Marcelino Bisbal

 

I-EL DÍA EN QUE SE ACABARÍA EL PAÍS

El primero de septiembre (1-S) parecía que se iba a acabar Venezuela, esto si nos atenemos a los vaticinios del Gobierno. La convocatoria, por parte de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), a una gran concentración que dieron en llamar la Toma de Caracas fue la mejor excusa para usar un lenguaje y un discurso –desde el poder– más que apocalíptico, parecido a los anuncios del fin del mundo de Nostradamus. Además, se pronunciaron palabras y proclamas más que reiterativas a lo largo de todos estos años. No hubo novedad alguna. Volvieron a decirnos que “la oposición venezolana continúa con los planes para dar un golpe de Estado”; se refirieron a un inexistente “Comando Táctico del golpe continuado”; el Presidente en cadena nacional afirmó con certeza de “tener conocimiento de un golpe de Estado en su contra” y acusó a Henry Ramos Allup de ser el artífice; una vez más usaron el tema de los sucesos de abril del 2002 para anunciar la reproducción de esos sucesos y, también en cadena nacional, nos dijeron que “el pueblo se movilizará para defender a Caracas de la derecha violenta”… finalmente, otra vez Nicolás Maduro exclamó “que septiembre es de ofensiva”.

Lo cierto es que ese jueves primero de septiembre el país se paralizó. Parecía un día de fiesta. Nos daba la impresión de que en Venezuela se estaba cumpliendo una huelga general no convocada. Venezuela era militarizada con la excusa de la eterna “seguridad de Estado”. Las imágenes que todos pudimos ver fue la de militares y policías esparcidos por toda la capital e incluso en todo el país. Se tenía la sensación, mucho más para un visitante extranjero, de que estábamos en guerra o de que se trataba de una operación militar para desmontar cualquier acto de desestabilización contra el Gobierno. Incluso el régimen impidió el acceso de varios medios y corresponsales extranjeros que venían a cubrir la gran concentración. De igual forma se dieron agresiones a comunicadores, hubo detenciones arbitrarias, bloqueos informativos, palabras disonantes e insultos públicos desde el alto Gobierno…y paremos de contar.

Una vez que se dio la Toma de Caracas, en donde nada de lo anunciado ocurrió, el ministro del Interior y Justicia frente a los medios y ante el cuerpo diplomático expresó que se había cumplido el objetivo desarticulando primero un campamento paramilitar cerca del Palacio de Miraflores. Y que se había abortado un golpe de Estado que tramaba la oposición para ese primero de septiembre. Lo  que sí se evidenció fue la ola represiva, los allanamientos, las persecuciones y una movilización masiva de ciudadanos con deseos de cambio.

Ya lo dijimos antes: no hubo golpe de Estado, ni llegaron las fuerzas de ocupación como se nos dijo desde el lenguaje gubernamental. El ciudadano volvió a la calle sin miedo y en paz. Un grafiti que pudimos leer en otra ocasión nos ayuda para el momento: “Nos han quitado tanto, que nos quitaron hasta el miedo”. Frankestein había sido dominado ese 1-S, nos diría algún amante del cine o la literatura.

 

II-LA NARRATIVA DEL MIEDO Y LOS MEDIOS

Nos podemos encontrar con una vasta literatura sobre el miedo y los miedos. “Es una emoción choque, a menudo precedida de sorpresa y causada por la toma de conciencia de un peligro inminente o presente”. Este es un concepto que pertenece al historiador francés Jean Delumeau quien ha estudiado el miedo entre el siglo XIV y el siglo XVIII y desde ahí nos arroja pautas para entender El miedo en occidente (1978) que es su trabajo más importante sobre el tema.

En el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) se nos dice que el miedo tiene una doble acepción. Por una parte: “angustia por un riesgo o daño real o imaginario”. Y por la otra: “recelo a aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. Así, el miedo en cuanto emoción, tal como nos lo apuntan esas dos definiciones, es estudiado desde diversas disciplinas que van desde la filosofía, la teología, la sociología…hasta llegar al campo de la psicología y la psiquiatría. Para efecto de este breve artículo, el miedo nos importa en cuanto a construcción sociopolítica.

Me gusta como la escritora colombiana Laura Restrepo, en una de sus últimas novelas Hot sur (2012), refiere el miedo en boca de uno de sus personajes. Para ello se vale de una palabra muy colombiana  para expresarlo: paniqueado. Se trata de un adjetivo que no es solo “sentir pánico”, sino “que el miedo se le metió a uno adentro para no salir más, quiere decir que uno y su pánico ya se volvieron la misma cosa”. Y el mismo personaje remata: “(…) una persona como yo está jodida y paniqueada”.

Este breve resumen teórico nos sirve para explicar cómo el miedo se ha insertado en los dominios del poder, del Gobierno. El miedo y los miedos del poder hoy se leen y se narran a través de cifras y las reacciones gubernamentales que ellas suscitan. Los datos de todas la encuestadoras, incluso Hinterlaces, nos revelan signos muy preocupantes para quienes hoy nos gobiernan. Un resumen de lo que arrojan esas encuestas no hace mucho nos decían que la oposición tiene 75 % de aceptación y que el Gobierno ronda 73 % de rechazo. Siguen apuntando que apenas 12 % respalda al chavismo y que la población, en 83 %, quiere un cambio. Igualmente, el clima de opinión pública –con 75 %– está diciendo que este año quiere que se dé un revocatorio. También se lee la cifra de 54 % que expresa que Nicolás Maduro está descalificado para gobernar (en El Nacional del 25 de agosto).

Desde otro ángulo, un  estudio de la encuestadora More Consulting del mes de agosto, en relación con el tema de la alimentación, apunta: “Mientras que en julio de 2015 un 42,4 % pensaba que el principal problema era la inseguridad, once meses después la escasez de productos pasó de ser el segundo problema a ser el que más preocupa a los venezolanos, con un 46,2 %. La inseguridad cayó al tercer puesto con un 13,2 %, precedido del alto costo de la vida, que ahora ocupa el segundo lugar con 20,9 %(…) El 94 % de los encuestados manifestó estar de acuerdo con identificar la situación del país como una emergencia nacional humanitaria (…) Nicolás Maduro destaca en el estudio como el principal obstáculo para superar la crisis para un 29,9 % de los encuestados, siendo el segundo obstáculo su equipo de gobierno para un 26,2 %” (PRODAVINCI del 9 de septiembre).

La primera verificación de estos datos, que hoy deben de haber crecido después del 1-S y de las últimas desmedidas tomadas desde el Gobierno, es que el miedo se ha instalado en el cuerpo gubernamental. Ante la acumulación de los números negativos el poder se atrinchera con sus miedos dando respuestas como aumentar la represión; seguir militarizando al país; radicalizando aún más lo que ellos llaman el proceso; aislándose ante la problemática del desabastecimiento, la delincuencia y la inseguridad; el desconocimiento planificado de la crisis que nos envuelve; las mentiras y la manipulación cada vez más recurrentes frente a lo que ocurre; las acusaciones, también recurrentes, hacia un enemigo externo e invisible… Esta es la forma como actúa el miedo gubernamental que nos narra como los miedos se han instalado en el poder. Como nos decía la mexicana Rossana Reguillo: “No es por lo tanto un enemigo periférico o marginal, sino que el miedo está instalado en el centro mismo del poder y desde ahí corroe la institucionalidad”.

El chileno Norbert Lechner ha denominado este sentimiento de que las cosas están fuera de control como la “apropiación autoritaria de los miedos” que hace –como él mismo nos dice– énfasis en la manera como las dictaduras explotan los miedos naturales de la sociedad para afirmar su dominio. Es la dimensión política del miedo instaurado ya en el poder y en las figuras más visibles que encarna ese poder. Allí están las contradicciones del discurso con la realidad observable, el uso de la fuerza para reprimir y los rostros que hablan por sí mismos.

 

III-EPÍLOGO

El des-orden se diversifica cada vez más en la medida en que el miedo y los miedos se hacen visibles. Porque  “el miedo no es solamente una forma de hablar… es además una forma de actuar”.

¿Cuándo será el epílogo de todo este des-orden? Lo que sí vemos, y no se puede ocultar,  es que   estamos asistiendo a una erosión cada vez más creciente del poder-hoy. Una cita apropiada para concluir la encuentro en Umberto Eco: «Nada da más valor al miedo que el miedo de los demás». Y agrega que: “Es mejor que el que nos infunde miedo tenga más miedo que nosotros”. La apropiación autoritaria del miedo funciona como corolario, es decir que es una consecuencia tan evidente que no necesita demostración.