Una rama familiar de Anne Péné-Annette —el doble acento es correcto aun cuando no se estile en español— se estableció desde los años treinta en Venezuela. ¿Fascinación por el trópico? ¿Huida de la convulsionada Europa de la época? Lo cierto es que Anne ha heredado cierto amor por este país, específicamente por la región Guayana, a la cual mira como una especie de laboratorio, polo de desarrollo (o locomotora) sustentable que podría replicarse en otras regiones tropicales del mundo. África, por ejemplo.

En 1990 comenzó a venir a Ciudad Guayana, luego de especializarse en Geografía Urbana en París. Ya antes había hecho un estudio, a mediados de los ochenta, para una tesis sobre barrios en estado de pobreza de Puerto La Cruz. Vivió allí durante cinco meses. Un primo arquitecto la ayudó y se le quedó grabada aquella precariedad en medio de un país con tantas posibilidades.

Una vez en Guayana, tomó contacto con otras personas relacionadas con su familia. Comenzó a viajar a menudo… y desde entonces no ha parado. Obtuvo un puesto como profesora titular en la Universidad de las Antillas, en la isla de Martinica, lo cual la situó más cerca de Venezuela. La última vez que estuvo en Guayana fue en 2014, pero en los momentos en que esto se escribe, de nuevo está allí.

Desde el comienzo la impresionó. En especial, su planificación. Le siguió la pista al trabajo desarrollado por la alcaldía de Almacaroní. Se dedicó a comparar las políticas entre Barcelona-Puerto La Cruz y Ciudad Guayana. Sobre todo, acceso al agua potable y saneamiento. “No era tan fácil obtener datos comparativos”, recuerda. La CVG (Corporación Venezolana de Guayana) los llevaba al día pero no Puerto La Cruz. Inició una nueva etapa: un análisis de desarrollo regional no solo urbano, observando múltiples factores, comparando a Guayana con el resto del territorio nacional.

—¿Qué ha sido Guayana para usted, en la perspectiva del tiempo?

—Primero, es una zona conectada ahora con la Faja del Orinoco, y eso es un valor potencial para el porvenir demográfico de Venezuela. Guayana sigue siendo una gran promesa. Y creo que la visión que tuvieron los planificadores desde los años cuarenta, y quienes trabajaron después con Rómulo Betancourt en su desarrollo, tuvieron una visión muy interesante.

Anne habla con su acento francés, pero domina perfectamente el español.

Piensa que la región Guayana puede funcionar como laboratorio de desarrollo sostenible en zona tropical. Con personal calificado, sus posibilidades de expansión y su articulación con la frontera brasileña. Aduce:

Gran parte del futuro del desarrollo del planeta está en las zonas tropicales, pero por el momento esas zonas no han desarrollado su modelo adaptado a su especificidad tropical (…). Esta experiencia podría ser replicable en el Congo, por ejemplo.

Se le pregunta a Anne qué se necesita para lograr ese desarrollo sustentable. Educación y mejores condiciones de vida de la gente es lo primero que menciona.

Iba por el buen camino, además: en la propia Guayana comenzó a desarrollarse la educación especializada con los núcleos de la Unexpo; aquella oleada de profesores chilenos (refugiados del régimen de Pinochet), entre otros, fue muy positiva. Se incorporaron en las carreras de ingeniería y aportaron sus conocimientos al incipiente desarrollo de las industrias básicas.

Ahora ve el contexto económico y aparece una mueca en su conversación: la siderúrgica ha perdido mucho en cuanto a producción, desde hace diez años más o menos. La CVG ya no tiene la dinámica de antes; muchos profesionales se han ido. Ella trata de entender como investigadora…

No puede haber una opinión más objetiva que la de Anne. No hay otra intención en su trabajo, desde hace 25 años, que entender a cabalidad este proceso, ver sus debilidades y las vías para su consolidación como polo de desarrollo sustentable. En algún momento, mientras estudiaba en Burdeos, se dio cuenta de que había muy pocos estudios (estamos hablando de los años setenta) sobre ciudades medias de América del Sur, aunque sí había sobre las capitales. En su universidad de Burdeos, donde hay un centro dedicado a la geografía tropical, encontró especialistas en Venezuela, Perú y Argentina. De allí pasó a París, para inscribirse en estudios doctorales dentro de un instituto especializado en América Latina (Universidad París III – Sorbona Nueva). En los ochenta y noventa había cierta visión un poco maniquea sobre Suramérica y ella se dio cuenta de eso.

Parte de lo que ha aprendido en Venezuela, o más bien un resumen de lo que ha aprendido y ha aportado a Guayana, se encuentra en el ensayo «Continuidad y transformaciones en los territorios mineros e industriales en Venezuela: el ejemplo de Guayana», publicado junto a otros trabajos en un libro recién editado por la UCAB. Ese artículo es, a su vez, una síntesis de dos trabajos con los cuales se doctoró en 2011. Fue publicado antes en una edición francesa, La Venezuela de Hugo Chávez, balance de 14 años de poder, de la universidad de Nancy, en 2013. “Es una excelente referencia para los franceses que desean saber más sobre este país”, dice.

¿Qué haría Anne si tuviera el suficiente poder en Venezuela como para reordenar la región Guayana? Primero, dice, un venezolano sería el llamado a hacer esa tarea. Pero en todo caso, haciendo un ejercicio hipotético para rescatar ese desarrollo: en primer lugar, repite, tratar de mejorar las condiciones de vida de la población. Ve mucha violencia, pobreza, etcétera.

En segundo lugar, favorecer la educación básica, y también formar profesionales.

Pero esos ingenieros al graduarse no encuentran trabajo. De modo que las inversiones públicas deben restablecer la producción industrial y diversificarse. Uno de los objetivos pendientes, incluso desde los años sesenta, es esa diversificación. Observa que hay muchas cosas por escrito pero luego, en la realidad, no se ha construido ni desarrollado mucho de lo planeado o anunciado.

Por estos días de diciembre está aquí, entre Caracas y Guayana, rubricando su relación con el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales. La idea es profundizar los estudios en cooperación UCAB-Universidad de las Antillas. Investigación y seguimiento, un aporte que necesita urgentemente la región.

 

♦ Sebastián de la Nuez