Francisco José Virtuoso
Llegaron las fechas de navidad y año nuevo. En esta oportunidad recibimos la navidad y cerramos el año en medio de muchas calamidades que lamentar. Ha sido un año muy duro y difícil en todos los órdenes de la vida social. Los datos de desempeño económico son desastrosos, nuestras condiciones de vida son de sobrevivencia y de deterioro generalizado. Nuestra convivencia se desquició aún más por el incremento de la criminalidad y el desamparo institucional. Y, en medio de todo ello, como la guinda de la torta, la diatriba política, la confrontación, la soberbia gubernamental y la sordera ante el malestar generalizado.
Sin embargo, una puerta de esperanza se abrió el pasado 6 de diciembre. En medio de esta dura situación, el pueblo se manifestó políticamente a través de la institucionalidad del voto popular, no tomó atajos, supo esperar, y se decidió por un cambio político sustancial, cuyo contenido más importante es que obliga a las fuerzas políticas mayoritarias al diálogo, al entendimiento y a la generación de acuerdos para orientar al Estado al servicio de la sociedad. El giro electoral del 6 de diciembre pasado ofrece la oportunidad de pactar entre dos poderes del Estado igualmente legítimos y, en consecuencia, de estar en mejores condiciones para evitar un mayor deterioro social y económico.
Para sorpresa de los venezolanos, a los pocos días de esta importante decisión, el Presidente de la República, con apoyo del partido oficial, llama más bien a la confrontación y amenaza con desconocer a la nueva Asamblea Nacional, lo que pudiera llevarnos a una situación de total ingobernabilidad y con ello de empeoramiento de la crisis global que vive el país. Con lo cual celebraremos esta navidad con desazón y esperaremos un año nuevo con mucha incertidumbre.
Así las cosas, llegó navidad, cuyo mensaje central es el primado de la esperanza sobre toda oscuridad y tiniebla. Los cristianos recordaremos el 24 de diciembre en la noche la profecía de Isaías: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz intensa, los que habitaban un país de sombras se inundaron de luz.
Estas palabras fueron pronunciadas por el profeta en un momento dramático de la historia de Israel. Los asirios habían penetrado a sangre y fuego en Galilea y Samaria. El país está sumergido en tinieblas y en oscuridades de muerte. Isaías interviene, en nombre del Señor, para proclamar la paz e inculcar esperanza: está por amanecer -dice- un día de alegría y júbilo. Alégrate -dice el profeta- porque se cumplirá una liberación sorprendente: desaparecerá el orgullo, el frenesí de poder, de éxito y de dominio y la codicia de acumular bienes. No más opresión ni engaño.
Esperar con esperanza es hacer consciente que la vocación de dignidad, justicia, libertad, derecho y democracia que late en lo más profundo del corazón de la humanidad no es un sueño quimérico, imposible de alcanzar, no es mera utopía, es un impulso que nos mantiene siempre en búsqueda, en lucha, en esfuerzo constante. Esta navidad nos tiene que servir a cada venezolano para alimentar nuestros deseos y nuestros esfuerzos para salir de esta terrible crisis que agobia el país.
El 24 de diciembre celebraremos el anuncio de los ángeles a los pastores: Les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy les ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y el Señor. La esperanza es como un niño indefenso, debilidad que conmueve y promesa que inspira. Que en esta navidad, junto a los pesebres de nuestros hogares, renovemos nuestra esperanza en Venezuela y en el compromiso de todos los hombres y mujeres de buena voluntad de esta tierra.
Publicado en el diario El Universal el 23 de diciembre de 2015