Caracas quede atrás. En sus pasillos centenarios y en sus jardines se respira paz y sosiego, dos bienes que se han hecho cada vez más raros en un entorno cada vez más convulso y revuelto. Ese fue el escenario donde, el pasado jueves 21 de mayo, en un acto al mismo tiempo solemne y familiar, se rindió un homenaje, en el centenario de su nacimiento, al recordado pediatra Hernán Méndez Castellano, uno de los nombres fundamentales en el área de la salud pública de la Venezuela del último siglo. José Francisco, individuo de número de la Academia Nacional de Medicina, fue el encargado de recordar la vida y obra del pediatra trujillano, creador y artífice de la Fundación Centro de Estudios del Crecimiento y Desarrollo, institución desde la cual logró, junto con un grupo de investigadores de primera línea, materializar el Proyecto Venezuela, una ambiciosa radiografía de la sociedad venezolana que se realizó entre 1976 y 1983, y que trascendió lo biológico para mirar también los rasgos culturales y las huellas de la desigualdad económica y social. Uno de sus principales aportes fue el diseño y aplicación del método Graffar-Méndez Castellano, que fue implementado por Fundacredesa para conocer a fondo la estratificación social del país y que hoy sigue siendo una referencia.
Qué falta hace la sencilla lucidez de Méndez Castellano en momentos en que parecen desvanecerse muchas de las conquistas, sobre todo en materia educativa y sanitaria, alcanzadas por los venezolanos desde la segunda mitad del siglo XX. Acostumbrado a divulgar los resultados obtenidos por Fundacredesa, seguramente no compartiría la tendencia a ocultar datos y cifras, sin las cuales cualquier decisión en materia de políticas públicas luce poco menos que como un capricho.
A Méndez Castellano, que fue también profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, lo mortificaba la pobreza a la que parecían condenados los niños de los estratos más pobres, a quienes se les niegan todas las oportunidades. «Duele, por ejemplo, que un niño del estrato V está condenado a vivir 10 años menos que un niño que nazca en el estrato I», decía en una de las últimas entrevistas que concedió, poco antes de su muerte, cuando la Organización Panamericana de la Salud le otorgó el título de Héroe de la Salud Pública.
También llamaba la atención sobre la poca autoestima que nos caracteriza. «El venezolano es trabajador y, sin embargo, mucha gente dice que es flojo», señaló en el diálogo que sostuvo con la periodista Marlene Rizk. «Pareciera que hubiera un interés por minusvalorarlo y él se presta para eso. Pero hay algo raro en la personalidad nuestra y es que tratamos de destruir lo bueno que tenemos, mientras que todo el mundo trata de exagerar lo bueno que tiene». El olvido puede ser también una forma de destrucción y de allí la importancia de mantener vivo, sobre todo en momentos como estos, el recuerdo de las ideas y el aporte de Méndez Castellano y de otros científicos de su talla.