El egresado y profesor de la UCAB, Horacio Biord Castillo, tiene la misión, desde este 8 de junio, de presidir la Academia Venezolana de la Lengua (AVL) por los próximos dos años, en donde es individuo de número desde 2008. Recibirá este mandato del presidente saliente, Francisco Javier Pérez, también ucabista y quien hizo esfuerzos para que la institución tuviera mayor presencia en los grandes retos de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale) y más publicaciones.

Biord Castillo egresó de la Escuela de Letras, desde entonces estuvo ligado al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, del que hoy es jefe del Centro de Antropología. Allí ha desarrollado una carrera de 21 años con estudios sobre la etnohistoria de las comunidades indígenas venezolanas. En la UCAB ha sido docente por 23 años en las escuelas de Educación, Administración y Contaduría (tanto en Caracas como en Los Teques), Ingeniería, Letras y Psicología, en cátedras relacionadas con la literatura, historia y metodología de la investigación. Ahora empezará su gestión en la AVL que espera esté signada por la  modernización, el diálogo y la cooperación con otras instituciones académicas.

—En los últimos años la AVL cooperó con grandes obras, como el Diccionario de la lengua española (DRAE). ¿Cuáles son los proyectos que asumirá la AVL durante su presidencia?

—La Real Academia Española (RAE) y la Asale consideraron estos obras (como la vigésima tercera edición del DRAE, la elaboración de una gramática y el remozamiento de la propuesta ortográfica) parte de una política panhispánica. Ahora la Asale va a entrar en una nueva etapa en la que hay que redefinir cuáles son los proyectos. La AVL, por su parte, tiene su propio perfil. Entrará en una renovación institucional a través de la reforma de sus estatutos (la última se hizo hace diez años) para poner al día a la institución, sobre todo con las tecnologías de la información y comunicación. No es tan fácil por la situación económica que vive el país y la situación presupuestaria de la academia. Se nos plantea un gran reto. No podemos ser una isla, aislada de otras instituciones, sino más bien una red con otras organizaciones. Por ser una de las instituciones más antiguas del país, tiene 132 años, está llamada a jugar un papel fundamental en un diálogo.

—¿De qué tipo y con quiénes?

—Yo diría con todos los actores y las personas interesados en los temas que le son propios a la academia: el lenguaje (en sentido amplio), el estudio del idioma español (y de otros idiomas y variedades lingüísticas que coexisten en el país), de la tradición y de la literatura. La academia debe, por su prestigio y su autoridad moral, ser un punto de equilibrio entre diversos actores. En lo personal, creo que la crisis sociopolítica que ha vivido Venezuela en los últimos años tiene también un componente sociolingüístico muy importante. Creo que pudiéramos estar frente al uso diferencial de la lengua, cada vez mayor, que puede dar lugar a lo que en lingüística se llama diglosia, que es el empleo de variedades de una misma lengua, se profundizan esas variedades a tal punto que es como si los hablantes de la lengua hablaran ya dos lenguas. Eso genera y refuerza inequidades sociales. Las personas que hagan un uso preferencial o casi exclusivo de una variedad subestándar de la lengua tienen más dificultades en la educación formal, en la prosecución de estudios, en la obtención de títulos, en el acceso al mercado de trabajo. Creo que esto se ha ido acrecentando en Venezuela en las últimas décadas. Y es preocupante.

—¿No se ha reivindicado en los últimos años el uso de esa lengua subestándar sin ofrecer oportunidades de crecimiento educativo?

—Es probable, pero pienso que las causas son más remotas, anteriores a la conflictiva situación sociopolítica. Creo que realmente ha habido una preocupación social en este y en el anterior gobierno, digna de encomio y aplauso. Pero también hay que pensar en soluciones más adecuadas para toda la problemática social del país, eso pasa por la educación, el mejoramiento del uso del español como lengua mayoritaria.

—¿Podría mencionar ejemplos de esas desigualdades que se manifiestan en el lenguaje?

—Esas prácticas lingüísticas no son autorreferentes, son la expresión de problemáticas sociales que vive cada país. Así como, por ejemplo, quizá el caso mexicano nos puede enseñar un poco a través del habla “naco”, así se le denomina al habla marginal y de los excluidos. Esa situación se va repitiendo en toda Hispanoamérica, incluyendo Venezuela. Por observaciones etnográficas, me ha tocado recorrer gran parte del país y he notado ciertos fenómenos lingüísticos que antes yo pensaba que eran muchísimo más confinados a ciertas regiones y ahora veo que no, que son sumamente amplios. Y que están relacionados con pobreza, exclusión, marginalidad y educación que no es de calidad.

—¿Nos podría mencionar algunas de esas prácticas lingüísticas comunes que ha detectado?

—La confusión de la morfología verbal de “íbanos” por íbamos. La construcción del verbo ser como auxiliar verbal: “fuera ido” en vez de hubiera ido. La personalización de haber, que solo lo reconocemos en pretérito como “hubieron”, pero no en el resto de los tiempos verbales. O el uso de formas incorrectas como “haiga”. Esas son formas de expresión cada vez más extendidas que nos deberían llevar a la reflexión.

 

HACER MUCHO CON POCO

—La academia tiene un Instituto de Investigaciones del Lenguaje (INEL), que está inactivo. ¿Cómo poner en funcionamiento esta y otras iniciativas con un presupuesto tan exiguo?

—La situación presupuestaria es realmente alarmante. Este año recibimos un presupuesto que es una tercera parte del presupuesto del año anterior, en aquel momento tuvimos 120 mil bolívares para gastos operativos, que no era nada, pero este año recibimos 40 mil bolívares. El INEL se fundó durante el ejercicio del doctor Oscar Sambrano Urdaneta, en el año 2007. No sé si con ese problema económico la academia pueda tener un instituto de investigaciones. A menos que cambie la situación económica del país y el Estado o empresas privadas puedan apoyarlo. O si más bien el INEL debería estimular y crear redes de investigación, coordinar con otras instituciones que tienen mayores facilidades económicas y de personal. Porque todo esto supone una serie de inversiones que la academia no puede hacer.

—¿Qué le deja a la AVL la presidencia del académico Francisco Javier Pérez?

—Él ha sido un gran presidente desde el año 2011, sobre todo porque es un gran investigador. Él es un  valor para nuestra universidad, donde ha hecho su carrera. Su gestión nos deja, primero, una mejor relación con la RAE y la Asale. Esto es importante, porque la AVL se había ido desdibujando. Por otro lado, ha habido un gran impulso en las publicaciones, la creación de nuevas colecciones, como la destinada a los académicos actuales. Con todas las dificultades y limitaciones que tenemos, Francisco Javier Pérez compiló el homenaje de la AVL a los 300 años de la RAE, con la ayuda de Embajada de España. Hemos tenido también mayor presencia en los congresos internacionales de la lengua española y en las reuniones de la Asale.

—¿Cómo surgió su interés por investigar las evidencias de las injusticias sociales en el lenguaje?

—Cuando empecé a estudiar Letras en la UCAB tenía interés por estudiar tres carreras: Letras, Antropología e Historia. Letras por el interés en los idiomas, por la literatura y por la creación literaria (Biord Castillo es autor de media docena de títulos de poesía). La antropología por un interés que tengo desde niño sobre los pueblos indígenas y los idiomas y literaturas indígenas. Y la historia porque es el punto donde estos intereses coinciden. Yo creo que desde ese momento viene un interés social. En el caso de la antropología, influyó mucho trabajar con poblaciones indígenas y, en algunos casos, poblaciones campesinas. Uno empieza no solo a estudiar y a observar al otro, sino también a escuchar. Escuchar discursos que pudiéramos considerar subalternos. Uno empieza a identificarse también, como analista no puede establecer una diferencia tajante entre lo que estudias y las necesidades de esos sujetos que has estudiado. En ese sentido, la antropología y el trabajar con indígenas me han enseñado muchísimo a identificarme con estas comunidades, sociedades campesinas, incluso comunidades locales en zonas excluidas urbanas.

♦ Simón González

Lea el discurso del académico Biord Castillo