Marielba Núñez

Beatriz Carreño es una científica venezolana, actualmente investigadora del Departamento de Patología e Inmunología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en Saint Louis. Bióloga, graduada en la Universidad Simón Bolívar en 1981, con una sólida formación de postgrado en universidades norteamericanas, hace poco estuvo relacionada con los titulares de las principales noticias del área médica porque fue la autora principal de un artículo publicado por la revista Science, en el que se detallaba un prometedor avance en el área de las vacunas personalizadas contra el cáncer.

También fue citado repetidamente en medios de comunicación de todo el mundo el nombre del venezolano Marcio Meléndez, físico, graduado en la Universidad Simón Bolívar en 2002, con una maestría en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, e investigador asociado en el departamento de Astronomía de la Universidad de Maryland, Estados Unidos. El científico participó en un estudio publicado en la revista Nature en el que se demuestra, a partir de datos obtenidos con los telescopios espaciales Suzaku y Herschel, la acción determinante de la actividad de agujeros negros supermasivos sobre el destino de las galaxias.

Una emprendedora de 25 años, Tatiana Birgisson, también logró que el nombre de Venezuela estuviera asociado a una información positiva en las agencias de noticias. Su idea de una bebida energética saludable, basada en el uso de guayusa, una planta amazónica ecuatoriana, fue premiada en un concurso de emprendedores patrocinado por Google, que le otorgó 11.500 dólares para darle un impulso a la expansión de su negocio.

Se trata de informaciones que tuvieron lugar en menos de un mes y que sin duda son apenas una muestra de otras que vendrán en el futuro que serán cada vez más frecuentes. El éxodo de cientos de miles de venezolanos que buscan un destino fuera de las fronteras del país, aunque traiga no pocas veces consigo el duelo de la despedida, sin duda tiene también un lado amable: ese orgullo que es inevitable sentir por aquellos que muestran en otras latitudes que el amor por el estudio y la preparación y la capacidad de innovar y de contribuir con el avance del conocimiento de la humanidad son también parte de nuestro gentilicio.

Sin embargo, no es suficiente conformarse con experimentar ese sentimiento, menos ahora cuando la emigración venezolana se ha convertido en un fenómeno creciente y buena parte de ella se caracteriza por su alto grado de formación académica. Otros países han experimentado también diásporas científicas y han tenido que reconocer que es necesario buscar caminos para mantener y estimular vínculos con un capital intelectual que puede ser también un factor de desarrollo. Quizás este no sea aún el momento, pero llegará el día en que esa será una estrategia que se considerará necesaria y urgente.