Con la presencia del P. José Virtuoso, SJ, rector de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) de Caracas, del cardenal Porras, Gran Canciller de la misma, y unos doscientos egresados y amigos de la UCAB, entre los cuales estaba Juan Carlos Escotet, presidente de Abanca, hemos celebrado en mi universidad el encuentro Entre ucabistas-Madrid. Ha sido una preciosa reunión para hermanarse en el aguante y la solidaridad en tiempos extremadamente difíciles.

Yo albergaba la esperanza de que este día Venezuela estuviera ya en plena recuperación, reconstruyendo la libertad y asegurando a todos los venezolanos sus necesidades básicas. Desgraciadamente aún no estamos ahí, pero ese momento tendrá que llegar. No puede haber futuro para un régimen que no respeta las libertades fundamentales y destruye las condiciones de una vida digna. Parapetarse en la falacia de acusar al enemigo del Norte no puede durar mucho.

El trípode que forman libertades-relaciones-necesidades sostiene la dignidad humana y juzga inexorablemente a aquellos que han conducido a su pueblo a la miseria, en uno de los países más ricos del mundo, situado sobre un inmenso lago de petróleo, donde hoy hay gente muriendo de hambre y faltan medicinas y tratamientos médicos decentes; donde varios millones de hijos e hijas han huido a los países circunvecinos y cientos de miles han puesto el océano por medio.

El pasado 10 de enero, al adentrarse en un nuevo período presidencial carente de sustento democrático en la justicia y en el derecho se ahondaba la crisis de legitimidad constitucional del Gobierno y el aislamiento internacional del Estado venezolano. Así se agravaba la dramática tragedia humanitaria, económica y social del país y la conflictividad que nace de ella. Solo a través del pleno restablecimiento, lo más pronto posible, de la democracia, la libertad y el respeto de los derechos humanos, se podrán atacar las causas del desastre. Evidentemente en una crisis humanitaria primero se atienden las necesidades básicas, pero inmediatamente entre ellas aparece la urgencia de restablecer las libertades fundamentales, pues no se protegen unos derechos conculcando otros.

Estos datos de realidad nos llegan a través de los medios de comunicación, pero también a través de muchos amigos venezolanos que lo relatan con gran dignidad, a veces sin poder contener las lágrimas. Son datos negados sistemáticamente por quienes no quieren perder el poder usurpado. Pero hay que decir en voz bien alta -con el Papa Francisco- que «la realidad es más importante que la idea». Las ideologías tienen la asombrosa potencia de tergiversar la realidad y ofrecer materiales con que construir reductos donde se falsea la verdad y se apalanca el poder. La ideología desconectada de la vida traiciona el principio fundamental cristiano de la Encarnación. Por eso importa mucho que la idea esté en función de la captación, comprensión y conducción de la realidad, y no a la inversa. Claro que la realidad es tan compleja que una sola mirada no la capta, pero hay que intentar mirar de la manera más amplia y más verdadera. Porque, si renunciamos a la verdad, perdemos la libertad y la justicia, y solo queda la coacción y la fuerza. El gran «argumento» de Maduro está en encabezar pelotones de soldados. ¡Qué triste!

Esforzarse por buscar la verdad da sentido y orientación al trabajo universitario. Y esa tensión hace de las universidades sedes de avance/transmisión del conocimiento y de cultivo de la inteligencia; pero también fuerzas sociales para iluminar y transformar la realidad de la sociedad a la que deben servir. Cuando el rector de la UCAB subraya que en Venezuela es «la hora de la sociedad civil», lo dice consciente de que su universidad es una de las instituciones sociales más importantes y necesarias del país.

La universidad debe encarnarse desde sus funciones docentes e investigadoras en la realidad histórica a la que pertenece, siendo comunidad intelectual que analiza las causas, usa la creatividad para descubrir soluciones a problemas concretos y forma a los estudiantes como personas de conciencia moral, competencia profesional y compromiso social. Ha de distinguirse como institución educativa excelente académicamente y orientada éticamente, ya esté ubicada en Caracas, en Managua o en Madrid. Así se entiende y actúa la UCAB.

Ser fuerzas sociales y reclamar libertad entre la diversidad de actores, no es para alcanzar privilegios o hacer proselitismo partidista. Es para defender universitariamente la causa de la justicia social y los derechos humanos. Al ser nuestras universidades de la Iglesia, importa saber que la trascendencia de ésta y de sus instituciones está vinculada tanto a la universalidad de su misión como a la libertad para llevarla a cabo, pero de ningún modo a la falta de compromiso socio-político. Nuestro compromiso por la libertad y la justicia en el campo socio-político es constitutivo del anuncio del Evangelio. Bien es cierto que de modo «indirecto», o sea, afrontando el significado religioso y moral de las cuestiones políticas, según los medios que la Iglesia puede implementar al efecto. Y como señaló el Concilio en Gaudium et Spes: 1) El ministerio de la Iglesia es religioso en origen y propósito: la Iglesia no tiene específicamente carisma político, sino de servicio al Reino de Dios; 2) la misión de la Iglesia en el orden temporal se define por cuatro objetivos: a) realización de la dignidad humana; b) promoción de los derechos humanos; c) avance de la familia humana hacia la unidad, y d) la santificación de las actividades seculares.

En esa dirección va el esfuerzo institucional de la UCAB, ofreciendo sus aportes a través de la investigación y la difusión pública de sus conocimientos, contribuyendo a la organización social y promoviendo la unidad de las fuerzas políticas comprometidas con el cambio. Al tiempo, alienta el compromiso cívico-político de sus estudiantes y de toda la comunidad universitaria. Uno de sus egresados, Juan Guaidó, está dando pruebas fehacientes de ello. En medio de la penuria, la UCAB se mantiene firme en su propósito de trabajar por el orden democrático, la convivencia y el bienestar de los sufridos venezolanos. A lo largo de sus 65 años ha jugado un papel clave para su sociedad denunciando desde sus aulas y centros de investigación las amenazas al régimen de libertades y las violaciones de los derechos humanos. Siempre haciendo propuestas realistas para salir de las crisis, entre ellas están las miles de becas que hoy da a un tercio de sus estudiantes.

Desde sus universidades hermanas de España queremos contribuir eficazmente a que la UCAB siga desempeñando su indispensable misión. Es fundamental que las instituciones sanas del doliente país caribeño se mantengan en forma, porque son enclaves de vida y esperanza. La tarea de reconstrucción será inmensa y requerirá la participación de muchos.

♦Julio L. Martínez, s.j./Rector de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, España.

*El artículo y su ilustración fueron tomados del portal https://www.abc.es.