El investigador de la Universidad de Turín vino especialmente a Venezuela para participar en el conversatorio «El rostro transhumano», organizado por el Centro de Investigación y Formación Humanística de la universidad
La semiología del rostro, así como los signos, símbolos y significados que hay detrás de representaciones biológicas y físicas dentro de las culturas mundiales, integran el área de estudio del filósofo y semiólogo Massimo Leone.
El profesor titular de la Universidad de Turín (Italia) -donde imparte la cátedra de Filosofía de la Comunicación, Semiótica Cultural y Semiótica Visual, y es redactor jefe de la revista Lexia, dedicada a la ciencia de los signos-, es autor de 15 libros, ha editado más de 50 volúmenes colectivos y ha publicado más de 500 artículos dedicados a la semiótica, estudios religiosos y estudios visuales.
A sus 47 años, Leone es profesor a tiempo parcial de Semiótica en el Departamento de Lengua y Literatura Chinas de la Universidad de Shanghái (China); es miembro asociado de Cambridge Digital Humanities en la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y director del Instituto de Estudios Religiosos de la Fundación Bruno Kessler (Italia). En 2018, ganó la ERC Consolidator Grant, la beca de investigación mas importante de Europa. También colabora como editor de diversos títulos publicados en Berlín, Boston, Roma, Londres y Nueva York.
Ha sido docente visitante en varias casas de estudio de los cinco continentes y recientemente fue invitado por la UCAB para participar en el coloquio «El Rostro Transhumano», evento organizado por el Centro de Investigación y Formación Humanística que, con la premisa «Ningún rostro es totalmente natural, pero tampoco es totalmente artificial», disertó sobre el impacto de las representaciones de las culturas visuales producidas por las nuevas tecnologías, las redes sociales y la inteligencia artificial.
En entrevista exclusiva con El Ucabista, el académico conversó sobre sus pasiones por estudiar asuntos de semiólogía en países latinoamericanos y los riesgos que conllevan las alteraciones tecnológicas tan atrayentes y tentadoras para las generaciones actuales, sumergidas en la llamada era digital.
Donde la semiótica y el compromiso social van de la mano
Como semiólogo profesional, Massimo Leone se siente interesado y movido por todos los aspectos a nivel cultural y social. «Si llegas a una ciudad que no conoces o que conoces sólo parcialmente, todo es un descubrimiento. Puedo decir que, incluso, hay una euforia al estar presente ante un universo de signos que conoces pero que al mismo tiempo, como si de una lengua se tratara, hay que decodificar, estudiar y aprender a utilizar».
Este es su segundo viaje a Venezuela. Su primera experiencia la vivió tras participar en un congreso realizado en la Universidad del Zulia (LUZ), en la ciudad de Maracaibo en julio de 2012. «Muchas cosas me interesan de Venezuela. Me sorprende mucho la variedad que se encuentra aquí a nivel de arquitectura, de culturas, de rostros, lenguas, acentos, hay mucha diversidad y en niveles extremos». Destaca, además, la presencia muy importante y casi magnética del cerro El Ávila y la presencia de la música como «una dimensión muy importante en la cultura venezolana».
Reconoce que ha visitado y ha trabajo en casi todos los países de Latinoamérica, por lo que se atreve a asegurar que la semiótica gestada y trabajada en el continente es muy particular:
«Aquí en América Latina, la semiótica lidia con la complejidad de la sociedad y la cultura de los países: una complejidad histórica, pero también de contrastes, de circunstancias sociopolíticas. Lo comento mucho con mis colegas. Aquí, la semiótica lleva consigo una vocación de compromiso social muy importante, que es utilizar la semiótica como una herramienta para entender y transformar las sociedades», explicó.
Lo transhumano: una definición para una generación digital
Desde el año 2019, el tema que Massimo Leone ha abordado es el concepto de transhumano, dado su interés por las consecuencias sociales y culturales que implica el uso de las nuevas tecnologías. Este proyecto de investigación, desarrollado en la Universidad de Turín, se dedica especialmente al rostro, su sentido y cómo cambia con la llegada de las nuevas tecnologías digitales de reproducción y producción de contenidos.
«Allí entra el tema de lo transhumano: una definición muy sencilla es una reflexión sobre la posibilidad de cambiar radicalmente la especie humana gracias a la tecnología, pero también es una reflexión sobre los riesgos y los límites de esta transformación tecnológica. Este pensamiento toca mucho el asunto del rostro; cómo ha cambiado y cómo está cambiando», puntualiza.
Un país plural como Venezuela, asegura, es «un laboratorio muy interesante de reflexión» sobre rostros y cuerpos. «Es una sociedad de muchos rostros, que vienen de historias, tradiciones y etnias diferentes. Tienen muchos matices, tanto en lo biológico como en su representación digital. También es un país donde los rostros son muy presentes en aplicaciones como Instagram y en TikTok.»
A partir de estudios realizados en otros países, el catedrático considera importante puntualizar que existe una popularización, una democratización y, a la vez, una fragmentación de las reproducciones de imágenes. «Las nuevas generaciones crean muchísimas imágenes, y en esas imágenes se genera mucha creatividad y también una cierta dispersión del sentido común visual».
Agrega que los nativos digitales cuentan con bondades como la naturalización de las tecnologías en sus vidas cotidianas. Sin embargo, advierte que esto supone también algunos problemas.
«Estamos frente a una generación muy irónica, lo cual es un peligro. La ironía necesita estribar en algo sólido, necesita algún sentido. A veces en las redes sociales se construye una especie de espiral irónica, una ironía sobre otra ironía, una meta ironía que cae en lo que un estudioso americano define como la ley de Poe; llevado a este asunto, dice que sin una especie de signo marcador que diga ‘estoy produciendo un texto irónico’, en el discurso digital no se puede distinguir que es la ironía y cuál es el cuerpo de la ironía».
Riesgos y bondades de un futuro tecnológico: propuestas de un filósofo
Uno de los problemas que enfrenta en su investigación tiene que ver un razonamiento: cómo la empatía, herramienta social por excelencia, puede verse vulnerada a medida que los rostros humanos sean modificables en sus representaciones tecnológicas. De acuerdo con Massimo Leone, «la empatía va modificándose a medida que los rostros se pueden ir modificando; de hecho, ya se modificó en la historia, de la misma forma que ha cambiado la cultura del rostro. Estos cambios han ido muy despacio».
Afirma que en la actualidad la sociedad se encuentra en una era dominada por la presencia de rostros cada vez más digitalizados, y esto ha sido espectacular con la pandemia. Más y más se producen rostros que no son rostros biológicos, sino producidos por inteligencias artificiales. Estos rostros no se pueden distinguir más de los rostros que son imágenes a partir de rostros existentes. «Si tú vas a una aplicación de social de citas, como Tinder, allí puedes encontrar cientos de rostros que no existen en la realidad, que son generados por máquinas», menciona preocupado.
¿Y como desarrollar una empatía frente a esta duda sistemática, esta sospecha de que se trate de una representación falsa? Responde que «nosotros como humanos somos capaces de ello, sabemos distinguir lo real de lo irreal, pero cuando estamos frente a una ambigüedad es donde está el problema y conlleva una incertidumbre sobre nuestras propias emociones». También precisa que la misma tecnología permite ahora producir unas imágenes de rostros que no se pueden distinguir más de los rostros biológicos. Por ello, «en el futuro vamos a ver una proliferación de rostros digitales que no corresponden a una realidad ontológica, física o jurídica«.
Sobre cómo prepararse para un futuro mayormente atestado de representaciones digitales y versiones artificiales de lo humano, Massimo Leone propone como opción entrenarse en materia tecnológica e ir más allá, en función de los objetivos singulares de las personas.
«Creo que la frontera será la creación de universos muy inmersivos y ya se está desarrollando la conexión entre el sistema cognitivo y el sistema digital, la llamada filosofía Matrix. Pero cuando esto llegue creo que vamos a estar frente a un mundo de comunicación muy distinto al que hemos tenido. A veces olvidamos que tenemos muy poca incidencia sobre la tecnología y la producción de la misma. Nosotros nos preocupamos mucho de los perjuicios que podrían ser transmitidos de los humanos a las inteligencias artificiales, pero yo más bien diría que las inteligencias artificiales van a producir sus propios perjuicios, unos perjuicios de máquina, que estarán en el mecanismo mismo de su producción».
♦Texto: Daniel De Alba Suárez/Fotos: Manuel Sardá