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Propuesta pastoral frente a la crisis venezolana

El pasado mes de julio, el episcopado venezolano llevó a cabo en Caracas su centésima décima segunda Asamblea Ordinaria Plenaria, evento que congregó, durante cinco días, a obispos y sacerdotes de todo el país para analizar la dura realidad nacional y los desafíos que impone a la Iglesia católica  en su labor pastoral.

En ese marco, el sacerdote jesuita y vicerrector de extensión de la UCAB Guayana, Arturo Peraza Celis, ofreció una conferencia en la que reflexionó sobre este tema y ofreció su visión, a la luz de su experiencia como abogado, politólogo y especialista en derechos humanos.

Durante la ponencia, Peraza resaltó la necesidad de «consolidar una verdadera sociedad democrática», donde «la violencia pueda ser superada como modelo de relación». También señaló en que los sacerdotes deben trabajar en la construcción de una nueva narrativa en la que la esperanza sea la protagonista y conduzca a los ciudadanos hacia un nuevo modelo de país. «No es el retorno del pasado», insistió.

A continuación, el discurso del padre Arturo Peraza Celis.

 

Propuesta pastoral frente a la crisis venezolana: una nueva narrativa para la Esperanza

Debo comenzar señalando que hoy en Venezuela se respira un aire de mucha desesperanza, de mucha tristeza y porque no decirlo de cierta resignación que espera en una situación fortuita la salida de este destierro.

Como el pueblo oprimido de Israel la gente llora un profundo lamento. ¿Cómo fue que una tierra que manaba leche y miel se transformó en un yermo? El país más rico y con mayor crecimiento de América Latina se transformó en una sociedad que huye frente a una crisis humanitaria sin precedente.

Cuando Monseñor José Trinidad Fernández me pidió esta conferencia su pregunta fue a la vez clara y compleja ¿Quémás podemos hacer como Iglesia frente a la actual situación? Nuestra Iglesia sí ha hecho y mucho por toda esta situación y debemos agradecer el nivel de compromiso que ha mostrado tanto la Conferencia Episcopal Venezolana
(CEV) como el Santo Padre y el Vaticano en toda esta historia.

Pero la pregunta sigue vigente. Cómo acompañar este camino. Cómo iluminar en medio de esta noche oscura. Cuál es la esperanza que nos toca brindar.

Permítanme una narrativa usando en parte la estructura que me regala la espiritualidad ignaciana:

A) Principio y Fundamento:
Se nos ha regalado una tierra maravillosa que a pesar de nosotros sigue manando leche y miel. Una tierra generosa con gente noble y buena en su mayoría que ha sabido buscar la paz a pesar de todo. Que aún espera que la salida sea a través de elecciones y no de un acto de fuerza. Esa gente es la que ha evitado que entremos en una espiral tan dura como la que vivió nuestro pueblo hermano de Colombia o España en 1936. No estamos lejos de eso, pero creo honestamente en que nuestra gente evitará ese mal.

A pesar de todo el dolor y la dificultad, veo gente emprendiendo, chicos estudiando, jóvenes luciéndose a nivel internacional, venezolanos dando lo mejor de sí mismos en el extranjero.

Cómo no darle gracias a Dios por el pueblo que les ha confiado pastorear a pesar de sus múltiples limitaciones. Reconocer la oportunidad que Dios sigue abriendo a través de nuestra gente delante de nuestros ojos es necesario para llevar adelante este camino. El Señor sigue caminando con nosotros.

B) El Pecado
Ya desde hace un buen tiempo la CEV entre otros venía alertando que el camino asumido por el régimen no sólo era antidemocrático en términos de su acción política, sino que afectaba seriamente los derechos sociales económicos y culturales de la población.

Los informes presentados por la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) y los presentados por Cáritas iban dando razón de una abrupta caída en las condiciones básicas de nuestra población. Temas como alimentación, salud, servicios públicos, seguridad ciudadana.

En comunicaciones anteriores se hablaba de un grave problema de desinstitucionalización que era progresiva. Pero este proceso de crisis creciente ha dado paso a una realidad aún más dura que podemos definir como colapso. Ese es el cuadro que pinta el informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos Michelle Bachelet.

Debo señalar que quizás para nosotros lo descrito por la Sra. Bachelet es conocido, materia de experiencia cotidiana y quizás en muchos casos aún más grave de lo que señala el informe. Pero aquí lo importante es el organismo que avala estas conclusiones y el impacto global que el mismo genera.

La imagen que brota es la de un Estado fallido, es decir un Estado que ha sido incapaz de proveer lo mínimo indispensable para la subsistencia digna de su población y que tienen graves problemas para lograr esos cometidos mínimos que debe lograr todo Estado moderno. Pero es aún más dramático la presentación de la situación en materia de derechos civiles y políticos pues nos deja la clara sensación de estar ante un Estado criminal: “Durante al menos una década el Gobierno, así como las instituciones controladas por el Gobierno, han aplicado leyes y políticas que han acelerado la erosión del estado de derecho y el desmantelamiento de las instituciones democráticas, incluyendo la Asamblea Nacional”.

Conclusión: Del informe podemos decir que se nos muestra el rostro de un Estado que falla en llevar adelante los cometidos fundamentales que éste tiene por misión y responsabilidad, por lo que el colapso en este sentido puede ser definido como Estado fallido. También se nos muestra un Estado que de forma consciente, clara y voluntaria comete y ampara la comisión de delitos contra su población de forma masiva. Impacta la descripción sobre la tortura (en especial porque trae a la memoria casos como el Capitán Rafael Acosta Arévalo o Fernando Albán) y las ejecuciones extrajudiciales, por lo que estamos delante de un Estado Criminal.

C) Las Causas del Pecado
Aquí no llegamos de la nada, en realidad todo esto responde a una estructura social que es necesario descubrir y enfrentar. Es lo que llamo la narrativa político social de nuestro país.
Nuestra historia está ligada a los modelos de producción que hemos tenido, Así el control del latifundio dio origen a la historia de los caudillos y el deseo de tierras se vio burlado por aquellos que las prometieron para nunca cumplir.

Luego apareció el modelo extractivista rentista petrolero, con él también apareció el Estado rentista que tuvo dos fases: el modernizador y el clientelar. Este último promovió la aparición de cierto nivel de sociedad civil pero dependiente del mismo Estado, de allí que jamás la sociedad civil se hizo adulta y responsable del dinamismo social, sino que era el Estado paternalista quien asumió la existencia completa de la sociedad venezolana. Esto nunca se modificó, porque los que tenían intereses de poder jamás tuvieron interés real en que se diera un verdadero desarrollo de la sociedad venezolana y una liberación de sus fuerzas productivas. También los sectores empresariales no mostraron mayor interés en lograr la emancipación real del Estado sino su sometimiento. Por eso no era sino cuestión de tiempo para que apareciera el espectro del Estado colectivista.

El chavismo como modelo colectivista se fundó en el extractivismo pero progresivamente se fue abandonando el modelo rentista y el extractivismo demudó en depredación. El mero interés por repartir recursos sin que esto estuviese vinculado a la producción. La destrucción del aparato productor venezolano (empresas, haciendas, industrias comercio). La destrucción de Pdvsa fue un proceso progresivo. Este modelo viene mejor expresado en la realidad que vivimos en los
estados Bolívar y Amazonas. El extractivismo minero es un modelo de empobrecimiento en muchos sentidos que termina dando la razón al Papa Francisco en la Laudato Si en la dirección que la depredación ecológica es también social, humana y moral.

Este modelo ha generado el gobierno de las mafias del cual el gobierno nacional no es más que otra manifestación (por no hablar de los entes estadales y municipales como en el estado Bolívar donde es evidente). El extractivismo depredador crea mafias que controlan las riquezas producidas, generando trabajo esclavo, sometimiento y pobreza. Esto ha sido así en África y está siendo así en Venezuela. Lo que se autodefine como gobierno nacional, no es más que una asociación mafiosa que requiere establecer pactos entre diversos actores que actúan como agentes de poder con
intereses de enriquecimiento personal. Por eso no nos puede extrañar la descripción de la Sra. Bachelet.

D) La Misión
En Venezuela hemos tenido narrativas: La epopéyica de la mano de Venezuela Heroica; la positivista de Laureano; la modernizadora democrática de Doña Bárbara; la revolucionaria bolivariana de Chávez. Cada una buscó ubicar el movimiento político social que promovía. Hoy no hay narrativa.

Creo que el trabajo de construir esperanza pasa por la creación de una nueva narrativa. Una narrativa que comience desde la perspectiva positiva de los dones recibidos; que reconozca que hemos malgastado esos dones al no convertirlos en trabajo creador como lo señaló ya hace casi cien años atrás Arturo Uslar Pietri. Ahora entra la nueva fase. La Venezuela que debemos hacer en el siglo XXI.

Creo que es una Venezuela que debe valorar el trabajo, el emprendimiento, la creatividad, la productividad. Una Venezuela que no se considera rica porque tiene recursos naturales, sino porque tiene capacidad para producir y transformar. Una Venezuela que valora la educación, que reconoce competencia y capacidades; que promueve la inversión privada y busca que se remunere el trabajo; que establece una profunda relación entre productividad y remuneración. Necesitamos describir un país donde se impone la poliarquía porque el poder está distribuido en muchas y muy diversas manos. Se socializa el capital. Se evita los monopolios (sean estatales o privados) y oligopolios. Se promueve la descentralización. Se supera el control de los partidos políticos sobre la sociedad. Se promueve el principio de subsidiariedad.

Esto solo es posible si hay inversión privada, múltiples capitales, una sociedad adulta que se sostiene por su esfuerzo y se superan los modelos rentistas de extractivistas para promover modelos industriales y tecnológicos de producción. Insisto que para ello la educación será básica.

Necesitamos hacer soñar a la sociedad con esos valores; educar a nuestros niños y adolescentes en esos valores; hacerles reconocer las trampas de modelos anquilosados en el pasado; retarlos desde una visión global que reconozca la riqueza no en las cosas sino en el ser humano y su capacidad de transformar.

E) La Pasión
El camino en el que andamos requiere unas mediaciones complejas y no fáciles. No podemos caer en falsos mesianismos políticos si queremos llevar adelante esa sociedad. No es verdad que la salida de esta situación va a venir de una fuerza armada extranjera. No es verdad que la salida de esta situación va a venir de un supuesto quiebre de la Fuerza Armada Nacional cuando ellos mismos están secuestrados por la mafia gobernante, en la medida en que parte de esa mafia está constituida por miembros que dirigen ese organismo. No es verdad que un juicio abierto en la Corte Penal Internacional va a cambiar la situación por sí misma aunque esto sea necesario e incluso cada vez aparece más como posible. No es verdad que las sanciones van por sí mismas a cambiar la posición del gobierno, más si luego cuenta con el aval de otras potencias internacionales con otros intereses.

Debo decir que es útil toda presión que desde naciones hermanas desde el extranjero ayuden a obligar al gobierno a modificar su conducta; que informes como el de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos son muy útiles; que trabajos como el del Grupo de Lima son una gran ayuda y así otros.

Pero el tema somos nosotros. No hay salida que no pase por unas elecciones legítimas. Unas elecciones legítimas suponen establecer unos mínimos que deben ser acordados. Debe exigírsele al actual régimen el derecho que tenemos de tener un gobierno electo democráticamente.

Esto supone presión en favor de una verdadera democracia. Supone demanda desde los diversos actores sociales y la Iglesia es uno claramente. Esta demanda supone también exigir al gobierno negociar seriamente una salida democrática, lo que supone condiciones, muchas de las cuales fueron ya señaladas en la carta que ya hace unos años escribió el Cardenal Parolín y que no ha hecho más que agravarse.

Demandar una negociación (no diálogo) seria es una mediación imprescindible en este contexto y pienso que aunque haya actores en Venezuela que no quieran oír esta palabra, ella es la única mediación disponible real. De hecho muchas encuestas señalan que el 80% de la población exige elecciones y más del 50% se da cuenta que esto solo es posible a través de una negociación.

Debemos decirlo, el gobierno no quiere negociar. Esto lo evidenció incluso la Santa Sede. El gobierno entiende dialogo como ganar tiempo y distraer, no como llegar a acuerdos que son exigibles y que tiene modos de hacerse exigibles.

Pero de eso y no de otra cosa estamos hablando. Acuerdos bajo supervisión de la comunidad internacional con actores creíbles. Me pregunto si seremos capaces de proponerlo o cual alternativa debemos proponer sino. A mi juicio en este tiempo guardar silencio en espera de un mesianismo mágico es un error y dispersa las energías de la sociedad.

F) Resurrección
Nuestra opción es un nuevo país. No es el retorno del pasado. Se trata de consolidar una verdadera sociedad democrática, respetuosa de los derechos humanos de todos y para todos, desde la concepción hasta la muerte natural. Donde la violencia pueda ser superada como modelo de relación.

Creo que debemos hablarle a los jóvenes. Ellos son quienes más tristes están por la muerte de Venezuela. Pensando que deben emprender marcha como los de Emaus; huir de Jerusalén. Pero como Jesús debemos salirles al paso y contarles una nueva historia.

Quizás aunque doliera había que padecer, pues no estábamos dispuestos a cambiar nuestro patrón de vida. Hoy reconocemos que estábamos equivocados; que estábamos lejos de donde Dios nos había invitado a vivir; con aparentes riquezas que no eran tales; con una vida que no se fundaba en el trabajo sino en las cosas. Hoy queremos ser una nueva sociedad; hoy quizás puede comenzar una nueva historia. Es tiempo de escuchar la Palabra que Dios pronuncia sobre nuestra tierra y partir el pan para que alcance; un pan que es fruto del trabajo del hombre y que recibimos de su generosidad; hoy es tiempo de vino nuevo del cual los muchachos son portadores.

 

*El discurso completo puede ser descargado, en PDF, haciendo clic en el siguiente enlace:  Situación País CEV julio 2019

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