Según un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud en el año 2017, alrededor de 322 millones de personas sufren de depresión. Según esta misma información, esta condición es la segunda causa principal de suicidios en el mundo.

El jueves 21 de noviembre, a propósito del Día del Psicólogo, el Centro de Asesoramiento y Desarrollo Humano (CADH) de la UCAB realizó un foro llamado «Asesoramiento en tiempos de crisis», enfocado en plantear una nueva interpretación del trabajo de un psicólogo asesor en un contexto económico, político y social como el que presenta Venezuela en la actualidad, en el que miles de personas están aquejadas por condiciones como la ansiedad y depresión.

Jonathan Sulbarán, psicólogo del CADH y encargado de dirigir el foro, compartió su opinión sobre los temas conversados en el evento, fundamentando sus intervenciones a la luz de su experiencia de acompañamiento de casos que requieren apoyo psicológico en la comunidad ucabista.

 

¿Cuáles son las claves para mantener una buena salud mental en tiempos de crisis?

«Más que claves, planteamos retos, que pueden propiciar la obtención de ciertos tips. Si entendemos que mucho de este sufrimiento que aqueja a las personas es producto de las interacciones entre determinados individuos con su contexto, la sociedad y cultura en la que se desenvuelven, entre otros factores, esto nos puede llevar a tomar consciencia y nos da la capacidad de observar el impacto que tenemos los unos con los otros y con nosotros mismos. Lo que nosotros hacemos -en todo el espectro que significa hacer y comportarse- impacta en cada persona participante de una interacción. Creo que de estas respuestas pueden derivar otras respuestas al respecto y, asimismo, se puede ayudar a considerar las consecuencias que pueden conllevar ciertas prácticas sociales como la violencia de género o la exclusión psicosocial».

¿Cómo impactan estas prácticas que mencionas en las relaciones interpersonales?

«Hay discursos como los roles o ciertas creencias que, de alguna manera, impactan en el comportamiento de las personas y terminan siendo destructivos de algún modo. Por ejemplo, buscar la felicidad como guía de vida absoluta tiene consecuencias bastante peligrosas, pues si lo tomas como regla y te comportas congruentemente con ella empiezas a filtrar aspectos de tu propia experiencia que te informan sobre cosas de tu propio contexto. Pongo otro ejemplo, si experimentas tristeza, esto puede suceder porque has experimentado ciertas pérdidas muy dolorosas que puedes estar teniendo y, si no las registras, no podrás hacer nada al respecto. Estas experiencias no son necesariamente enemigas, el asunto es ver la relación que tenemos con estas y el contexto para evitar tener relaciones destructivas».

Como parte de tu ponencia, hacías mención del «bienestar hedonista», ¿qué significa este término y cómo se relaciona al asesoramiento en tiempos de crisis?

«Eso está relacionado a lo que mencioné anteriormente, el ser feliz a toda costa como filosofía de vida y que nuestra profesión esté al servicio de esa visión. Este término no se relaciona necesariamente a una persona viviendo de una forma que le valga la pena en el mundo, que es muy distinto, va más relacionado a cómo el mundo también es parte de ese ser individual, ya que no se divorcian ni son variables separadas, sino que interactúan constantemente en un flujo dinámico. El rol del asesor es tomar parte de esos aspectos del flujo dinámico para hacer intervenciones. Por ejemplo, el cómo un asesor trabaja las prácticas sociales en un espacio determinado o cómo conforma grupos y colectivos de estudiantes, todo se va articulando hasta el plano individual de la intervención psicoterapéutica».

¿Las nuevas generaciones son más propensas a sufrir condiciones que afecten su bienestar?

«El tema generacional no es necesario entenderlo como que somos seres humanos distintos, lo que pasa es que crecimos en contextos diferentes. Un joven nacido entre el año 1998 y el 2000, ha adquirido ciertas habilidades, pues el haber sido criado en unas condiciones de inseguridad le han permitido desarrollarse de una manera diferente. Esta generación que menciono ha crecido sin la figura de un gobierno competente, y esta ausencia de protección, si bien no es una relación directa, ha influido en la creación de una perspectiva distinta a generaciones anteriores. Además, esta situación afecta a la sociedad en todos sus eslabones, un padre reaccionará ante un escenario de violencia urbana, pues siempre debería velar por la seguridad de su hijo, por ejemplo».

¿Qué retos profesionales se te han presentado como asesor de la comunidad ucabista?

«Hay un factor externo que nos toca directamente, la erosión del tejido social. Esto impacta a la formación de las redes de apoyo, las cuales pueden proveerles a los estudiantes los recursos necesarios para lidiar con los problemas que se presentan al ser un joven caraqueño que vive en Venezuela y estudia en la UCAB. En este año particularmente, este es uno de los grandes retos. También hay que destacar que las instituciones están conformadas por personas, y esto presenta el reto de determinar la dirección en la que vamos, poner la mirada en las prácticas culturales de la comunidad ucabista y ver si facilitan o no la cooperación para formar un tejido social más sólido. Aspectos que parecen ser enajenados, como la participación ciudadana y la vivencia subjetiva de bienestar o malestar están íntimamente relacionados. La no participación, que es completamente normal, dada la ausencia estatal, intensifica la sensación de vulnerabilidad de un individuo».

¿Qué mensaje  darías a la comunidad ucabista para que nadie evite buscar asesoramiento en caso de necesitarlo?

«No hay que medicalizar el sufrimiento psicológico. Vale la pena sentarse y mirar a los demás. El preguntarle a alguien o a uno mismo ¿cómo estás?, si bien puedes saber que evidentemente se está sufriendo, es el primer paso para pensar en un ‘nosotros’ arropado bajo las mismas condiciones. Hago un llamado a dar ese primer paso para luego buscar asesoramiento y redes de apoyo».

♦Texto: Diego Salgado/Fotos: Manuel Sardá