Lissette González
Mientras un grupo de facilitadores internacionales intenta promover el diálogo entre el gobierno nacional y la Mesa de la Unidad Democrática, el Secretario General de la OEA lleva a ese foro la discusión del caso venezolano. En lo interno, los venezolanos seguimos sin saber el cronograma para la realización de los diversos pasos previos a la realización de un referéndum revocatorio y tampoco tenemos del todo claro el papel de los CLAP y si realmente serán la única fuente para la compra de alimentos: mientras transitamos por una durísima situación en términos económicos y sociales, hasta el más prosaico detalle de nuestra cotidianidad resulta incierto.
Esta ausencia de propuestas concretas que pudieran dar respuesta a los agobiantes problemas del presente poco a poco nos va paralizando. No solo cierra la administración pública tres días de cada semana o las escuelas tienen un día menos para atender a los niños. El clima de incertidumbre afecta también las empresas privadas, que dan vacaciones o cierran temporalmente por la ausencia de materias primas o de electricidad. Poco a poco, la parálisis se expande agravando la recesión que está en marcha. Trabajar menos, cuando lo que necesitamos para superar la crisis es producir más, dificulta aún más encontrar la senda de la recuperación.
Los organismos internacionales y los líderes políticos trabajan al ritmo que su oficio les permite; mientras la situación de crisis se acelera con el paso de los días. La principal incertidumbre en este momento es cuál será la reacción de la población ante la agudización de sus carencias, especialmente la creciente dificultad para tener acceso a los alimentos. Hay quienes piensan que la “explosión social” es un elemento necesario para el cambio político; pero también estamos quienes pensamos que no es ético incluir la violencia y el sufrimiento ajenos como parte de una estrategia política. El fin (por bueno que sea) no justifica cualquier medio. Además de todo, que el estallido ocurra tampoco está garantizado.
Quienes trabajan día a día para mejorar la situación del país: médicos, maestros, organizaciones no gubernamentales con distintos propósitos, se plantean a diario cuándo verán su esfuerzo convertido en verdadero bienestar para la gente, hasta cuándo la conflictividad y las políticas erradas seguirán entorpeciendo que sus granitos de arena se lleguen a convertir en las montañas que sueñan.
Porque solo cuando la incertidumbre que vivimos se disipe, el trabajo de todos podrá rendir frutos. Y acabaremos con ella solo cuando volvamos a basar nuestra convivencia política y nuestra vida económica en el respeto a las instituciones y a los derechos de todos. Cuando lo hayamos logrado, nuestra historia será otra y todos podremos aspirar a ser protagonistas de ese nuevo camino hacia el bienestar y la inclusión.