Frencisco José Virtuoso

Enza García Arreaza nos ofreció el pasado 7 de abril a través del portal El Estímulo, un conmovedor relato titulado: “Suicidarse antes de enfrentar un cáncer en Venezuela”. Su sensibilidad literaria, como narradora y poeta, reconocida en varios concursos nacionales e internacionales, nos permite adentrarnos en el alma de quien padece eso que llamamos crisis sistémica venezolana.
Las cifras y los análisis de tipo estructural sobre el sufrimiento de miles de venezolanos que cargan sobre sus hombros la situación actual del país no parecen ser suficientes para mostrar la gravedad del momento que vivimos, para despertar la conciencia de quienes toman decisiones, para mover a la acción colectiva en búsqueda de soluciones urgentes. Un reportaje como el referido nos pone en contacto con la fotografía de una piscología destruida por la carencia de los soportes más elementales que debe ofrecer una sociedad civilizada para hacer frente a las exigencias materiales y espirituales de la existencia.
Ana María Perdomo es residente del barrio Tierra Adentro en Puerto La Cruz. Mujer pobre, trabajadora y luchadora, siempre necesitó de la esperanza y la ilusión para subsistir en medio de muchas penurias que seguro le tocó enfrentar. Antecede a  su decisión de suicidarse, el calvario que según relata su hijo Gustavo padeció su madre, acompañando de cerca el tormentoso peregrinaje de su hermana Josefina, a quien le habían diagnosticado cáncer de seno, soportando el estado deplorable de los centros públicos de atención de esta terrible enfermedad, las colas esperando ver aparecer la llegada de medicamentos y la puesta en escena de varias iniciativas para conseguir fondos que permitieran traer las medicinas necesarias desde Colombia. Después de tanta lucha su hermana murió.
Entre tanto, también a Ana María  le diagnostican cáncer (linfoma no Hodgkin). No comenta nada, lo asume en silencio, pero “la procesión va por dentro”. Toma la decisión irrevocable de suicidarse, piensa ella que es en el fondo la solución más económica, menos dolorosa, menos traumática para ella y los suyos. Deja una carta que literalmente reposa al final del relato en donde se muestra una mujer rota por dentro: “La cosa está muy dura y yo no quiero ser una carga para nadie”, sabe, sin embargo, que su decisión será motivo de mucha tristeza y dolor para los suyos.
El testimonio experto de un psicólogo, intentando explicar lo que sucede a Ana María, nos señala que esta decisión sólo es explicable cuando la persona experimenta en su interior una situación de catástrofe insoportable que quiebra el sentido de la vida. Los testimonios que recoge Enza señalan con gravedad que el caso de Ana María no es un hecho aislado. Cada vez más abundan los intentos de suicidio o esta solución aparece entre las alternativas a seguir.
Ya casi para terminar el reportaje, señala un experto: “la situación de precariedad y desesperanza que caracteriza el actual estado de cosas, contribuye a que, para algunos sujetos, el suicidio destaque como la única salida posible de un cuadro cada vez más dantesco. Y espero que no se convierta en una epidemia”.
Confieso que este reportaje me ha impactado mucho. El nivel de sufrimiento que está generando esta terrible crisis que azota el país está llevando a que haya gente que se decida por el suicidio o lo que considere seriamente alternativa. La crisis que padecemos no sólo está dejando sin alimentos, medicinas y otros muchos requerimientos elementales, sino que nos está arrebatando la esperanza, la ilusión y hasta el propio sentido de la vida. Sobre todo el país pesa una grave responsabilidad moral.

Publicado en el diario El Universal el 13 de abril de 2016