A propósito del Año Ignaciano, el sacerdote y profesor Oscar Buroz comparte algunas reflexiones sobre la vigencia del pensamiento del fundador de la Compañía de Jesús y su aplicación en la labor de quienes hacen vida en la universidad

El 20 de mayo de 1521, con una herida en su orgullo y en sus piernas tras la batalla de Pamplona -en la que defendía la ciudad de un ataque de tropas al servicio de Enrique II de Navarra- lo menos que Íñigo López de Loyola esperaba era volver a andar y, con ello, poner en movimiento sus más grandes ilusiones.

Luego de años de recuperación física y moral, lo logró. Apoyado por muchos hombres a su servicio, varios estudios y ejercicios espirituales, en 1534 nace el fruto que actualmente se reconoce como una de las órdenes católicas con mayor impacto global: la Compañía de Jesús. 

Visto desde este ángulo, los asedios y obstáculos en la vida de aquel hombre que sería canonizado por el papa Gregorio XV en 1622 -66 años después de su muerte- en lugar de ser considerados un fracaso, pueden verse como espejo de oportunidad y agradecimiento por el servicio que hoy día, cinco siglos después, prestan en distintos ámbitos los religiosos y laicos que siguen su legado, con una máxima como estandarte: en todo amar y servir. 

En el contexto de Ignatius 500 o Año Ignaciano -que arrancó en todo el mundo el 20 de mayo de 2021 y culminará el 31 de julio de 2022- desde la UCAB resulta pertinente dar a conocer cómo son y pueden ser aplicadas las orientaciones y reflexiones de San Ignacio -el hombre- en la cotidianidad de quienes hacen vida en la primera universidad privada y jesuita del país.

Para ello, el sacerdote Oscar Buroz, profesor investigador del Centro de Investigación y Formación Humanística (CIFH) y miembro de la Dirección de Identidad y Misión de la universidad, ofreció sus impresiones sobre el tema. 

 

La fiesta de la reflexión

El Año Ignaciano conmemora el proceso de transformación personal de Íñigo, el cual le permitió construir y cambiar su entorno, desde la fe, el estudio y el discernimiento. Partiendo de esto, el profesor Oscar Buroz considera que la celebración debe servir como ejercicio para reconocer lo que el colectivo jesuita ha logrado y mirar con esperanzas hacia dónde ir.

“En el contexto de dos años de pandemia, que han sido tan duros para el mundo y ha dejado tantas cosas negativas, veo esto como una oportunidad para que los integrantes de las obras de la Compañía de Jesús a nivel mundial podamos hacer balance de las cosas que hacemos, detenernos y estudiar si estos modos de proceder, aplicados y por aplicar, realmente son efectivos”.

El docente deja claro que una de las intenciones de Ignatius 500 es reivindicar el hecho de estar “al servicio de la gente, hacer diferentes proyectos y recordar por qué deberíamos comportarnos como lo hacemos”.

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Una propuesta institucional al servicio del ucabista

Buroz es jefe de la cátedra “Identidad, Liderazgo y Compromiso”, la cual es cursada por todos los estudiantes de pregrado de la UCAB y es una de las herramientas formativas que usa la universidad para impregnar a los jóvenes de la filosofía ignaciana, pues la materia busca lograr que el alumno tenga mayor conocimiento del contexto que le rodea, de manera de incidir sobre él. Según el sacerdote,  entrenar al alumno con esta mirada, de la forma más diáfana posible, “implica tener una relación honesta con la realidad, ya sea la universidad o el país”, dijo.

Para resumir la influencia de San Ignacio en la cátedra, Buroz se vale de un juego de palabras: «hacerse cargo de la realidad, cargar con la realidad y encargarse de la realidad, de forma propositiva».

 

Pensamiento ignaciano: cómo aplicarlo en la universidad

 

  1. Magis para el discernimiento propio. La frase “En todo amar y servir”, atribuida a San Ignacio, es recordada entre los estudiantes por ser el primer contenido a explorar durante las experiencias iniciales en la UCAB. Para el padre Buroz, instruirse en el Magis y trabajar con base en el mismo, es “la impronta que caracteriza al estudiante que pasa por la universidad”; insiste en que debería aplicarse, mas que como justificativo de competitividad y excelencia académica y laboral, como una “herramienta para hacerse preguntas que lo muevan”.
  2. Integración del cuerpo ucabista en la comunidad. Sobre esto, el docente se centra en los estudiantes, instando a que hagan un autodiagnóstico sobre si están en la universidad para extraer información, o se dan la oportunidad de aprovechar el abanico de servicios y agrupaciones de la casa de estudios. En esta labor también inciden los profesores, a quienes llama a impartir contenidos altamente prácticos para que, así,  “el estudiante le vea el queso a la tostada, con contenidos vinculados a su vida, a su cotidianidad, y que le ayuden a abrir los ojos frente al resto de las materias”, comenta Buroz.
  3. Conciencia del contenido visto para aplicación en el retador afuera. Cada Facultad, recuerda el padre, tiene la posibilidad de incidir de forma concreta en la sociedad: “Nuestras carreras, de alguna manera u otra, tienen una razón de ser social. Y en la medida que nos hagamos conscientes de esa importancia, la calidad del ejercicio profesional se hace distinta”. Añade que las carreras no son simplemente conocimiento, sino que también  “ayudan a profesionalizar la pasión. Yo creo que eso es profundamente ignaciano: el cómo descubrir qué quieres hacer tú en tu vida, tanto alumno o profesor; con qué sueñas, cómo darle fuerza, cómo darle causa, cómo darle orientación”.
  4. Ganarse la tradición. El sacerdote alude a una alegoría futbolística para explicar este punto. Considera que, si bien existe un legado de servicio al otro,  así como se tienen estrellas en una sudadera deportiva, uno tiene que “sudarse esa camiseta, esa tradición”, más no asumirse directamente parte de la misma. 

“Nadie va a ganar por ti. Y en este momento, los juegos nos toca jugarlos a nosotros; no podemos vivir de las glorias. El recordar no es para regodearse de un pasado, sino asumir la historia, pero además mirar al futuro con esperanza”.

Para cerrar, Buroz invita a una reflexión sobre otros motivos para celebrar Ignatius 500. Apunta a cómo este hito sirve para recordar toda la riqueza de la comunidad universitaria, que cual orquesta en armonía, se apoya en el trabajo en equipo, reconociendo la diversidad y no el pensamiento único, generando acuerdos y evitando imposiciones.

Esta celebración, finaliza, también ayuda a “mirar que no solo la universidad tiene estos aspectos, sino también otras obras hermanas que también están haciendo lo propio, con sus características, y con las cuales, de pronto, compartimos esa misión”.


 

*A propósito del Año Ignaciano, el próximo 31 de julio, fecha conmemorativa del fallecimiento de San Ignacio, la Universidad Católica Andrés Bello celebrará una eucaristía en la parroquia María del Trono de la Sabiduría, ubicada en el campus de Montalbán.

♦ Texto: Daniel De Alba Suárez / Fotos: Manuel Sardá y Silvana Macho