La curiosidad, la capacidad de innovar, la creatividad, son algunos de los rasgos que deberían caracterizar a quien desee dedicarse a la ciencia y a su enseñanza. No son virtudes extraordinarias porque todo niño tiene una innata capacidad de asombro por lo que le rodea. Entonces, ¿quién mata esa incipiente pasión por el conocimiento?
Para María del Carmen Eizaguirre, coordinadora de la mención Biología y Química de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello, la respuesta no puede ser más desalentadora: la responsabilidad del desinterés por la ciencia recae en la escuela y en los maestros. «La formación de ciencia está mal diseñada y los docentes están mal formados. A la mayoría les gusta el arte, la geografía, el lenguaje, pero el área de ciencia es como la Cenicienta: los maestros no la dominan, le tienen miedo, no le dan importancia y eso es lo que transmiten a los estudiantes».
El estigma de las «tres marías» pasa factura con creces: la falta de profesores que puedan impartir materias científicas en todos los niveles se traduce también en un futuro poco esperanzador para el país, que se queda sin generación de relevo para la investigación en una época en que la producción de conocimiento es el principal motor del desarrollo.
En el caso venezolano la crisis es de tal magnitud que ya es común que a los alumnos de bachillerato les exoneren las asignaturas científicas y que los cupos para la formación de futuros profesores en esas materias se queden sin candidatos. «Uno de los graves problemas es que hay un doble discurso: todo el mundo habla sobre la educación porque queda bien, pero nadie quiere invertir en ella, los maestros son los trabajadores peor remunerados. Si perdemos a los buenos profesores en educación media, si cerramos las menciones de educación en ciencia en las universidades, nos vamos a quedar sin científicos». Apunta que no se trata de un fenómeno local, por lo que la paradoja es clara: «Si el mundo necesita, por ejemplo, energías verdes y energías limpias, ¿quiénes las van a diseñar?».
La falta de vocaciones se explica también, en parte, porque los estudiantes no ven en sus maestros, y por tanto tampoco en sus profesores de ciencia, un modelo a seguir, admite Eizaguirre, quien publicó recientemente una revisión de los resultados de la Consulta Nacional por la Calidad Educativa relacionados con las observaciones sobre la preparación de los docentes. «Todos los profesores se quejan de que no hay criterios para seleccionar ni a los cursantes de Educación ni a los profesores, ni en los centros privados ni en los públicos. Están aceptando que a los maestros de Educación Integral los pongan a dar Física o Biología, porque no tienen a más nadie. Esa puede ser una medida de emergencia, pero no puede ser una solución permanente».
LAS MANOS EN LA MASA
Está claro que no es tiempo de quedarse de brazos cruzados. En la Escuela de Educación se están materializando varias ideas que tratan de ayudar a subsanar las fallas que los docentes arrastran en materias como Física, Química y Biología, y quieren hacer llegar a los jóvenes el mensaje de que hay un horizonte prometedor, tanto en lo laboral como en lo personal y académico, al escoger la carrera de Educación con menciones científicas.
Entre estas actividades destaca la firma de un convenio con la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales para la puesta en marcha de un diplomado en Educación en Ciencia basada en la Indagación. «La intención es que los maestros puedan llevar a las aulas el aprendizaje de la ciencia por indagación, que no es otra cosa que aproximarse al método científico: buscar problemas, investigar lo que se conoce sobre un fenómeno, proponer soluciones, realizar experimentaciones, llegar a conclusiones», explica Eizaguirre. De esta forma, la UCAB se convierte en el brazo académico de un proyecto que la academia venezolana comenzó hace una década, inspirado en la iniciativa francesa La Main à la Pate (Las manos en la masa), creada por el premio Nobel Georges Charpak, con la intención de dar un vuelco a la educación científica en la escuela primaria.
El diplomado, que está previsto que comience el próximo año, tendrá un carácter semipresencial y se unirá a otros programas similares que ya ha adelantado la UCAB. «Se llaman diplomados en Enseñanza de la Física, de la Biología o de la Química y abordan temas de didáctica y puntos específicos de cada disciplina. Ofrecen herramientas básicas porque la intención es abrir el apetito a ese profesional que ya está dando clases de ciencia para que quiera aprender más».
CAMINOS ABIERTOS
En la Escuela de Educación no dialogan solo con los maestros, también se dirigen a los estudiantes para animarlos a seguir una vocación que muchas veces se menosprecia. Realizan charlas en colegios, van a reuniones con próximos bachilleres, buscan el diálogo cara a cara para tratar de remontar la cuesta del descrédito de la labor docente, que Eizaguirre compara con una pelea «de sables de madera contra espadas láser».
Un camino para animar a posibles candidatos es ayudarles a entender que, aunque el trabajo en el aula puede ser la mejor realización profesional, no es la única vía que pueden seguir. Los egresados de las menciones científicas de la Escuela de Educación han podido también desarrollar su carrera como científicos en los laboratorios de instituciones como el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas o de la Universidad Simón Bolívar. También han abrazado tareas educativas en centros divulgativos como el Museo de los Niños y el Museo de Ciencias o se han dedicado a la producción de libros y materiales didácticos. Otros han explorado posibilidades en empresas privadas, como gerentes de línea o en el área de Recursos Humanos.
Sin embargo, Eizaguirre recalca que la vocación es todo un descubrimiento que supone un cambio de vida. «Pongo como ejemplo mi caso, yo quería ser bióloga y comencé a estudiar en la Universidad Central de Venezuela, pero debido a las interrupciones, decidí cambiarme a la UCAB. Tenía miedo escénico, así que no me veía dando clases, pero me atrapó la carrera, mis profesores, mis compañeros. La verdad es que Educación te enamora». Con una experiencia de veintinueve años dando clases en un liceo y como profesora universitaria, es una voz autorizada para invitar a explorar todas las posibilidades y ventajas que ofrece la carrera.
♦ Marielba Núñez
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