Marielba Núñez

El presidente Nicolás Maduro le puso a los escolares venezolanos una tarea: escribir una carta al primer mandatario de Estados Unidos para rechazar la orden ejecutiva que se dictó contra el país. Al parecer, según un comunicado que se ha difundido en algunas escuelas públicas y privadas, aquellos que aún no saben escribir tienen la posibilidad de hacer «dibujos contra Obama». La solicitud del Ejecutivo es sin duda un asunto delicado sobre el que debería debatirse extensamente, pues se les está pidiendo a niñas y niños que se adhieran a una posición en un conflicto. No es que se trate de un tema que deba estar vedado en los colegios, pero no se prioriza darles información o la oportunidad de reflexionar sobre lo que está ocurriendo, sino que se les está solicitando una acción y una opinión en concreto.

Sobre este punto, vale la pena recordar que la participación es un derecho infantil, consagrado en la Convención Internacional de Derechos del Niño. Este tratado internacional, en su artículo 12, establece que las personas menores de 18 años tienen, en efecto, el derecho de expresar libremente su opinión, de acuerdo a su edad o madurez. El artículo 13 señala, además, que tienen derecho a la libertad de expresión, que incluye «la libertad de buscar, recibir y difundir información e ideas de todo tipo», de la forma escogida por ellos. La Ley Orgánica de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, en su artículo 80, ratifica el derecho de los más jóvenes a opinar y a ser oídos, a expresar libremente su opinión y a que estas opiniones sean tomadas en cuenta. Sin embargo, la solicitud del gobierno a los estudiantes no implica que haya alguna disposición a oír lo que libremente quieran decir los niños, niñas o adolescentes.

Qué distinto sería si el poder gubernamental estuviera en realidad dispuesto a escucharlos. Si les preguntara qué piensan de los discursos altisonantes llenos de amenazas y de improperios que continuamente pueden escucharse en las cadenas que se transmiten en medios audiovisuales. También si consultara cuál es su opinión sobre los problemas de los centros educativos, la falta de maestros y de profesores, sobre las dificultades que tienen que afrontar para llegar cada día a su salón de clases, sobre la falta de áreas recreativas, de parques, de centros deportivos. Sobre las fallas de transporte por las que tienen que viajar en condiciones precarias. Sobre la violencia de la que son víctimas cada día, incluso dentro de sus propias escuelas. Esas son las cartas que deberían pedírseles en primer lugar, las palabras que habría que escuchar y tomar en cuenta.